Estaba nerviosa y era normal. Un hombre la había perseguido dentro de su propia casa, así que por más fuerte que fuera, era lógico que se sintiera asustada.Jhon puso en su mano una copa de vino y ella le dio un sorbo, saboreando el gusto que llenaba su boca antes de que se deslizara por su garganta. El calor del alcohol se extendió por su cuerpo y, por un momento, se sintió tranquila.Jhon la observaba, con los ojos fijos en ella. Sentía que el corazón le latía más deprisa y sabía que aquel miedo que había experimentado al recibir la llamada del detective, ese hacía mucho tiempo que no lo sentía.Finalmente, fue él quien rompió el silencio.—¿Cómo lo supiste? Que estaba en tu departamento.—Había un vaso sucio en la cocina... yo no hago eso.Jhon asintió. Aquella salida a tiempo era lo que le había salvado la vida y él simplemente no podía lidiar con eso.—¿Qué pasa? —preguntó Chiara.—No hubiera podido hacer nada —murmuró él—. Estuviste a segundos de un desenlace muy diferente y yo.
John y Chiara volvieron a Zúrich en silencio. Ella estaba inquieta y él estaba molesto. Jamás había tenido ninguna emoción especial contra ningún sospechoso, más allá de la voluntad de eliminarlos definitivamente, pero cuando se trataba de Chiara, definitivamente sus emociones estaban comprometidas.Chiara pasó por el departamento de su gemela a cambiarse de ropa y salió de allí siendo la ejecutiva, la CEO del Asterion Bank. Se dirigieron a la comisaría de policía, donde se encontraron con un panorama inquietante—Lo encontramos tratando de cruzar la frontera hacia Alemania —les explicó el detective—. Heston fue detenido inmediatamente y trasladado a la comisaría. Nuestra investigación nos dice que llevaba consigo un pasaporte falso, solo eso ya es una admisión de cierta culpa. Además sus heridas concuerdan con la evidencia del departamento de Chiara, pero se ha negado a hablar.John escuchó atentamente y luego volvió a mirar a Chiara en silencio. Estaba evidentemente preocupada.—¿En
El movimiento de Jhon fue preciso y habilidoso. Su bastón de golf fue a golpear la parte trasera de la rodilla de Heston, que cayó al suelo con un grito de dolor.Él parecía relajado, como si estuviera dirigiendo una obra teatral en la que conociera perfectamente el desenlace.—Chiara, ve a la habitación, amor. ¿Por favor? —En contraste con lo que estaba haciendo, su tono fue muy dulce y Chiara obedeció sin dudarlo, pero no se molestó en encerrarse, porque mientras Jhon estuviera allí, ella no tenía nada que temer.En cuanto ella desapareció por la puerta, él pateó a Heston para que quedara boca arriba.—No sabes la suerte que tienes, infeliz, yo tengo permiso de disparar armas en todo el mundo y tú estás traspasando propiedad privada —siseó—. No tienes idea de cuánto me estoy conteniendo para usar solo un maldit0 bastón de golf.Lo descargó sobre un costado de Heston y lo vio intentar retroceder.—Ya te di una oportunidad de huir —dijo con voz baja—. Y aun así regresaste para lastima
Chiara pestañeó, aturdida. Siempre había sabido que él no era un príncipe azul, después de todo, había permitido que el enemigo de su hermano se ahogara en cemento sin mover ni un dedo para salvarlo. Pero era cierto, no estaba hablando con un hombre común, él era el Director de Crimen Organizado de la agencia de espionaje más grande del mundo, era imposible que se comportara de otra forma.Así que realmente solo tenía dos opciones, aceptarlo o alejarse, y alejarse cada vez se le hacía más difícil. Caminó hacia él despacio y no tuvo que decir nada. Jhon tiró de su mano y la envolvió en un abrazo intenso.—La reina está a salvo —murmuró—. Mientras la reina esté a salvo, todo lo demás se puede sacrificar.Chiara le devolvió el abrazo y se puso en las puntas de los pies para besarlo.—No sé en lo que me estoy metiendo —reconoció con sinceridad—. Solo espero que podamos estar bien.Se alzó en las puntas de los pies para besarlo y Jhon se dejó ir en aquel momento. La quería, y estaba seguro
