Capítulo 7

Isabella

Mi cuerpo entero entro en un estado donde hasta mis vellos están tensos, su voz sigue retumbando en mis oídos y mis ojos se quedaron mirando fijo un lugar en el bosque frente a mí.

¿Qué hace aquí? – pienso.

Reacciono observando rápidamente mis brazos y piernas maldiciendo en mi cabeza por haber decidido usar un vestido hoy, pero la verdad es lo único que no aprieta mi piel generándome más dolor.

Pienso en recitar el hechizo de camuflaje, pero su voz me vuelve a detener.

– Ni se te ocurra conjurar algo.

Me quedo callada en mi lugar sin moverme sintiendo como sus pasos están cada vez más cerca, no levanto mi vista cuando veo sus piernas entrar en mi campo de visión, ni me inmuto cuando uno de sus dedos recorre con apenas un toque uno de los golpes en mi brazo.

Las lágrimas comienzan a juntarse en mis parpados, pero lucho para no derramar ni una sola de ellas frente a él.

– ¿Quién fue? – pregunta.

– Nadie, me caí.

Suelta un suspiro y se hinca posicionando sus dedos bajo mi mentón alzándolo para que lo mire provocando que observe con sorpresa mi rostro y lo entiendo, el purpura es aquel color que lo adorna completamente en conjunto con pequeños cortes en mi pómulo y labio.

– ¿Te caíste? – inquiere con ironía – ¿crees que soy idiota? Esto no es de una caída isi, joder.

– Fue una caída muy fuerte.

– Dime de una vez quién fue. – ordena molesto.

– No tengo por qué decirte nada, ni darte explicaciones, te recuerdo que nosotros no somos nada.

Retrocede unos centímetros de mi soltando mi mentón como si mis palabras lo hubieran abofeteado.

Un destello de dolor se hace presente en sus ojos, pero lo disimula bien mirando hacia otro lado.

¿Qué le sucede? – pienso.

Me alejo un poco más de él y comienzo a levantarme lentamente intentando disimular las muecas de dolor por el esfuerzo de mis músculos de mis abdominales al hacer movimiento. Le doy la espalda para comenzar a caminar dentro de mi hogar, pero me detengo a medio camino nuevamente maldiciendo.

Vuelvo mi vista hacia él y se encuentra en la misma posición derrotada mirando hacia un punto fijo lejos de mí.

– ¿A qué viniste Christopher? – pregunto sacando la curiosidad que tengo desde que lo vi.

Suelta un suspiro mientras se levanta metiendo sus manos en sus bolsillos y vuelve a fijar su vista en mi cara.

– No has ido en tres días al instituto y... bueno yo... me preocupe.

La verdad sus palabras me sorprenden, pero no muestro ninguna emoción respecto a ellas, nunca espere que viniese alguien o que se dieran cuenta de mi ausencia.

– Bueno ya que estas aquí – comento dudosa – ¿avanzamos el proyecto?

Una pequeña sonrisa se forma en sus labios y asiente.

– Claro, es una buena idea.

Sin esperar que diga nada más camino hacia mi casa segura que el vendrá tras mío y me adentro en la sala pasando de largo hacia la cocina para preparar algo de comer.

El sonido de la ventana corrediza cerrándose me indica que ya entro y sus pasos acercándose a la cocina aceleran mi corazón mientras me inclino para adentrar mi cabeza en el refrigerador intentando pensar que podría cocinar.

– ¿Tienes ganas de comer algo en específico? No he almorzado ¿Tú? – pregunto con la cabeza aun metida en el refrigerador.

– Tampoco almorcé, estuve algo distraído en ese horario, pero lo que tú quieras está bien.

 Bufo ante su respuesta y me vuelvo a erguir volteando en su dirección, encontrándolo sentado en una de las sillas de la isla.

– Te pregunto para que me ayudes a decidir, no sé qué quiero.

–Está bien – ríe suavemente – ¿fideos con boloñesa? Siempre me ha gustado como te quedan, los gozaba mucho cuando los preparabas antes en las ocasiones que acompañaba a mis padres a cenar aquí.

– ¿Enserio? Bueno... eso será entonces.

Comienzo a sacar los ingredientes tanto de la despensa como del frigorífico acomodándolos en la pequeña isla que te encuentra en mi cocina.

Christopher no ha apartado la vista de mis movimientos en ningún momento y la verdad es que mis nervios están a flor de piel, su cercanía me esta poniendo nerviosa como nunca y no puedo entender por qué si siempre he estado acostumbrada a él.

– ¿Puedo colocar música? – pregunta rompiendo el silencio.

– Claro, coloca lo que quieras.

Saco una olla de la repisa llenándola de agua y colocándola a hervir, vuelvo mi atención hacia la tabla donde estoy picando cebolla y tomate para la salsa, aun bajo la atenta mirada de Christopher.

