Capitulo cuatro

Dereck

Acelero el auto de mi hermana, esta mujer esta loca si cree que voy a permitir que se vaya así como si nada y encima con Cecilio, creí que no habías vuelto por ella, y no era así, pero volverla a ver hizo que se despertara todo lo que siento por mi estrella.

Busco mi teléfono para llamar a mi hermana, suena una, dos veces cuando creo que no me va a atender lo hace.

—Hola. —su voz sale adormilada. —¿Quién habla?

—¿Dónde vive Leyna? —no hace falta que le diga quien soy.

—¿Dereck? —asiento como si me pudiera ver. —¿Qué hora es?

—Tarde Marlene, —doblo por donde creo que se fueron. —Dame la maldita dirección. —ordeno.

—No hagas una idiotez, la Leyna que dejaste hace más de un año murió. —me di cuenta, sus palabras me lo dejaron claro. —Te la paso por mensaje. —corto la llamada, revisó los mensajes y voy en la dirección correcta.

Llego justo cuando están ingresando a su edificio, la muy condenada me ve, nuestras miradas se entrelazan, pero se cortan cuando Cecilio le dice algo al oído, maldita sea estoy que hiervo de la rabia.

Bajo apresurado, pero ellos ya entraron, maldita sea ¿cómo voy a entrar? En eso una rubia de curvas exuberantes sale del mismo, me escanea de arriba a bajo.

—¿Buscas a alguien? —su mirada recorre todo mi cuerpo.

—Si, a mi novia. —hace una mueca de disgusto. —Pero olvidé mi llave. 

—No puedo dejarte pasar. —mira para dentro y después a mí.—Puedo hacer una excepción. —me da una mirada sugerente el Dereck viejo hubiera aceptado pero este no.

—Gracias. —paso por su lado sin mirarla, creo haber escuchado un gruñido de su parte, pero no me importa.

Llego hasta donde está el ascensor, pero se encuentra detenido, aprieto el botón, pero nada sigue igual espero unos minutos hasta que funcione y por arte de magia comienza a bajar. Una vez que llega ingreso en la caja metálica, el perfume de Leyna está impregnado en el lugar, pero lo que me hace rabiar es el olor a sexo que hay, es imposible ella no es así.

La campana suena haciéndome salir de mis pensamientos, salgo buscando su departamento, cuando estoy enfrente no sé si tocar, ¿qué le voy a decir? Lo que sientes por ella, no es tan fácil. Pero ¿desde cuándo he sentido miedo? Desde que patio tus bolas por patán, ¡carajo! Puede ser cierto Leyna golpea fuerte.

Junto valor y doy unos toques suaves a la madera, pasan unos segundos la puerta se abre dejando ver a mi estrella algo despeina, escaneo con mi mirada porque es imposible que haya tenido sexo en el ascensor, pero todo indica que sí.

—¿Qué haces aquí? —pregunta.

Cuando voy a responderle Cecilio aparece sin camisa, mi sangre comienza a hervir, me abalanzo sobre este idiota golpeando su cara, pero es bastante ágil me devuelve el golpe comenzamos a golpearnos.

—Dios paren se van a matar. —siento la voz de Leyna.

Es como si mi cerebro reaccionara dejo de golpear al italiano, pero el idiota me da un golpe en la mejilla haciéndome caer al suelo.

—Tú no aprendes, —maldito italiano de pacotilla. —Te moleré a golpes si no te alejas de nosotros. —su amenaza me causa gracia.

—Veo que manejan tu vida. —Leyna aprieta sus manos en puños, sé donde darte querida.

—Cecilio largo, —el italiano la mira mal. —Después hablamos. —se coloca la camisa de mala gana.

—Estás loca, —le da una sonrisa. —Pero así me gustas. —la acerca a su cuerpo y deja un beso en sus labios.

Me levanto de un salto, debe querer que lo mate.

—Aleja tus manos de ella. —lo empujo haciendo que trastabille.

—Oblígame. —se acerca a mí, pero ya me cansé de esta situación. Lo tomo por su camisa empujándolo hasta fuera del departamento.

—Aléjate de ella. —lo tiro al suelo y cierro la puerta dando un portazo.