Jhon quería que la tierra se lo tragara. Chiara estaba en aquella foto saludando al mayor capo de la mafia que había tenido Italia en las últimas décadas, porque había sido lo suficientemente inteligente como para ir trasladando sus negocios hacia una espeluznante legalidad.—Lo quiero tras las rejas, Jhon —sentenció el subdirector—. Si no podemos relacionarlo directamente con un cargamento de drogas, está bien, pero ya sabemos que está metiendo dinero en un banco en Zúrich. Nosotros tenemos monitoreadas muy de cerca sus finanzas, y esa cantidad de maletas... tiene que haber más de cien millones de euros ahí, Jhon. Así que necesito evidencia. ¡No puedo retirarme sin ganar al menos un caso como este!Jhon asintió, pero antes de que pudiera inventar alguna excusa, el Subdirector lo increpó.—Solo es evidencia, nada más, y estoy seguro de que puedes conseguirla —dijo con un tono que lo puso alerta en un segundo.—¿Disculpe? —murmuró—. ¿Qué lo hace creer que yo podría...?—¡Por favor, Jho
Jhon sentía que el pecho le apretaba mientras Chiara lloraba en sus brazos.—Tranquila, no pasó nada... todo está bien, te lo prometo, amor, todo está bien, confía en mí —le aseguró.Chiara seguía temblando, estaba aterrada de que algo peor hubiera podido pasarle.—Solo fue un roce en la cadera. No pasó nada serio...Jhon intentaba calmarla con sus palabras, pero Chiara aún seguía conmocionada. Él la abrazó con fuerza mientras ella seguía llorando desconsoladamente, y de reojo se fijó en el subdirector, que seguía de pie en la puerta.Pasó al menos una hora hasta que Chiara se calmó por completo y salió por un café, entonces su jefe entró para tener la conversación que él estaba esperando.—¿Tú hiciste esto? ¿Tú nos delataste para que cayéramos en una emboscada y así poder traer a Chiara aquí? —espetó con rabia y lo vio asentir con la cabeza.—Esta es una profesión con muchos riesgos, y yo sé aprovechar los riesgos —dijo el subdirector—. Si te comprometes a seguir mis órdenes, entonce
Chiara caminaba desesperada de un lado a otro de la habitación.—No puede ser... ¡Dios, no puede ser! —exclamó mientras la angustia se apoderaba de su corazón.Al otro lado del escritorio estaba Noémi, tan consternada y asustada como ella.—No entiendo cómo esto pudo filtrarse. Quiero decir... ¡Solo nosotras tenemos acceso a esas cuentas! ¡Ni siquiera los gerentes regionales... nadie aparte de nosotras, Chiara!—¿¡Entonces cómo pasó!? ¡¿Nos hackearon?! —espetó su gemela—. ¡Es que no puede ser, Dios mío! Tenemos que averiguar cómo se metieron en nuestros servidores. El resto de nuestros clientes pueden estar comprometidos también. ¡Maldición!Chiara sentía que la cabeza le iba a estallar, se mareó y se apoyó en el escritorio con la cabeza gacha para soportarlo. Noémi salió a hacer una diligencia tras otra, pero finalmente no tuvo más remedio que levantar el celular y hacer aquella llamada.Por desgracia, muy pronto se dio cuenta de que el problema era más grande de lo que creía. Franco
Chiara sentía que no podía respirar, su pecho se apretaba y las lágrimas subían a sus ojos sin que pudiera evitarlo.—¿Cómo pudiste...? —sollozó intentando apartarse de él—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Me... ¡me traicionaste!—¡Claro que no, solo estoy intentando sacarte del problema!—¡¿Sacarme?! —gritó Chiara desesperada mientras se llevaba las dos manos a la cabeza—. ¿Sacarme de un problema en el que tú mismo me metiste? ¡Nadie sabía de Franco Garibaldi! ¡Nadie podía tener acceso a su cuenta más que yo hasta que...!Chiara se alejó tambaleándose y se apoyó en la encimera de la cocina durante un momento antes de abrir apresurada el bote de basura de devolver dentro lo poco que había comido ese día.Jhon se mesó los cabellos con impotencia, pero apenas trató de ayudarla ella se apartó instintivamente. Chiara trató de lavarse la cara en el grifo de la cocina, pero sabía que aquellas lágrimas no dejarían de salir. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto con él? ¿Cómo había sido capaz de l