Capítulo 01

"Bienvenidos a mi mundo"

Elías.

El timbre de mi teléfono suena indicando la hora de salida a través de la alarma, paso a paso voy en camino al área de descansos para médicos que solo consta de cuatro sillas, una mesa y un estante con una cafetera y a un lado la nevera pequeña que usamos para guardar las comidas cuando tenemos turno.

Abro la puerta y doy un bostezo, Jack Phith (Cardiólogo) y Carlos Medina (Neurólogo) están sentados como de costumbres hablando de trivialidades. —Que colegas más perezosos me gané— Ambos me miran y dan como saludo un asentimiento de cabeza pero no dejan de conversar, tomo una de las sillas y postro mi trasero en ella.

El sueño me está matando, quiero descansar al menos diez minutos antes de seguir con mi labor. Son las tres de la mañana y los pacientes parecen estar descansando, la mayoría de las veces a estas horas las cosas son más movidas, vamos de un lugar a otro, de una habitación a otra revisando los datos actuales y cerciorándonos de que las enfermeras hagan su trabajo y coloquen el medicamento tal como se debe.

Cierro los párpados unos segundos, siento el peso de inmediato y entonces me dejo llevar...

— ¡Deja eso!— un grito proveniente de Jack llega pero sigo metido en mi sueño.

— ¡Maldita mujer! —entonces y solo así abro mis ojos con pereza, viendo como Elza Rondón la médico general del hospital manda a volar de una patada a Carlos.

—No se fuma en esta área, puerco.— Sus ojos negros tienen esa chispa de ira que hace que todos le teman, en vez de atacarla ambos hombres dan pasos atrás hasta salir corriendo por la puerta.

— ¿Que me vez?— gruñe y la ignoro, como siempre hago desde que llegó hace unos meses.

—Nada bueno, en realidad — digo saliendo y alejándome de aquella mujer que grita peligro, odio y soledad en su rostro.

Desde que llegó al hospital no ha sido más que problemas para todos, es un verdadero grano en el culo. Su actitud da migrañas, se comporta como una salvaje y su forma de tratar o responder a otros da mucho de qué desear.

Antes, mucho antes de obtener el título era otra persona.

Una chica más atrayente me atrevo a decir, conversaba con los demás como una persona civilizada y tenía esa reputación de come libros que adoraban los profesores. Pero luego de obtener ese papel o quizás mucho antes, la verdad no lo sé, pero Elza cambió radicalmente volviéndose tosca y amarga para la vida de muchos.

Su nueva reputación tiene mucha marca en las personas que la conocen o llegan siquiera a preguntar por ella. La bruja negra, la chica que detesta todo y a todos, que viste de negro y le saca el dedo medio hasta a los directores...

—No comprendo por qué no estudió para ser forense...— murmuro para mí, cruzando las puertas de la sala de emergencia y lanzando besos a Gigi y Sara quienes son las nuevas enfermeras encargadas del área.

Las dos no deben de llegar a los veintidós años, tienen un cuerpo que deleita mi vista y son muy buenas haciendo el sexo oral, ya lo comprobé, y ahora que lo pienso debería volver a escribirle para hacer un trío de nuevo.

Sin ver por dónde voy pensando en esa tarde dentro del apartamento tropiezo sin querer, quedando frente a una rubia de baja estatura y con la cara pálida que lleva puesto un vestido de estampado floreado que le queda exquisito.

—Hola. — le doy mi mejor sonrisa y ella solo responde con un "a" mal pronunciada. —Soy el Doctor Elías, preciosa ¿en qué te puedo ayudar?— nuevamente la "a" mal pronunciada que poco a poco me está irritando.

—Apártate Prostituto.

Quedo paralizado por tal vergüenza ante la chica y veo de reojo a Elza, con ganas de estrangularla. Esta me ignora por completo y se pone frente a la chica pronunciando muy lento sus palabras — ¿Estas perdida?— la rubia no le responde y entonces la pelo negro saca su teléfono del bolsillo escribe algo y se lo muestra.

La chica asiente apenada y entonces Elza se voltea a verme.

—Es sordo-muda, está perdida y es posible que sea menor de edad ¿aún quieres follartela?

—No quería follar con ella... —las mejillas se me tiñen de la vergüenza y Elza se ríe por lo bajo, tratando de que no la vea.

—Si claro...—toma por el brazo a la chica y le hace un gesto con la cabeza para que la siga—La llevare al área de administración para que me digan dónde está su habitación.

—Ah... Bien, em iré a... —se van dejándome allí parado sin terminar mi excusa, la cual iba con seguridad a ser un desastre épico.

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