Me giro para buscar a la mujer de mis pesadillas está apoyada contra la pared con los brazos cruzados, está muy enojada.

—¿Terminaste? —sigue en su postura de chica mala. —Porque me quiero ir a dormir. —se descruza de brazos caminando hasta lo que supongo es la cocina.

—¿Dónde crees que vas? —la tomo del brazo acercándola a mi cuerpo, acerco mi nariz a su cuello. —Hueles a sexo. —la suelto como si quemara.

—¿Y a ti que? —se encoge de hombros. —Es mi vida Dereck no debe importante con quien me acuesto. —Marlene tenía razón la Leyna que conozco murió.

—Volví por ti. —susurro, pero ella suelta una carcajada.

—Llegas tarde. —tiene esa maldita mirada desafiante. 

Apoyo mi espalda en la pared más cercana, toco mi labio por el dolor, carajo tengo sangre el italiano tiene la mano dura, suelto un suspiro cansado.

Levanto la vista, pero Leyna no se encuentra, la busco con la mirada, pero nada, se debe haber ido a dormir, mejor me iré, estoy cansado y no quiero más problemas. Tomo el pomo de la puerta, pero su voz hace que me gire.

—Te curaré las heridas y te largas. —se acerca hasta mí, tomándome de la mano.

Hace que me siente en el sillón mientras ella toma lugar en la mesa de centro, no me mira a mí si no a mi labio roto, sé que está nerviosa su respiración errática me lo confirma trato de no tocarla, pero mis impulsos me ganan, mis manos viajan a su cintura diminuta, la extraño demasiado.

—Suéltame Dereck, —sus ojos me aborrecen tanto. —Por tu bien hazlo.

La suelto de mala gana, sigue como si nada pasando el algodón por mi labio por más que busque donde quedo mi estrella no la encuentro, ¿Qué esperabas?, La verdad ni yo lo sé. Estaba tan acostumbrado a que me perdonara una y mil veces que esta nueva faceta de ella me asusta, no por como es sino por el miedo a perderla.

—Listo. —me saca de mis pensamientos.

—Gracias. —me levanto para irme, pero vuelve a tomarme de la mano. 

—Dereck si es verdad que viniste por mí, —sus ojos brillan como dos estrellas. —Vete, vuelve a Alemania. —tomo su mano acercándola un poco a mí.

—¿Tanto me odias? —omito lo que dijo. Niega un con una media sonrisa.

—No te odio Dereck, —mis esperanzas crecen. —Pero ya no te amo. —es como si hubiera clavado un puñal en mi corazón. —Por eso te pido que te marches, no me busques, no me llames, no quiero saber nada de ti.

Se aleja con rumbo hasta la puerta la abre y me hace una seña con su cabeza, no hay que ser un genio para saber que debo marcharme.

Camino hasta posicionarme frente a la mujer que siempre estuvo, pero que no supe amar, sus ojos están tan endurecidos como dos cubos de hielos, es como si hubieran perdido la vitalidad.

—Me iré si, —sonríe abiertamente. —Pero no de tu vida. —abre su hermosa boquita, pero pongo un dedo sobre sus labios. —Primero lucharé por tu perdón cuando lo consiga, lucharé por nosotros y después por hacerte mi mujer. —dejo un beso en su frente.

Pareciera que esos dos luceros que se carga brillaran, pero no soy merecedor de ver una estrella resplandecer.

—¿Es una promesa? —asiento acariciando su mejilla. —No pierdas tu tiempo Dereck. —suelto una carcajada, será un hueso duro de roer.

—Yo no le llamaría perder el tiempo, —voy saliendo de su departamento, me giro un poco. —Si se trata de ti. —le doy una pequeña sonrisa, pero la condenada me cierra la puerta en la cara.

Suelto otra carcajada, me sacará canas verdes, pero lograré mi cometido mein stern (mi estrella) fue, es y seguirá siendo mía.

Presiono el botón del ascensor, cuando las puertas se abren me encuentro a la misma rubia de hace un rato, vuelve a recorrerme con su mirada, se le forma una sonrisa maliciosa en sus labios, si Leyna se puede divertir ¿por qué yo no?

☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo