Un Amor en Grecia (Saga Posesivos-Libro 1)
Un Amor en Grecia (Saga Posesivos-Libro 1)
Por: Katy Guardado
Capitulo uno

Leandro

—¡LARGO! —gritó fuera de mis cabales. —Pasa por recursos humanos —le digo, mirando el desastre que hay, sobre el escritorio de madera.

—Idiota —grita con su ego por los suelos, camina con paso seguro y sale dando un portazo.

—Necesito otra secretaria —exclamo para mi mismo, un día me volveré loco.

Tomo el teléfono que se encuentra sobre el escritorio para llamar a recursos humanos, espero que sepan conseguir a alguien que este a la altura de la situación, no es tarea fácil, ya que soy muy exigente, pero vamos solo deben llegar a horario, hacer bien un maldito café y cumplir con su trabajo, ¿Es mucho pedir?.

—Alex —digo cuando toman la llamada, mientras trato de limpiar este desastre.

—¿Señor? —pregunta del otro lado de la línea, en un murmuro, giro mis ojos por lo exagerado que es este chico, ni que fuera a despedirlo si no consigue a una secretaria capacitada.

—Dale su cheque a la señorita Colonomos y pública un nuevo aviso. —ordeno cambiando el teléfono de mano para seguir limpiando, parezco criada, ¡Joder!

—Señor con todo respeto, es la quinta secretaria en un mes y está ni tres horas duro. —su reclamo me molesta y hace gracia, ¿Quién le pidió su opinión?. 

—Te pago para que obedezcas, no para que juzgues mis órdenes. —respondo con los dientes apretados., tratando de calmar mi malhumor.

—Si señ... —cuelgo la llamada antes de que termine de hablar, me levanto furioso para terminar de limpiar el líquido que derramo la ex secretaria. 

Por qué por estar coqueteándome en desmedida y mostrando sus pechos operados (no me malinterpreten la mujer es hermosa, pero hueca), tiró el café en un importante contrato que debo de leer, firmar y usar en la próxima reunión. Si no hubiera sido mi secretaria podría tener una oportunidad conmigo, sin embargo no mezclo sexo con trabajo y parecía no entenderlo o le importaba una m****a, sea cual sea, ya no es parte de mi staff de trabajo.

Camino al cuarto de baño que tengo en mi oficina a cambiarme de ropa, porque también lo derramo sobre mis pantalones, unos minutos después cuando termino me dirijo a la silla de color negro que se encuentra detrás del escritorio esperando por mí, para seguir trabajando tomo asiento en ella, busco mi móvil lo tomo  entre mis manos y escribiendo un mensaje a la única persona que me puede ayudar.

Mensaje:

Necesito tu ayuda.

Pasan unos minutos y como respuesta recibo un simple ok, con un emoji enfadado, es tan madura.

Con todo este lío no me he presentado mi nombre es Leandro Doxiadis, (si soy griego) tengo 30 años, soy el CEO de empresas Doxiadis, somos dueños de cadenas de hoteles, clubes, bares, restaurantes entre otras.  Hace 5 años tomé el cargo cuando mi padre Karsten sufrió un infarto por exceso de trabajo y mi madre Kolina, lo obligó a retirarse, esa mujer es de temer cuando toma una decisión y mi padre fiel a él, obedeció sin chistar.

Mi hermana Aglaia, tiene 23 años y estudia diseño de interiores. Era muy pequeña en su momento y tampoco le gusta el negocio familiar, así que me hice cargo, todo iba bien hasta que hace un mes Greta la secretaria de mi padre y después mía decidió jubilarse para cuidar a su marido enfermo, debí hacer algo para qué se quedará, es tarde para lamentos. Y todo se fue al carajo, como dijo Alex pasaron 5 secretarias en un mes, son muy coquetas, no saben hacer bien un simple café, pierden contratos o llegan tarde. ¿No hay una como Greta?.

Pasan dos horas y cada vez me desespero más, si esa niña no hace uso de presencia de verdad que me volveré loco, necesito una solución para esto y sin secretaria no sé existir, solo espero que el pitufo gruñón no me asesine.

Salgo de mis pensamientos cuando siento la puerta ser abierta de golpe dejando ver a un duende muy enfadado de 1,60 metros, de cabellos rubios, ojos azules, es la viva imagen de mi madre, pero con los ojos de mi padre.

—¿Eres idiota? —grita caminando a mi encuentro. —No puedo venir cada vez que despides a una secretaria —chilla haciendo un drama, ni que la hubiera llamado tantas veces en este tiempo. —¿Y ahora qué fue?, ¿El café frío?, del niño. —se burla de mí, su gran amigo, protector, salvador y lo más importante su hermano.

—Hola, hermanita yo estoy bien Y ¿Tú? —respondo con sarcasmo, me saca la lengua con toda la madures que tiene, ósea nada. —Para tu información se pasó de coqueta y derramó el café arriba de un contrato muy importante que lo necesito para el almuerzo. —me fulmina con la mirada y la muy condenada me responde.

