Capítulo 1.

Se levantó de la cama con algo de pesadez, había pasado el fin de semana con una de sus amantes de sólo una follada.  Eso es seguro.

No la vería más, ni aunque esta le rogara, él no era de esos.  Es bastante frío con las mujeres, no le gustaba que estas quisieran tener más de él.  Ante la puta sociedad, era un hombre fiel a su esposa. Claro está, que en otros lugares lo único que le ha gustaba era tener un buen hoyo donde meter su polla.

Salió del cuarto de hotel en donde estuvo. Para luego dirigirse hacia el estacionamiento donde está su carro de último modelo de una nueva colección alemana que él mismo se había encargado de crear y diseñar a su manera.

Se subió a este para dirigirse a su casa donde de seguro no encontraría a nadie ni siquiera a su amada y estupenda esposa. Sarcasmo. Lo pensó bien y fue a su departamento, el cual estaba en el centro de Londres.

Una vez que estuvo listo con ropa limpia, perfume y rasurado, salió de allí rumbo a su empresa.

Llegó a esta y se estacionó en el mismo lugar de siempre. Subió al elevador rumbo a su piso de oficina. Cuando llegó al último piso las pocas miradas se posaron en él como era costumbre para él.

Vio el escritorio de su secretaria y asistente, el cual estaba vacío. Frunció el ceño, todos sabían que tenían que estar en sus puestos de trabajo cuando él llegara y cuando se fuera. 

Miró hacia todos lados, antes de entrar a su oficina y se llevó la grata sorpresa de que su asistente y secretaria estaba allí con unos documentos en las manos, colocando el café que siempre le traía a esa hora de la mañana. Mordió su labio ante tan maravillosa vista, de su pequeño y bien formado trasero.

Tosió en falso logrando que su asistente y secretaria, se asustara. 

— Buenos días, señor Pisinis — murmuró sonrojada.

— Buenos días, Señorita Walsh —dijo frío, y luego caminó hacia su escritorio—, ¿Qué hay para mí hoy? —se sentó en su silla mirando a la rubia buscar una pequeña, pero útil libreta.

— Tiene una reunión a las diez treinta con C.C Company, después tiene un almuerzo a las dos con su mejor amigo y por último su esposa llamó para decirle que viene a verlo a las cuatro. Eso es todo — dijo la rubia sin rodeos, y sin tartamudear. 

Markus gruñó alto, no quería verla, algo tramaba.

— Cancela esa cita con ella, dile que tengo varias reuniones durante el día y en la noche tengo una cena de negocios muy importante... No sé, inventa algo —dijo lo último con indiferencia. 

— Está bien, señor Pisinis. Le diré eso cuando pregunté por usted. Si ya no me necesita, me iré a trabajar —la rubia se despidió de él con una inclinación de cabeza antes de salir de allí.

Markus miró como salía de allí, sin percatarse de que él la estaba mirando, en específico, su trasero.

Hace seis meses que Luisanna trabajaba para él. Se sorprendió cuando ésta le entregó su currículum, no tenía experiencia, pero Markus se había encargado de contratarla. Luisanna le había dicho que podía aprender rápido y que no se arrepentiría si la dejaba trabajando. 

Markus había visto como los ojos de la rubia imploraban el trabajo y él aceptó con la condición de que tomara el de ser su asistente también en vez de tomar el de secretaria solamente. En el piso donde se encontraba la oficina de Markus, no había muchas personas, por decisión y orden de él.

Un suspiro salió de sus labios cuando encendió la computadora para revisar los correos electrónicos de algunos interesados en hacer negocios.

Afuera de su oficina, se encontraba la rubia intentando concentrarse en algo que no sea su hermana menor, había recibido una llamada del hospital donde estaba.

Le habían informado de que tenía que ir lo antes posible para pagar la cuota de la estadía y medicamentos de su hermana. Ella no tenía tiempo para hacer nada, no tenía vida social fuera de la empresa, las chicas que estaban en los pisos inferiores del edificio la odiaban, sólo por el simple hecho de que estaba en el lugar que muchas de ellas deseaban, que buscaban desde hace varios años y que ella había conseguido en un sólo día.

Mordió su labio con fuerza, ni quería tener enemigos en el ámbito laboral, no deseaba tampoco tener que lidiar con los chismes de pasillo. 

Hizo un puchero sin intención alguna y comenzó a hacer nóminas. Se levantó de su silla para ir a la copiadora y sacar varias copias de algunos contratos que Markus tenía que firmar. Aunque suene extraño ella siempre se queda con una copia para evitar futuros conflictos.

