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InicioTormentosa Donatella
Tormentosa Donatella

Tormentosa DonatellaES

Romántica
Leonide  En proceso
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9.9
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40Capítulos
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Resumen
Índice

Sinopsis

ComediabxgJefe / CEODiferencia de edadMultimillonarioAmantecrecimiento del personaje

Donatella Gazzara, una de las mujeres más importantes e influyentes dentro del orbe de la alta costura latinoamericana y líder de la afamada empresa de arte y confección Palazzo Gazzara, al fin ha encontrado el amor luego de tantos aprovechamientos, engaños y decepciones por ser quien es; y no solo debido a lo que la rodea, sino por su atípica manera de ser y de ver la vida. Cuando todo parece ir de viento en popa, gracias a Agustín, su prometido, aparece Valentino, un muchacho extrovertido e irresponsable, completamente adverso al mundo de la prestigiosa diseñadora de vestuario. La atracción entre ellos será inminente, pese a que los une alguien en particular, e imposible de esquivar. ¿Impedimento o salvación?

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Tormentosa Donatella Novelas Online Descarga gratuita de PDF

Último capítulo

  • TREINTA Y OCHO: Las cosas nunca serán como antes...

    «Tienes los ojos de un niño, pero hieres como un hombre. Como siempre suelen hacerlo».Things will never be the same, Roxette.Ángel arribó al país luego de más de cinco años de ausencia; y no de una que él hubiese deseado, por más su pescuezo se encontrase en juego. Sin embargo, las ganas de regresar y dejar atrás su pasado, le dio el valor suficiente de hacerlo, sin pensar en las posibles consecuencias; sobre todo, si respectaba en torno a Donatella Gazzara, que por mucho hubiera querido arrancarla de su mente, su recuerdo era uno latente, y sin una posibilidad de que esta pensara en esfumarse, menos cuando se había enterado de que contraería nupcias. Según Manolo, bastara con que este llegase, para que su hermana cayera rendida a sus pies. Todos sabían que el gran amor de la madura empresaria era Ángel Zambrano, y que la ruptura entre ambos, no había sido fácil, en su mayor parte para Donatella.La joven obviaba referirse al tema, por más descartara resquemores o asuntos no resuelt

  • TREINTA Y SIETE: Mi salvador

    Agustín, quien todavía seguía fundido en sus pensamientos a causa de Manolo, y por ende, sobre ese tal Ángel, fue sacado abruptamente de su congoja, cuando escuchó a Josefina, por el otro lado de la línea. Si bien la había llamado un par de minutos antes, jamás imaginó que la llamada de vuelta, sería pidiendo ayuda. —Tranquila, tranquila, Jose, que ya voy para allá —dijo con preocupación, intentando mantener la calma, para no asustar más de lo que ya estaba la joven —. ¿Puedes moverte? ¿Hay alguien cerca? —¡No, no puedo, y no hay nadie cerca! —Está bien. Mantengamos la calma. Agustín, quien había comenzado a preocuparse por la chica, trato de mantener la compostura, sacando con rapidez sus llaves, para así avisarle a su secretaria que había surgido un imprevisto, y que por favor, nadie entre a mi oficina sin mi permiso. La muchacha acató, sintiendo que se trataba de Manolo. —Sí, don Agustín, vaya tranquilo —manifestó la joven. El hombre solo asintió, apurando el paso. Dentro de

  • TREINTA Y SEIS: Vaya, Valentino...

    «Caray…», exclamó la mujer, curvando sus labios. Sí, era guapo. Tenía un cierto aire a Agustín, pero, claramente, esa belleza étnica, más esos punzantes ojos verdes, le daba un toque felino. Poseía una sonrisa preciosa, que relajaba sus facciones algo duras cuando se encontraba tenso. Era cosa de actitud. Era alto, fornido, bien proporcionado bajo los estándares de exigencia de Donatella. Reconoció que se sorprendió; no había duda de eso, pero a la vez se sintió culpable de depositar sus ojos en otro hombre, y no que estuviera mal, el mirar, vitrinear era válido, y contraer nupcias, no le imposibilitaba admirar los cuerpos, pero otra cosa… que fuera su hijastro, y uno tan malcriado y desagradable. No obstante, fue quimérico, insoportable que se tratara de él. Se quedó pegada en sus pensamientos, cuando el joven giró hacia la puerta, percatándose de que alguien parecía estar al otro lado, observándolo, ya que veía su sombra. Donatella vio que el joven empequeñeció los ojos, parecien

