Capítulo 2

Capítulo 2

Cinco años antes.

Salió de su pequeña habitación en ese viejo edificio con rumbo hacia su trabajo del día. Se había sentido feliz porque al fin tenía de dónde comer un poco, y sobre todo algo con que poder seguir viviendo en ese lugar. Desde que tenía uso de razón, se la pasó en una casa que parecía sólo de betas y otra especie llamada Deltas que fueron robados desde su nacimiento.

Escapó cuando tenía diez años, y pocos meses después se vio en ese edificio junto con una anciana que falleció cuando tenía doce. Ya desde entonces se la pasaba día y noche pidiendo en las calles, tomando pequeños trabajos que le pudieran dar dinero para pagar esa pequeña habitación.

Buscó en su bolsillo, una pequeña bolsa donde tenía unas pastillas que hacían que su olor pareciera al de un omega, y luego se la tomó sin pensarlo mucho. Era las más baratas que pudo encontrar en la farmacia.

Llegó al gran salón y dio su nombre al guardia que estaba ahí, y éste le indicó en donde podía ir a cambiarse de ropa. La olio, y cerró los ojos al darse cuenta de que eso era lo más limpio que se pondría en mucho tiempo. A decir verdad, la ropa que traía puesta tenía pequeños rotos en algunas partes, y su cabello no era el mejor de todos.

Salió con el uniforme bien puesto, y luego se dispuso a estar en la fila que habían hecho para serie sus asignaturas. Al menos, ya no olía tan mal y sólo le quedaban dos horas, hasta que el olor a omega desapareciera por completo de él. Sacudió la cabeza y sacudió su cabello, caminando hacia cocina, para tomar una bandeja de bocadillos.

Habían demasiados olores a alfas y a omegas con mucho perfume encima. Le sonrió a varios presentes, mientras pasaba de mesa en mesa. Un par de nalgadas discretas fueron a parar en su cuerpo, algo que le desagradaba bastante.

Durante horas se mantuvo de pie, buscando la manera de que nadie se diera cuenta de que no tenía olor omega o a un alfa. Sus manos estaban sudando y mientras más pasaba el tiempo, más cansado se sentía.

— Aquí tienen — le entregó una copa a las cuatro personas que estaban en una de las mesas alejadas — Disfruten.

— ¿Por qué no nos sirves de postre? — Preguntó un alfa, tomando su brazo — Así serás...

— Suélteme, por favor — movió su brazo — Tengo que trabajar...

— Debes de atendernos — apretó un poco más — Somos los invitados, y ustedes los omegas deben de atender nuestras necesidades.

— No soy un omega... — apretó los labios — Que necesita de un alfa. Por favor, suélteme.

— Ya suéltalo, Warren — habló el alfa que estaba del otro lado de la mesa — Harás que el chico pierda su trabajo por tus estúpidas hormonas.

— Déjame, Brock — fingió, estar triste — Pero ya lo veré más tarde.

Axel prácticamente corrió hacia la cocina, encerrándose en ella junto con los demás. Había cambiado de mesa con uno de sus compañeros. Se quedó tarde en esa noche para limpiar las mesas y el piso del lugar y así ganarse dinero extra, mientras limpiaba se encontró con una billetera, bastante cara para su presupuesto.

La metió en su bolsillo, y siguió limpiando hasta que al fin pudo terminar y tener su paga. Lo primero que hizo fue ir a una farmacia y buscar las pastillas que se le estaban acabando. Fue hacia su pequeña habitación. Se dio otra ducha, y se dispuso a ver de quien era. Estaba llena de tarjetas de creidito.

— Vaya, sí que es alguien importante — susurró — Brock McDaniel Baudelarie. Es dueño de una empresa de tecnología avanzada — leyó lentamente — Espero que me den dinero por esto cuando vaya a entregarla.

A la mañana siguiente, estaba de camino a la famosa empresa que mostraba la tarjeta que tenía en las manos. Su corazón latía a mil por hora. Con un suspiro llegó a la recepción donde no encontró a nadie sentado, había personas corriendo de un lado a otro, y esperó unos minutos hasta que alguien se acercó.

— ¿Buscas trabajo? — Él negó con la cabeza — ¿Entonces?

