El movimiento de Jhon fue preciso y habilidoso. Su bastón de golf fue a golpear la parte trasera de la rodilla de Heston, que cayó al suelo con un grito de dolor.Él parecía relajado, como si estuviera dirigiendo una obra teatral en la que conociera perfectamente el desenlace.—Chiara, ve a la habitación, amor. ¿Por favor? —En contraste con lo que estaba haciendo, su tono fue muy dulce y Chiara obedeció sin dudarlo, pero no se molestó en encerrarse, porque mientras Jhon estuviera allí, ella no tenía nada que temer.En cuanto ella desapareció por la puerta, él pateó a Heston para que quedara boca arriba.—No sabes la suerte que tienes, infeliz, yo tengo permiso de disparar armas en todo el mundo y tú estás traspasando propiedad privada —siseó—. No tienes idea de cuánto me estoy conteniendo para usar solo un maldit0 bastón de golf.Lo descargó sobre un costado de Heston y lo vio intentar retroceder.—Ya te di una oportunidad de huir —dijo con voz baja—. Y aun así regresaste para lastima
Chiara pestañeó, aturdida. Siempre había sabido que él no era un príncipe azul, después de todo, había permitido que el enemigo de su hermano se ahogara en cemento sin mover ni un dedo para salvarlo. Pero era cierto, no estaba hablando con un hombre común, él era el Director de Crimen Organizado de la agencia de espionaje más grande del mundo, era imposible que se comportara de otra forma.Así que realmente solo tenía dos opciones, aceptarlo o alejarse, y alejarse cada vez se le hacía más difícil. Caminó hacia él despacio y no tuvo que decir nada. Jhon tiró de su mano y la envolvió en un abrazo intenso.—La reina está a salvo —murmuró—. Mientras la reina esté a salvo, todo lo demás se puede sacrificar.Chiara le devolvió el abrazo y se puso en las puntas de los pies para besarlo.—No sé en lo que me estoy metiendo —reconoció con sinceridad—. Solo espero que podamos estar bien.Se alzó en las puntas de los pies para besarlo y Jhon se dejó ir en aquel momento. La quería, y estaba seguro
Jhon quería que la tierra se lo tragara. Chiara estaba en aquella foto saludando al mayor capo de la mafia que había tenido Italia en las últimas décadas, porque había sido lo suficientemente inteligente como para ir trasladando sus negocios hacia una espeluznante legalidad.—Lo quiero tras las rejas, Jhon —sentenció el subdirector—. Si no podemos relacionarlo directamente con un cargamento de drogas, está bien, pero ya sabemos que está metiendo dinero en un banco en Zúrich. Nosotros tenemos monitoreadas muy de cerca sus finanzas, y esa cantidad de maletas... tiene que haber más de cien millones de euros ahí, Jhon. Así que necesito evidencia. ¡No puedo retirarme sin ganar al menos un caso como este!Jhon asintió, pero antes de que pudiera inventar alguna excusa, el Subdirector lo increpó.—Solo es evidencia, nada más, y estoy seguro de que puedes conseguirla —dijo con un tono que lo puso alerta en un segundo.—¿Disculpe? —murmuró—. ¿Qué lo hace creer que yo podría...?—¡Por favor, Jho
Jhon sentía que el pecho le apretaba mientras Chiara lloraba en sus brazos.—Tranquila, no pasó nada... todo está bien, te lo prometo, amor, todo está bien, confía en mí —le aseguró.Chiara seguía temblando, estaba aterrada de que algo peor hubiera podido pasarle.—Solo fue un roce en la cadera. No pasó nada serio...Jhon intentaba calmarla con sus palabras, pero Chiara aún seguía conmocionada. Él la abrazó con fuerza mientras ella seguía llorando desconsoladamente, y de reojo se fijó en el subdirector, que seguía de pie en la puerta.Pasó al menos una hora hasta que Chiara se calmó por completo y salió por un café, entonces su jefe entró para tener la conversación que él estaba esperando.—¿Tú hiciste esto? ¿Tú nos delataste para que cayéramos en una emboscada y así poder traer a Chiara aquí? —espetó con rabia y lo vio asentir con la cabeza.—Esta es una profesión con muchos riesgos, y yo sé aprovechar los riesgos —dijo el subdirector—. Si te comprometes a seguir mis órdenes, entonce