  • TREINTA Y CINCO: El accidente

    Maya la observó con desilusión. No quería pasarse una mala película, y creer que Susana se había arrepentido, para luego mentir y buscar la mejor excusa que se le hubiese ocurrido inventar, pero su rostro parecía de una preocupación genuina.—¿Estás bien? —consultó la joven con inquietud.Susana, por el otro lado, guardó con premura su móvil, pasando su mano por la frente, con cierta ansiedad.—Creo, lo siento, de veras, Maya —manifestó con desazón—. ¿Pasarán por aquí taxis o…?Maya, en vez de contestarle, se puso su casco, invitándola a que hiciera lo mismo y se sentara en Shadow.Susana sonrió lastimera, y a la vez avergonzada, creyendo que se estaba aprovechando de la nobleza de la muchacha.—Te voy a dejar.—¡No es necesario! —exclamó sorprendida—. No lo hagas.Maya no dijo nada, de manera que Susana seguía insistiendo.—Me puedes dejar en el mismo Catalejo, si gustas. Yo me puedo ir caminando hacia el estacionamiento de la playa.—Por tu cara, estás en apremios, ¿o me equivoco?

  • TREINTA Y CUATRO: ¡Te pillé!

    Pero Donatella no se iba a dejar amedrentar por el más joven de los Cadaval. —Por supuesto que no es una cita, pero ya que lo mencionas, sí tenemos una, pero en la boutique —dijo con una calma trabajada—. Así que, si te apuras… Valentino, que en algún instante se sintió victorioso al notar que la mujer se había incomodado, quedó con media rosquilla en la boca. —Lo haré —afirmó con la boca llena, sin importarle la reacción de la pelirroja. Esta lo observó con disgusto, pero, aun así, se limitó en pronunciar alguna palabra, quebrando Lorenzo el momento incómodo que se había suscitado. —Signorina Gazzara. —Le hizo una reverencia, como si se tratara de una reina—. Como siempre, es un piacere atenderla. Espero que haya quedado conforme. El joven solo le hizo un gesto a Valentino, sin tomarlo mucho en cuenta. —Tutto perfetto, Lorenzo —declaró sonriente —. Grazie mille per tutto. Donatella se levantó con sutileza, arreglándose el cabello, mirando a Valentino, insinuándole que hiciera

  • TREINTA Y TRES: ¿Por qué a mí?

    «No, no… Otra vez, no, por favor», discurrió el joven, quien no quería abrir los ojos. Donatella tampoco decía nada.Sin embargo, la mujer puso sus manos sobre los hombros de Valentino, intentando sacarlo de encima.—¿Podrías levantarte, si no es mucha molestia?El muchacho, quien se decidió al fin a mirarla, se encontró con su rostro, el cual lo observaba, punzante. No recordó haberla tenido tan cerca; ni siquiera cuando le sucedió lo mismo la noche anterior. Tragó apenas, sin dejar de admirar sus ojos, esos tan azules como lo era el océano, para luego sacudir su cabeza, y retirarse de un sopetón, no sin antes, intentando también buscar alguna excusa y creíble.—Yo… Lo lamento. —Al ponerse de pie, no solo recogió el móvil de la mujer, sino también, le tendió la mano para recogerla, lo cual ella la tomó, a regañadientes.De pronto, el mesero acudió, levantando lo que ambos habían botado.—Gracias, Lorenzo. —Se acomodó la cabellera, carraspeando—. Y en cuanto a ti… ¿Qué es lo que te p

  • TREINTA Y DOS: Cuando me miras [3] ESPECIAL

    Maya disfrazó su inseguridad con ese apretón de manos. Jamás le había hecho una propuesta, o más bien un chantaje a una mujer, menos a una clienta y más encima, desconocida. Pero los ojos, sobre todo la actitud de la extorsionada Susana, no parecía haberle molestado. Ahora, Maya tampoco tenía una actividad o algo trabajado como para ofrecerle una estadía en la costa, lo que sí, recordó las pasadas conversaciones con su Hun, quien le decía que adoraba el mar, los mariscos y la buena charla y, primordialmente, la literatura. ¿Y si lo intentaba con ella? Quiso sentirse culpable por comparar a ambas mujer, pero fue todo lo contrario: no pretendía nada más que su compañía, que le ayudara a eliminar, aunque fuera por unas pocas horas, la imagen inventada por esa pseuda novia de una página de citas. «Pero yo no soy así», discurrió, agachando la cabeza, aprontándose a claudicar la invitación. No, el chantaje. —Susana, yo creo que… —Que si vamos a almorzar, podríamos comer mariscos —inte

