«Sé que eres gay, y que te gusté, ¿así que por qué no me alcanzas en mi auto y continuamos en mi casa?» Tres horas atrás, Gabriel, a sus veintiocho años, siendo el presidente una agencia de publicidad de mediano existo, no habría imaginado que el fundador de una de las empresas de entretenimiento más importantes del mundo; lo sacaría, en un mensaje de texto, del closet del que nunca se planteó salir. Ni las consecuencias que acarrearía para su vida.
Leer másSacó una tableta de diez pastillas del bolsillo del pantalón. La mitad de los espacios estaban vacíos, y pronto se sumó uno más, extrayendo una sexta pastilla que echó a su boca y se la pasó sin un trago de agua. Bien dicen que la practica hace al maestro, y Ander tenía suficiente practica con las pastillas para el dolor de cabeza, fieles compañeras en fechas recientes, como para que se le atorara.De pie frente a la pared de cristal de su oficina, recargó el brazo en la capa trasparente separándolo a través de su blindaje, del vacío, por fortuna o por desgracia, y apoyó en él la frente, el gris reflejando las luces de la dormida Marvilla. Su mente, lejos de la ciudad, en puntos diversos que iban, más que a sitios, a dos personas. Las dos personas más importantes de su vida.El celular en el escritorio vibró una vez.Desinterés.El celular en el escritorio vibró por segunda ocasión.Fastidio.El celular vibró en el escritorio tres veces.Los pies de Ander se giraron a una velocidad in
Anocheció y, como solía pasarle en esa época del año, el trabajo la retuvo en el taller más de veinticuatro horas seguidas. Regresar a su casa ni siquiera fue una opción. Ir por Gabriel para llevarlo al hospital… Menos. Por suerte para ella, tenía a dos hombres dispuestos a hacerlo. Dos opciones que creía eran más viables a los gustos de su prometido. Un periodista bien parecido locamente enamorado de él, y un hermano muy guapo que al menos le relajaría la vista. Así que por ese lado no sentía culpa. Bostezó, ajustando el saco a su cuerpo. Por la falta de sueño, más que por el clima costero de Marvilla, el fresco de la tarde le sentaba mal. Movió el cuello, y empujó la puerta trasera de Rêve, el frente cerrado al público. Hacia una hora que el resto del personal se marchó. Dentro sólo estaba ella, sus manos perfeccionistas ajustando los detalles de un enterizo formal, y Catherina, a quien le ganó la apuesta para que la dejara ir a la tienda cruzando la calle. Una tienda de veinticu
La silla de ruedas fue empujada por Roberto hasta la entrada del edificio, donde aguardaba una elegante camioneta negra con los vidrios polarizados, igual de desconocida que el guardaespaldas, un tipo fornido que dio un toque a la puerta del pasajero, avisando a quien estuviera dentro, y enseguida la abrió.Del interior de la camioneta salió un hombre alto cuyos rasgos, aunque masculinos, conservaban la simetría genética de la familia Echeverría.—Cuñado —el saludo del hombre develó de inmediato su identidad, al dar pasos largos alcanzándolo, empleando un tono formal y accesible—. Andrea no podrá acompañarte hoy, así que insistí en venir en su nombre —se colocó detrás de la silla, tomando las manijas.Entre Roberto y Eduardo hubo un rápido intercambio. No más de tres palabras por cada uno, tras las cuales Gabriel quedó en poder de Eduardo, empujándolo a la camioneta, en tanto hablaba de lo feliz que le hacía tener la oportunidad de conocerlo, disculpándose por su apretada agenda.Orde
Por un breve instante al abrir los ojos, fijos en el techo, regresó en el tiempo a las madrugadas en que despertaba y a su lado estaba Ander.A veces, dormido; a veces, resolviendo un pendiente en el celular.En el primer escenario, Gabriel volvía a acomodarse, acercándose caprichosamente, siendo sorprendido por los brazos del CEO que se extendían en un claro de consciencia hacia él, lo rodeaban, lo atraían al cuerpo desnudo del hombre más deseado de Marvilla, y los dos se sumían de vuelta en los sueños.En el segundo escenario, Ander se disculpaba por interrumpir su descanso, aun sin ser su responsabilidad o culpa. Si el asunto no era urgente apagaba el celular y lo abrazaba para recostarse juntos. Si era importante, lo acomodaba en lo que conciliaba el sueño, y si no veía que lo lorara, le pedía algún consejo para entretenerse hablando.Se giró a la derecha.En el lugar en que deseó encontrar a Ander, no halló más que ausencia. Y, en el sillón, a Roberto leyendo el contenido de un a