Se levanta unos segundos caminando hacia el salón y vuelve al cabo de unos segundos con su celular en la mano. Mi vista recae en él mientras hurguetea en su celular pasando sus dedos por la pantalla con el ceño ligeramente fruncido.

– ¿Coloco cualquier canción? – pregunta sin levantar la vista de la pantalla.

– La que quieras.

En ese mismo momento la melodía de una canción llena el espacio de la cocina, me acerco a la olla con el agua ya hirviendo y echo los fideos dentro con un poco de sal.

Saco un sartén colocándolo en el fuego junto a la olla, echo aceite en el y me volteo para agarrar la tabla con las verduras picadas y vuelvo a voltear para echarlas con cuidado en el sartén.

Las letras de la canción que suena de fondo alcanzan mis oídos y puedo reconocer que es yellow de Coldplay.

Comienzo a remover las verduras en el sartén con cuidado para que no quemen, pero mi mano se detiene al sentir el contacto de Christopher en uno de mis brazos, acariciándolo con la yema de sus dedos sobre los hematomas con tanta suavidad que me eriza la piel.

Puedo sentir su calor en mi espalda junto con su mirada en mi nuca.

Sus dedos recorren todo el largo de mi brazo en descenso y luego asciende aún más lento, trago saliva manteniendo mi vista fija en las verduras intentando comprender que son estos sentimientos que mi cuerpo exuda con su presencia y su tacto.

De un segundo a otro retira su tacto y se aleja de mi espalda escuchando como sus pasos salen de la cocina y comienza a subir la escalera.

¿A dónde va? – pienso.

No le tomo importancia y me dedico a colar los fideos del agua para mezclarlos con las verduras y agregar la salsa que compro en tarrito que viene con tomate y pequeños trozos de carne.

Agrego un poco de sal y pimiento cuando ya todo se encuentra mezclado en la olla y la tapo para que repose unos momentos. Coloco rápidamente la mesa y comienzo a sacar los platos de la repisa, pero me detengo al ver que Christopher aun no baja.

Justo cuando estoy por empezar a salir de la cocina él entra con un frasco en la mano, mi ceño se frunce e intercalo mi vista entre lo que trae en sus manos y sus ojos.

– ¿Qué sucede? ¿Qué es eso? – pregunto.

– Es una crema cicatrizante, recuerdo que mamá te la dio cuando te mudaste y creo que te serviría para los hematomas y cortes que tienes por los golpes que te dieron.

Mi pulso se acelera cuando menciona esa parte, pero intento contrólame para no delatarme.

– Ya te dije que me caí.

– Isi no soy idiota, sé que alguien te golpeo y que no me dirás nada así que no insistiré con eso – suspira acercándose a mí – pero al menos deja que te ayude a curar.

– Bueno, gracias... Puedes dejar ahí la crema luego me la colocare.

Volteo para comenzar a servir los platos, pero su mano alrededor de mi muñeca me lo impide haciendo que voltee nuevamente en su dirección.

– No, lo haremos ahora, nada me asegura que lo hagas luego y no quiero ver más esos golpes en tu cuerpo, así que no respondas nada y quédate quieta.

Iba a contradecir lo que dijo, pero una sola mirada hizo que me quedara callada y además lo conocía lo suficiente como para saber que no sacaba nada con llevarle la contraria porque lo haría igual.

Se acerca aún más a mi dejándome acorralada contra el mesón, el olor de su perfume impacta contra mis fosas nasales acelerando nuevamente mi corazón. Puedo ver de reojo como abre el pote de la crema y echa un poco en sus dedos, pero mis ojos permanecen clavados en los suyos.

Aquellos pequeños pedacitos de cielo.

La yema de su dedo toca la piel de mi mejilla mandándome una ligera corriente eléctrica por todo mi cuerpo provocando que frunza el ceño al igual que él, pero se recupera rápidamente para seguir esparciendo crema por todo mi rostro.

Pero cuando llega al corte que se encuentra en mi labio, lo recorre con tanta suavidad delineando todo el contorno de mi labio inferior que mis mejillas arden cuando sus ojos conectan con los míos sin dejar de tocarlo.

Veo como se acerca aun mas llegando a sentir su respiración contra la mía, no aparto mi vista de sus ojos y el tampoco de los míos generando la tensión en mi cuerpo es tan grande que casi podría sentir que tiemblo.

Humedece sus labios provocando que mi vista caiga en ellos y por instinto también humedezco los míos, pero cuando creo que se va a cercar aun mas se aleja dejando un vacío en mi cuerpo.

Carraspea levemente guardando la crema evitando mirarme.

– ¿Comemos? Así luego podemos avanzar el proyecto.

Lo miro por unos segundos sin comprender que sucedió, asiento con la cabeza y volteo para comenzar a servir la comida sintiendo aun su toque en mi labio.

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