  • TREINTA Y UNO: Cuando me miras [2]

    Susana, con clara apatía, le pasó un par de billetes al empleado. Intentó separar las cosas, puesto que este había hecho un tremendo esfuerzo en trasladar y acomodar los productos en el auto, lo cual se merecía una buena propina, pero, por el otro lado, lo odiaba por referirse de una manera tan despectiva hacia la joven. Si algo detestaba era la cizaña, esos comentarios veleidosos por parte de las personas, ya que ella misma los sufría, y aunque pensó que cesarían cuando Amadeo falleció, pareciera que estos se hubieran acrecentado. Por otra parte, Maya parecía una muchacha algo tímida, respetuosa, y claro, con unos ojos que asemejaban un laberinto, y del cual era imposible encontrar la salida. Suspiró, algo cansada, sin embargo, caminaría hasta llegar a la librería. Ya había amado su nombre: el catalejo de Maya, y en cierto modo, se le había hecho hasta sensual. Pero ¿en qué estaba pensando? «Dios, Susana, piensa como la adulta que eres», caviló con fastidio. El sol se hacía cada

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Sinopsis
Tormentosa Donatella/Leonide
Donatella Gazzara, una de las mujeres más importantes e influyentes dentro del orbe de la alta costura de América Latina, y líder de la afamada empresa de arte y confección Palazzo Gazzara, al fin ha encontrado el amor. Después de tantos fracasos, se siente segura y estable, pese a que es una mujer atípica, y con una singular manera de ver la vida. Cuando todo parece ir de viento en popa, gracias a Agustín, su prometido, aparece Valentino, un muchacho extrovertido e irresponsable, adverso al mundo de la prestigiosa diseñadora de vestuario. La atracción entre ellos será inminente, pese a que los une alguien en particular, e imposible de esquivar. ¿Impedimento o salvación? Bienvenidas [os] a esta historia donde la intensidad y el romance estarán a la orden del día. Donde las adversidades, los malos entendidos serán solo parte del ramillete de hombres y mujeres que estarán dispuestos a hacer lo impensado para encontrar el amor, incluso si se trata de la propia familia. Ven, toma asie
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UNO: Valentino
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Donatella revisó dos veces los tacones antes de salir. No volvería a pasar vergüenza, menos con Agustín. Menos cuando su relación había tomado forma y color. Volvió a hacerlo, asegurándose. —Señora Gazzara. —Un hombre de unos cuarenta y tantos años volteó la cabeza, posando su mano sobre su mentón—. Son nuevos, ¿recuerda? —Lo recuerdo, pero no me fío, Lau... —También diseñados especialmente para usted —añadió, indicándole que subiera al carro—. Y lo más importante... De su propia empresa. —¡Con mayor razón! Lautaro puso los ojos en blanco y procedió a ingresar al auto. —¿Al Palazzo, señora? —No... —Tecleó su celular—. Vamos a casa de Susana. Al escuchar, Lau pegó un leve suspiro, puesto que sabía que su patrona solía permanecer horas en el domicilio de la afamada Susana Palau, otra ricachona que hacía de todo y a la vez nada. Había estudiado más de diez carreras sin finalizar ninguna, y que si no hubiese sido por la suculenta herencia dejada por su anciano marido, dudaba que v
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DOS: Donatella
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—Qué mal, viejo... —Dejó la taza a un lado, acomodándose en la silla—. Tienes razón, pero sabes que me incomoda la situación. —Tu mamá ya se fue... —Se tomó de la cabeza, abatido. —¡No, papito! —Nino se levantó raudo—. No me estás entendiendo ¡No es por mamá! —Yo te comprendo... —respondió, encendiendo un cigarro—. Es por Dona, ¿cierto? —¿Tenías que fijarte en una ricachona, papá? ¿Y tan, pero tan presumida? —No la juzgues, Valentino. No la conoces. —Papá, no tengo que hacerlo, aunque toda esa gente es igual. —Volvió a su puesto, sacando un cigarrillo de la cajetilla de su padre—. Que hagas tu vida está bien, pero otra cosa es que te fijes en alguien tan diferente a mamá. —¿Y por qué tendría que haberme enamorado de una mujer parecida a tu madre, Nino? —No, no me refiero a eso... —Aspiró sobándose la cabeza—. Sería imposible, viejo... —Donatella me hace feliz, hijo, y ella me quiere. —No te das cuenta... —Si crees que me utiliza o que se aburrirá de mí... —Podría ser, ¿no?