“Piel blanca como la nieve (…)”, la oración de aquel viejo cuento de hadas acudió a su mente al ver a Gabriel dormido, aún pálido en su convalecencia.Era hermoso, más hermoso de lo que recordaba.Verlo dormido, lo hizo consciente de cada segundo transcurrido desde la última vez, no de que se vieron, sino de la última vez que lo sostuvo en sus brazos y lo besó. Si tan sólo su orgullo no se hubiera interpuesto entre ambos, abriendo una brecha para que los planes de Andrea y Eduardo se colaran con mayor facilidad por ella para alejarlos, quizás ese día, esa noche, no estarían ahí. Uno profundamente dormido, y el otro agradeciendo que no cambiaran la cerradura de la puerta, para entrar a hurtadillas. Estaría en su penthouse guardando el secreto frente a los padres de Gabriel.En algún momento, ahora entendía que no muy lejano, le habría hablado de su relación con los Echeverría, y de los motivos por los cuales creó tantas empresas para invertir en Figgo, buscando deshacerse de la idea de
No tenía sentido la cantidad de mala suerte de las últimas semanas. Parecía que la vida creía que era buena idea cobrarle de una, la totalidad de sus deudas, con intereses incluidos. El escándalo de los problemas legales a los que se enfrentaba Antares, siendo acusado por una pequeña empresa de publicidad y marketing de usarla para lavado de dinero, a través de la creación de empresas fantasmas que invertían en ella, fue una bomba que estalló el día anterior y en cuestión de minutos inundó las redes sociales. En la tarde, las acciones de Antares estaban de cabeza. Lo único bueno fue que la información del juicio para solicitar una orden de alejamiento, no salió a la luz, dejándole en claro quienes estaban detrás de la fuga de información. A los Echeverria no les convenía involucrar directamente a Gabriel. Un alivio en el desastre. La oficina de secretariado no se daba abasto con las llamadas inundando las líneas, al grado que Matthieu tuvo que dar la orden de dejar de responder a nú
Los medicamentos que le recetaron a Gabriel, enfocados a controlar las secuelas de la contusión, así como a atender las consecuencias de la sobrecarga de trabajo (cansancio crónico, anemia y gastritis aguda) que ocasionó el accidente, lo hacían dormir la mayor parte del día y la noche. Lo cual, por mucho que limitara sus interacciones a breves periodos en los que despertaba, antes de tomar la siguiente dosis, Roberto creía que era preferible. Una preferencia que abarcaba su salud física, acelerando el proceso de recuperación, y su salud emocional, por la mirada que se instauraba en su rostro y que trataba de disimular ante él. Un esfuerzo inútil, con la claridad de sus ojos reflejando el tormento en su pecho, desbordando cuando creía que estaba solo, refugiándose en el anodino paisaje de la ventana. En esas ocasiones, Roberto, en vez de entrar a la habitación, retrocedía unos pasos y esperaba paciente a que un suspiro lo desconectara de sus pensamientos. Recomponiendo el gesto, el pe
Aliviado de recibir el alta, y no continuar siendo una carga para la familia Echeverria, que prácticamente cubrió con los gastos de una hospitalización que fue consecuencia de su propio descuido, Gabriel fue llevado de vuelta a su departamento. Aunque pensó que sus padres se opondrían, y lo obligarían a pasar la convalecencia en la casa familiar, no lo hicieron, y no fue sino hasta que lo instalaron en su habitación, que entendió la razón.Su madre, la mujer que pasó noches enteras velando por él a lo largo de su vida y en los últimos días en el hospital, con cierta resistencia evidente en su semblante a pesar de sus palabras, se apartó de su lado al llegar Andrea, quien estuvo a cargo de la documentación del alta, y les dejó adelantarse.A los ojos de la señora De la Cruz, y con el corazón negándose a aceptarlo, Andrea era quien debía ocupar el sitio al lado de la cama de Gabriel.Asegurándose de que el departamento tuviera lo necesario para que estuvieran bien, con la idea de que An