3.

3. “Única”  

Maldice por dentro porque siempre tenía que arruinar todo, no podía mantener su carácter guardado frente a nada ni a nadie y complicaba las cosas más de lo que estaban.

Levanta su mirada y sonríe — Lo siento tanto, señor Rodríguez — dice acercándose.  

La observa de una manera extraña — ¿ Cómo puede tener alumnas así en su establecimiento? — pregunta sin mirarla haciendo como si no estuviera ahí..  

Aquella reacción fue buena de parte pensó en ese instante y olvidándose de la beca, regresa a él y lo señala — Estoy acá y puede decírmelo a mí porque no dejaré que nadie hable de esa forma con respecto a mí persona — dice molesta .  

El decano la aparta y se pone adelante — Es que Melo es una muchacha especial — dice sonriendo .  

Eleva sus hombros — Veo que es una joven muy mal educada — sostiene ahora mirándola fijamente.

Esa mirada de él hacía que se ponga nerviosa, jamás nadie se atrevió a verla así y hacer que su mirada baje al suelo porque se quedó muda. Aún parados todos en la puerta de la oficina, el decano le ofrece a Samuel ingresar y por detrás lo hace Melo.

Se sientan uno al lado del otro — ¿ Y a qué debo su visitar señor Rodríguez? — pregunta sorprendido porque nunca solía ir a los lugares donde ofrecía ayuda económica .

Acomoda su corbata, Melo no podía dejar de ver el perfil de aquel hombre. Cada gesto, ese color de cabello castaño corto, los ojos bien celeste y una voz ronca que cualquiera podía quedarse embobada oyendo todo lo que decía hasta perderse. Unos labios carnosos, por la camisa y esa ropa se le notaba que debajo había un cuerpo muy bien trabajado y cuidado. Muerde su labio perdiéndose en su imaginación de pensarlo completamente desnudo.

Escucha a lo lejos una voz que la llama y hace que mire al frente rápido — ¿ qué? — pregunta desorientada .

Ahora Samuel la miraba, el cabello de ella largó desarreglado bien rubio, sus ojos llenos de ojeras, pálida hasta los labios y un gesto triste en su mirada. Un cuerpo bien cuidado, aunque eso no le interesaba para nada tan solo quedó idiotizado por el carácter fuerte que tenía y más contra él.

Jamás nadie lo había tratado como una persona normal todo el tiempo y más sabiendo quién era después eso no cambio en nada. No quería reírse pero esa joven atrajo algo de él sin decirle algo lindo. 

 A sus 31 años, vivía su vida personal con total libertad no quería atarse a nadie y vivía en la noche pasándose a varias mujeres por su cama. Se mantenía en forma solitaria en un enorme departamento, la mayor parte del día se la pasaba de reuniones y en la semana de viajes por trabajo, nunca tomó vacaciones y tampoco conoció a sus padres biológicos. Tenía un amigo que era como su hermano, además de su abogado y socio. Él termino sus estudios de contador público, inicio con algo pequeño y luego se transformó en algo enorme mundialmente. Se dedicó ayudar económicamente para que otras personas como era él en su pasado puedan acceder a una educación sin necesidad de desgastarse teniendo varios trabajos para cubrir sus estudios y así fue como empezó ese proyecto.

Pero como cualquier proyecto estaba ligado a qué se caiga y nada se mantenga por mucho tiempo. Debió empezar a recortar presupuesto pero antes quería recorrer cada universidad para saber cómo seleccionaba quienes debían necesitar su ayuda. Un balance entre todos los estudiantes que eran de él por así decirlo, porque así lo sentía que eran suyos y algún día iba a conocerlos a todos. Los quería ver progresando, siendo alguien en el mundo y sonriendo porque habían conseguido un buen futuro para sus vidas.  

Mueve su mano — ¿ Asique eras mí becada? — pregunta mirándola.

Vuelve a la realidad y ve que esperan su respuesta — Así es pero ya no lo soy porque el señor decano me comunico que no dará más su ayuda — respondió cortante.

La señala — Melo, el señor Rodríguez está recortando sus presupuestos y quiere conocer la universidad para saber si vale la pena invertir su dinero para los estudiantes — le informa .

Frunce su ceño — ¿ Esto será una lotería? ¿ Y quién se cree que es? — pregunta molesta.

Samuel sonríe, esa mujer tenía un temperamento terrible y nadie la podía frenar — No es una lotería, se llama negocios. Ahora dime Melo, ¿ porque tendría que regalar mí dinero a personas que quizás no lo necesitan? — pregunta de repente.  

Se queda completamente muda, pensando en que podía explicar algo de ella para sostener su excusa y no tener que perder un año de su carrera — Porque acá todos los becados necesitamos para terminar, nadie mintió en los papeles y además si se pone a pedir las notas verás que somos los promedios más altos de todos los que asisten a este establecimiento — sostiene.  

Se notaba tan segura de lo que decía que Samuel vuelve su mirada al decano quien asiste con su cabeza — Melo tiene razón, los becados son los mejores en cuanto rendimiento de notas y déjame decirle que ella trabaja para pagarse la otra mitad siempre en termino — responde sonriendo.

 Suspira — En mis tiempos tenía que trabajar también para conseguir terminar mis estudios y mírame en donde estoy ahora, no le hará mal sacrificarse un poco y ver la vida real — dice irónicamente .  

Reacciona y lo señala — Es verdad que no me hace mal trabajar pero te aseguro que en mí trabajo no durarían ni un segundo — le responde cortante .

Se cruza los brazos — No puede ser tan horrible — exclama .

Comienza a revolver sus bolsillos, saca un folleto de su bolsillo y se lo da, Samuel lo lee y después la mira, le responde con una sonrisa — Todas las noches me encontrará ahí cuidándome sola las espaldas porque hombres como usted no conocen los límites y “no ” de una mujer — dice moviendo sus manos .

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