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TRES: Temores y contradicciones
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—Y es por eso que quieres saltártela. —También... —Y porque sabes que te vendrá a buscar para llevarte. Donatella agachó la mirada, sin saber qué decir... —Quédate, Dona, por favor. —Susi se acercó al bar, y prosiguió a servir dos copas de vino—. Anda, bebe un poquito, para que te relajes. La pelirroja aceptó. Bebió un sorbo, con cierto desgano. —Voy a llamar a Agustín para decirle que... —No le digas nada, niña —sugirió Susana—. Mejor piensa las cosas con calma. —No será para terminar, Susi. —Donatella buscó dentro de su cartera el celular—. Olvidé preguntarle si vendrá Ochoa a la reunión. —Qué desagradable, aparte que desde hace tiempo que te corteja. —Sabiendo que estoy comprometida con Agu. Donatella llamó más de tres veces al móvil del hombre, como insistió en el número de su oficina, pero nada. La última alternativa fue llamarlo directamente a su casa. Algo que jamás hacía, no obstante, y dada las circunstancias tendría que hacerlo. Decidió quedarse para el almuerzo,
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CUATRO: La bruja pelirroja
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—¿Aló? —Sí, disculpe. —Valentino tragó como si se tratara de arena, pensando qué contestar—. Es la casa de Agustín Cadaval. —Bien... —Tosió—, ¿se encontrará? —No, él se fue directo a su oficina, señorita Gazzara. —Usted es... El muchacho no había abierto sus ojos, creyendo que la pelirroja se encontraba enfrente de él. Quedar sin visión era su escudo protector. Tontamente... —Soy Valentino, su hijo... —Vaya... —¿Cómo? —Nada, y bueno... —exhaló la mujer—, supongo que nos veremos hoy por la noche. —Sí... —Muchísimas gracias, Valentino —se despidió con notoria seriedad—. Adiós. —Nos ve... Sin darle mayor vuelta como tampoco permitiendo que el chiquillo pudiera despedirse, Donatella cortó la llamada. —Ay, Dona... —Qué... —Fuiste algo desagradable. ¡Tan cortante, mujer! —¿Tú crees? —preguntó dubitativa. Susana solo levantó las cejas. —Espero que hoy seas un poco más amena. —Solo fui... Seria —dijo masajeando su cuello—. Es mejor dejar las cosas claras. —¿A qué te refier
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CINCO: Celos, celos.
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Agustín llegó cuarenta minutos antes de la junta. Observó de soslayo su reloj para luego acomodar su corbata. Sacó de la guantera su clásico Fahrenheit y se perfumó con premura. Deseaba estar presentable para su prometida, y a la vez lograr convencerla de que pasara la noche junto él después de la cena. Había regresado tres días antes al país, sin embargo, sin convencer a que Dona lo fuera a visitar. Pensaba que se debía al nerviosismo propio del compromiso. Faltaba tan poco para el matrimonio, al menos por el civil que, para hacerle más llevadero el asunto, se responsabilizó él mismo por el trámite y así dejarle la vía libre a su novia para los quehaceres propios de la empresa y de su vida en general. La había conocido como una mujer independiente, prometiéndole, y a ella misma, que las cosas no iban a cambiar. Lo que menos deseaba era que Donatella, en algún momento, le restregara la carencia de tiempo y el entorpecimiento para con sus gustos y sistema propio de una mujer joven e ind
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SEIS: La bendita cena