—¿Tanto lío por eso? —pregunta alzando las manos al cielo. —Hay archivos de todos los contratos, le mandas hacer una copia y listo —dice mientras que pasa por mi lado sin saludarme porque estaba parado esperando un abrazo que nunca llego y se sienta en mi silla para empezar a girar en ella.

—¿Era una inútil lo dije? —pregunto caminando a la silla frente a ella.

—Está bien —responde con cansancio, pongo cara del gato con botas, comienza a negra y ya sé lo que sigue. —Pero... —levanto mi mano haciendo que se calle abruptamente.

—¿Pero qué? —la interrumpo de malhumor, ya que no me gusta que me nieguen nada.

—Será la última, lo digo en serio, tendría que estar estudiando para un examen. —me siento culpable Aglaia no debería estar pagando mis arranques de rabia.

—De acuerdo trato de suavizar mi tono, ya que no es responsable de nada.

Me da una corta sonrisa sincera y todo el malhumor que sentía se me pasa al instante, ella es mi talón de Aquiles, no hay nada que no le diera o hiciera por el duende.

Después de volver del almuerzo y haber cerrado un contrato jugosisimo con unos chinos los cuales se vieron muy interesados en la propuesta de Andre para las nuevas reformas de un hotel, entro en mi despacho, veo a mi hermana dejando unas carpetas sobre el escritorio, levanta la vista y me señala las hojas que hay encima de este, camino hasta su encuentro, tomo asiento en la silla y comienzo a leer los diferentes perfiles de las aspirantes.

—¿Conseguiste algo? —pregunto desesperado y ella levanta su mentón con superioridad, ¿A quién saco ese ego?, me interrogo mentalmente y después recuerdo que es una Doxiadis.

—Obvio hermanito, ¿Con quién crees que tratas? —sonríe de una forma muy extraña, ¿Qué está tramando?

—¿Quién es? —pregunto a un paso del colapso por tanto misterio que se ha formado. 

—Es alemana se llama Marlene Fischer tiene 25 años, secretaria ejecutiva graduada con honores y es políglota. —lo dice todo de corrido, creo que se quedó sin aire.

—¿Pero está dispuesta a vivir aquí? —indago no muy convencido, ya que es un cambio drástico.

—Si, no tiene problemas. —responde y sigue con esa sonrisa que me confirma que ha hecho una travesura como cuando era pequeña. Tomo la carpeta para ver sus datos personales y me quedo sin aliento es hermosa cabello negro, ojos del mismo color que contrastan con su piel lechosa, y labios para mord... ¿Pero en qué estoy pensando?, levanto la vista y veo a Aglaia mirándome fijamente, carraspeó por la incomodidad de su mirada.

—La entrevistaré. —es lo primero que digo para que deje de estudiarme con su mirada.

—Ya está contratada. —responde con esa sonrisa que heredo de mi madre y asusta, pero ¿Qué m****a dijo?, giro mi cabeza como la niña del exorcista para mirarla detenidamente, ya que esta a mi lado.

—¿QUÉ HICISTE QUE? —pregunto gritando, maldigo para mis adentros cuando veo su mirada asustada por mi exabrupto y después la cambia a una de peligro, si mi padre me oyera como la trate me mate sin pensarlo dos veces.

—Mira, —toma aire tratando de no golpearme.  —Primero dejas de gritarme, —enumera con sus pequeños dedos. —Segundo es la mejor, habla 4 idiomas, su curriculum es impecable, trae buenas recomendaciones. —al parecer es la mejor en la rama, pero sigo sin fiarme. —Y tercero yo no puedo venir cada vez que eches a alguien por un café frío. —la fulmino con la mirada, ni que fuera un ogro.

—La pondré a prueba un mes si no me gusta se va —digo para no matarla por tomar una decisión sola, pero sé que no lo dejara así, no es su estilo.

—No —habla muy calmada y eso me exaspera. —Serán tres meses y si en ese tiempo no sirve la echas, pero si lo haces antes le diré a mamá que sea tu secretaria. —¿Qué?, ni en un millón de años quiero a Kolina aquí, ni de broma.

—¡Estás loca! —exclamo frustrado, sin embargo no hay salida, o es la alemana o mi madre aquí metiéndose en todo lo que hago y ni loco acepto eso antes vendo la empresa y me hago monje. —Tú ganas. —suelto con todo el dolor del mundo, nunca pierdo nada, pero al parecer hay una primera vez.

Se levanta de su silla con esa sonrisa de bruja maldita que carga, me da un beso en la mejilla y dice que la nueva estará mañana a primera hora de la mañana y por el bien de todos espero que sea así, necesito un poco de paz y esta mujer traerá lo que necesito ¿O no?

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