— Vine a entregar esto a alguien de aquí — le enseñó la billetera — ¿Sabe a quién puedo darle esto?

— ¡Me has salvado el empleo! — Exclamó, tomando su mano, y arrastrándolo hacia el elevador — Nuestro jefe la ha estado buscando esta cosa, hasta nos amenazó con despedirnos porque creyó que la había dejado ayer mientras salía hacia una fiesta.

— Si, la encontré mientras estaba limpiando — dijo, incomodo — No sabía si era buena idea el traerla.

— Nos has hecho un favor, y más a las personas de limpieza que tienen el rosario en la boca — llegaron al último piso — Aquí está más tranquilo, pero espera a que llegue a enojarse con estos, porque son los únicos que pasan más tiempo a su alrededor.

— ¿Por qué no se la entregas tú?

— ¿Y perder mi trabajo? No, gracias — tocó la puerta que decía el nombre de la persona que estaba buscando — ¿Se puede pasar?

— Ya estas adentro, ¿También estás buscando que te despida? — Gruñó, alto — ¿Qué demonios haces aquí? ¿Ya encontraron mi billetera?

— Sobre eso, aquí está la persona que vino a devolverla, señor McDaniel — le dio un leve empujón a Axel — Entra, el señor Brock no come... bueno eso no lo sé...

— Retírate — ordenó — Déjame a solas con el... chico.

— Suerte — le dio un apretón en el hombro y luego salió.

— ¿Qué hacías con mi billetera?

— La encontré debajo de la mesa en la que estaba sentado mientras limpiaba — se la tendió — Puede revisar que todo está en orden.

— ¿Seguro que no me has robado?

— Estoy muy seguro — pasó saliva en seco, se estaba poniendo nervioso — ¿Ya me puedo ir?

— Me falta dinero — los ojos del chico casi se salen de sus ojos — ¿En dónde está mi dinero?

— No tomé nada de lo que estaba ahí, se lo juro — dio pasos hacia atrás — Sólo la abrí para saber de quién era, y eso es todo.

— No creo en ti — se acercó a él — Hueles a un mendigo y eso no me gusta.

— Lo siento, pero por favor revise bien — suplicó — No tomé nada de lo que había ahí, y si lo hubiese hecho no estaría aquí.

— No te creo — se pasó la lengua por los labios — Eres el omega que mi amigo se quería tirar anoche, ¿No será que vienes en busca de algo más alto?

— Fue una mala idea hacer esto — dijo para sí mismo, deseando desaparecer — Sólo vine a traerle eso...

— Cálmate — se alejó del menor — Sólo te estoy tomando el pelo — dijo, burlón — Eres un omega demasiado extraño.

— ¿Extraño?

— Tu olor es casi nulo — Axel cerró los ojos fuertemente — Es como si no tuvieras uno.

— Quédese con su billetera y no me dé nada — se giró para abrir la puerta, pero la mano del alfa lo detuvo — Por favor...

— ¿Por qué estás huyendo de mi?

— Deseo irme y usted me está acosando...

— ¿A quién le creerán? — Axel apretó los puños — Como soy un alfa condescendiente con las personas como tú, te daré una oportunidad.

— ¿Por qué haría algo si yo sólo vine a entregarle algo? — Aun le daba la espalda — Puedo ser un mendigo, pero no un ladrón.

— La policía me creerá a mí y no a ti — hizo girara — Te daré una oportunidad para demostrar que no eres un ladrón.

— ¿Qué se supone que debo de hacer? — bajó la mirada.

— Ven a esta dirección en la noche, necesito probar algo en ti — Axel tomó el papel que le tendía — Veremos si eres así de asustadizo cuando estemos solos.

— ¿Qué es éste lugar?

— Es mi casa, bueno es un pent-house, por lo que supongo que para ti será un palacio — rió, sin humor — Largo, y será mejor que no intentes faltar.

— Créame que no iré...

— Le diré a todos que me has robado, no sabes quién soy y tampoco quienes son las personas de mi familia, mocoso.

Axel salió sin decir una sola palabra. No le interesaba saber quién era. Ya bastante tenía con devolverle

No fue al lugar de encuentro, se mantuvo en su habitación con miedo de salir, no sabía si el alfa lo había mandado a seguir, y dudaba que éste fuera a buscarlo a ese barrio. Había entrado a un cibercafé para asegurarse de que lo que había escuchado era verdad, era hijo de alguien importante.