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Valentino regresó con dos bolsas y un container sobre su espalda. Hablar con su mejor amiga lo había liberado de cierta tensión, pero a la vez le provocó una dañina e incómoda nostalgia. Echaba de menos estar más cerca de la ciudad, de su gente, y de todo ese caótico mundo que la destacaba. Ahora no había nada que lo arraigara más y lo llevase a plantearse el regresar, ya que antes de partir, Marianela había hecho sus maletas, dejando claro que la magia se había evaporado, que no sabía si seguía enamorada y, que tal vez la lejanía le ayudaría a despejar esas dudas. Estaba tan acostumbrado a las rupturas con ella, que no se había molestado en llamarla, dado que solía regresar al cabo de unos días. Fácil era regresar con un buen y elaborado argumento, y uno tan bueno que hacía que Nino se olvidara y retomara todo como si nada hubiera pasado. Esa relación no podía ser más tóxica. El problema era que esta vez la mujer no dejó rastro, ni siquiera cuando él le había igualmente avisado que v
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Donatella sonrió, cerrando los ojos. Casi como si hubiera conseguido el orgasmo de su vida. La sensación de plenitud, relajo y tranquilidad, la invadió de pies a cabeza. Solo existía ella, su vejiga desocupada, y su paz interior. Entretanto, no menor era la sensación de Nino, quien pasaba con delicadeza la espuma sobre su cuerpo. El muchacho no se había dado cuenta de que ya no se encontraba solo. El sonido de la música, más la lluvia propia de la ducha, lo mantenían en un trance tan apacible como la colorina. Por el otro lado, Donatella suspiró, volviendo a cerrar los ojos y enarcando una sonrisa, sin embargo, ese mediano trance solo le duraría un par de segundos. Sintió el chorreo incesante proveniente de la bañera, además de distinguir la figura de lo que parecía ser un hombre dentro de esta. Sintió la música, lo que le hizo observar hacia el frente, en donde se encontraba el lavamanos con un amplio espejo, el cual reflejaba aún más el cuerpo que se contorneaba mientras tarareab
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Oscuro. Visión nublada. Pérdida total del tiempo y del espacio. «Esto no me puede estar pasando...», susurró Valentino, apretando los ojos. Presionó los dientes, como si estos fueran sus rescatistas. Sus ojos, de igual manera, los cerró, apretujándolos, sin embargo, el conjuro no causó mayor efecto, pues una mano cálida sobre la suya lo espabiló. Sin duda, pertenecía a la de Donatella: dedos largos y uñas con esmalte rojo. Toda su vestimenta iba acorde. Sentir su tibieza lo hizo estremecer, y por obviedad querer desaparecer. Con esto, la emperatriz del Palazzo Gazzara tendría boca de sobra para hablar mal del hijo de su prometido, y él, para variar, sería el hazmerreír de su familia. Como la típica familia, eran tradicionales en sus costumbres, y esta clase de infortunios eran recordados hasta en el día del funeral del protagonista. Nino llevaba por costumbre tropezarse, y más de alguna vez cayendo encima de un amigo o hasta en la suave textura de una piedra. Salió del trance gra
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NUEVE: Próxima jugada
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Valentino se destacaba por su humor negro y mordaz. Jamás se quedaba en segundo lugar ante un intento de juego o broma. Era veloz, demasiado perspicaz para responder, pero esta vez Donatella lo había intimidado. Era estupenda, felina y más encima, tan incisiva como él. —¿Sabes, Donatella? —Nino dejó la copa sobre la mesita, a punto de arremeterle, cuando sonó su celular—. Disculpen. El hombre se arrinconó para contestar. Era Maya. —Me quedé esperando tu mensaje, Nino. ¿Sobrevives? —Perdona, Maya, es que... —Ya sé: estás disfrutando de esa hermosa velada con la hermosura de tu madrastra. —¡Uf, seguro! —respondió con ironía. —Oye, en un rato nos vamos al bar de Juanjo, ¿vas a venir? —Eso espero, pero estamos a punto de cenar. Trataré, porque solo quiero escaparme de aquí. —¿Tan mal va la cosa? —Mal es poco. Ya te contaré. —Bueno, ya me dirás, y ah, salúdame a la Gazzara. Le das un beso de mi parte —rio. —No cuentes con ello… Cerró los ojos y suspiró, agotado. Se dio cuenta d
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