Chiara caminaba desesperada de un lado a otro de la habitación.—No puede ser... ¡Dios, no puede ser! —exclamó mientras la angustia se apoderaba de su corazón.Al otro lado del escritorio estaba Noémi, tan consternada y asustada como ella.—No entiendo cómo esto pudo filtrarse. Quiero decir... ¡Solo nosotras tenemos acceso a esas cuentas! ¡Ni siquiera los gerentes regionales... nadie aparte de nosotras, Chiara!—¿¡Entonces cómo pasó!? ¡¿Nos hackearon?! —espetó su gemela—. ¡Es que no puede ser, Dios mío! Tenemos que averiguar cómo se metieron en nuestros servidores. El resto de nuestros clientes pueden estar comprometidos también. ¡Maldición!Chiara sentía que la cabeza le iba a estallar, se mareó y se apoyó en el escritorio con la cabeza gacha para soportarlo. Noémi salió a hacer una diligencia tras otra, pero finalmente no tuvo más remedio que levantar el celular y hacer aquella llamada.Por desgracia, muy pronto se dio cuenta de que el problema era más grande de lo que creía. Franco
Chiara sentía que no podía respirar, su pecho se apretaba y las lágrimas subían a sus ojos sin que pudiera evitarlo.—¿Cómo pudiste...? —sollozó intentando apartarse de él—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Me... ¡me traicionaste!—¡Claro que no, solo estoy intentando sacarte del problema!—¡¿Sacarme?! —gritó Chiara desesperada mientras se llevaba las dos manos a la cabeza—. ¿Sacarme de un problema en el que tú mismo me metiste? ¡Nadie sabía de Franco Garibaldi! ¡Nadie podía tener acceso a su cuenta más que yo hasta que...!Chiara se alejó tambaleándose y se apoyó en la encimera de la cocina durante un momento antes de abrir apresurada el bote de basura de devolver dentro lo poco que había comido ese día.Jhon se mesó los cabellos con impotencia, pero apenas trató de ayudarla ella se apartó instintivamente. Chiara trató de lavarse la cara en el grifo de la cocina, pero sabía que aquellas lágrimas no dejarían de salir. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto con él? ¿Cómo había sido capaz de l
"Ella pagará por él...""Ella pagará por él...""Ella pagará por él...""Ella pagará por él...""Ella pagará por él..."Aquellas palabras hicieron eco en el cerebro de Jhon como si hubiera sido un pozo sin fondo. Agarró los documentos y comenzó a leer de inmediato la declaración de Chiara. Ella se había presentado voluntariamente, declarándose culpable de todo lo sucedido, incluso de cometer fraude contra el señor Garibaldi, usando su nombre para encubrir el dinero que ella mismo le estaba escondiendo al fisco.—No puede ser... —murmuró con desesperación.—¡Pues sí lo hizo! —gruñó el Subdirector Adjunto—. ¡Y ahora Garibaldi está libre y desapareció de nuevo!Jhon se levantó su escritorio y tomó su chaqueta para salir, pero su jefe lo retuvo del brazo.—¿A dónde vas?—¡¿A dónde crees?! —gruñó Jhon soltándose con brusquedad—. A La Haya. Necesito ver a Chiara.Jhon abrió la puerta y se fue sin decir nada más. Todo lo que importaba en ese momento era encontrar a Chiara. Subió al primer av
Jhon no sabía lo que aquello significaba, pero sí entendía el concepto de "infierno". Los días que siguieron fueron de absoluta desesperación para él. La policía judicial de la Haya investigaba no si se debía juzgar o no a Chiara, sino simplemente dónde se le debía juzgar. Jhon estaba más que seguro de que Chiara no andaba en nada parecido al lavado de dinero, simplemente había guardado dinero de la persona equivocada, solo eso.—¡Tienes que hacer que se retracte! —gritó el subdirector adjunto, furioso porque el mayor caso de toda su carrera se le había ido de las manos—. Tienes que hacer que culpe a Franco Garibaldi!Jhon apretó los puños mientras observaba un punto fijo sobre su escritorio.—¿Lo saboreaste? —preguntó de repente y su jefe se quedó atónito—. Ya entiendo. Lo saboreaste pero fue por muy poco tiempo.El Subdirector Adjunto llevaba días fuera de sus casillas, porque ya que había cedido el caso a las autoridades internacionales, no podía recuperarlo de nuevo.—¿De qué habl