Ahora sí que no podía salir de su pequeña habitación, tenía sus pies sobre la cama, y su rostro escondido entre sus piernas. Escuchó pasos de una sola persona en el pasillo, el olor del alfa llegó a sus fosas nasales, y tuvo que respirar varias veces para que su olor no lo delatara de la manera en lo que lo estaba haciendo.

— Axel sin apellidos, un huérfano que escapó de una casa que pretendía quedarse con los seres sobrenaturales a cambio de verdearlos cuando cumplieran la mayoría de edad — el beta cerró los ojos fuertemente — Escapaste cuando tuviste la oportunidad y ahora estás en éste edificio, ¿Me falta algo más por decir?

— ¿Sabe quiénes son mis padres?

— No — sonó neutro — Sal de esa puta habitación o llamaré a la policía, sabes que tengo el poder de hacer que caigas en prisión por el resto de tus días, simplemente por robarme mi dinero.

— Ya le dije que no robé nada, señor McDaniel…

— Estuviste investigándome, niño — la risa ronca sonó del otro lado de la puerta — Eso llena mi ego, pero no vine a eso. Sal en éste momento o atente a las consecuencias de lo que te haré.

— No…

— Bien, así lo pediste — forzó la cerradura con una de sus manos y luego esta cedió — Ya decía yo que no eras un omega.

— Aléjese de mi — se subió en la cama — En verdad, no robé nada de esa billetera…

— No quiero escuchar nada que salga de tu boca — siseó — Me pareciste interesante cuando te vi anoche, y fue sólo casualidad el que aparecieras en mi empresa el día de hoy — agarró el tobillo del menor — Debiste de ir a nuestro encuentro, pequeño Axel.

— No… suélteme — sollozó — No me lleve con ellos otra vez.

— Shh, no tienes escapatoria —aspiró el aire — ¿Qué eres? — Preguntó, acercándolo a él — Y no me digas que eres un omega, porque eso te queda muy grande.

— Soy un beta — comenzó a llorar — No me lleve con ellos otra vez…

— ¿Por qué me siento atraído por ti? — Se preguntó a sí mismo — Un beta… mi alma gemela, y sobre todo un niño… ¿Cuántos años tienes?

— Dieciséis — se mantuvo sin realizar algún movimiento — No creo que seamos almas gemelas.

— Sólo trece años de diferencia, ya eso es de familia — lo sacó de la cama, sin soltar su tobillo, logrando que éste se diera un fuerte golpe en la nuca — No porque seas mi alma gemela, te trataré con cariño.

— ¿A dónde me lleva? — Pateó la mano de alfa — Me está lastimando.

— Silencio — hizo que se colocara de pie — Recojan las cosas que pertenezcan a éste niño y llévenla a mi casa.

— ¿Irá a su casa? — preguntó su chofer, incrédulo.

— ¿Es que eres sordo? — Puso los ojos en blanco — Es lo que acabo de decir, desde ahora éste mocoso estará conmigo, es mi pareja.

El chofer asintió, y abrió la puerta trasera del vehículo para que ambos entraran. Axel se resistió a entrar, hasta que un toque setero en la vena del cuello le hizo desmayarse de forma repentina. El alfa lo lanzó sobre los asientos, y se arregló el traje subiendo de igual manera. Se sentó a los pies del menor, riendo al darse cuenta de que lo había sacado en paños menores de ese lugar.

Miró la hora en su teléfono, y se soltó la coleta para luego mandarles un mensaje a sus padres.

Cuando llegaron a su casa, cargó al menor y se dirigió al interior de la misma. Las únicas personas que sabían de ese lugar eran sus padres, y estos no iban a visitarlo, se los había prohibido desde el inicio, necesitaba su espacio y más aun que estaba por cumplir los treinta y no encontraba a su alma gemela.

El olor del chico era casi nulo, pero demasiado atrayente para él. Era demasiado egoísta para dejar al chico libre, demasiado orgullo para tratarlo como se merece ser tratada una alma gemela y era demasiado confiado para darse cuenta de que al final del día, el amor había llegado a su puerta.

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