Una vez que estuvo listo, las dejó sobre su escritorio y fue hacia la oficina de Markus, para que éste leyera y firmara los que les parecía mejor. Tocó la puerta dos veces, para que Markus supiera que era ella, tenía ese pequeño privilegio. La única persona que él recibía era a ella.

Una vez que obtuvo el permiso para entrar, se acercó a Markus, el cual tenía la mirada fija en la computadora.

— Llegaron estos contratos hace unos minutos, son de empresas minoritarias y algunas son de gran prestigio —le informó y Markus asintió subiendo la mirada hacia ella.

— Está bien, déjalos allí, luego los veré. Si eso es todo por ahora puedes ir hacer algo que tengas pendiente —dijo indiferente—. Antes de la una y media te quiero aquí, iremos a un almuerzo de negocios. Espero que no se te haya olvidado.

—No... Estaré aquí, antes de esa hora. Permiso —dijo nerviosa.

— Esta bien, puedes irte — volvió su vista hacia el ordenador.

Luisanna soltó un suspiro de alivio una vez que estuvo fuera de la oficina de su jefe, no le gustaba estar mucho tiempo con él y más en lugares tan privados como lo era su oficina. 

Dejó todo en orden y caminó hacia el elevador sintiendo las miradas de algunas de las mujeres que estaban trabajando en ese lugar. Negó con la cabeza, ellas no valían su tiempo. Tomó un taxi hacia el hospital donde se encontraba su hermana desde hace unos meses, antes de comenzar a trabajar para Markus.

Bajó de éste no sin antes agradecerle y luego pagarle. Fue directamente al elevador donde marcó un número que ya se sabía de memoria. Las puertas se abrieron y caminó hacia el consultorio del doctor de su hermana.

Tocó la puerta y luego escuchó un "pase".

— Hola, doctor Cameron —murmuró una vez adentro.

— Oh, Señorita Walsh. Es bueno verla por aquí. Tome asiento, por favor —señaló la silla que estaba enfrente de él.

Luisanna asintió para después hacer lo pedido.

— Estoy aquí, dígame la razón de su llamada a mi trabajo —dijo sin rodeos.

— Bien, si usted así lo quiere —dijo serio—. Necesitamos que pague la mensualidad que tiene pendiente, sabe bien aquí le estamos abriendo las puertas a usted para que su hermana esté con nosotros, pero usted debe varias semanas las cuales equivalen a un mes.

— Eso ya lo sé, y apenas tengo sólo un poco más de la mitad.

— Creo que con lo poco pueda pagar estará bien, pero ese no es el punto. Necesitamos que sea hoy mismo que pague lo que debe, como usted dijo la mitad estaría bien para esta semana. Pero para la próxima tiene que traer el dinero completo.

— Sí, doctor. Eso haré — mordió su labio.

— Hay algo que estuve investigando esta semana y creo que eso a usted le encantará — sonrió, un poco—. Como sabe aquí en Londres no tenemos muchos recursos con la ciencia. Para no alargar tanto las cosas hay un tratamiento para su hermana. Los ojos de Luisanna se iluminaron al escuchar esas palabras salir de ese señor, que hasta ahora se había mostrado frío y reservado con ella.

— ¿Un tratamiento? —preguntó, sin poder creerlo.

— Sí. Pero ese tipo de tratamiento no lo dan aquí en Londres, es en Boston.

— ¿Es muy caro ese tratamiento? 

— El precio es lo de menos, ahora la pregunta: ¿Qué estarías dispuesta hacer para salvar la vida de tu hermana?

— Haré lo que esté a mi alcance para hacerlo. Pero tiene que decirme el precio.

— Doscientos mil dólares — toda ilusión que tenía Luisanna se fue al caño.

— ¿Tanto?

— Así es, ese precio está para la estadía de tu hermana, por lo menos por unas semanas o meses en lo que se recupera del todo. También estaría el costo del viaje, también la comida y otras cosas que ella necesitaría para poder sobrevivir allí —colocó sus manos sobre el escritorio.

— Yo... Hmm. No sé qué decir, iré a ver a mi hermana y después le diré que haré —se levantó —. Gracias por todo.

— No es nada, recuerda que la vida de tu hermana está colgando de un hilo y que en cualquier momento puede colapsar —eso fue lo último que Luisanna escuchó antes de salir de allí.

Fue al baño más cercano, encerrándose dentro de éste, comenzando a llorar en silencio como si su vida dependiera de eso.

Sólo a ella le pasan esas cosas tan horribles, primero sus padres desaparecieron como por arte de magia una mañana que iban directo al trabajo.

Todo lo malo le pasa a personas que no lo merecen.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo