Mi zorrita, eres tan condenadamente buena

El punto de vista de Gabriela

— ¡Javier! —Grité, sin poder controlar lo que iba a derramar.

—Sí, mi zorrita, córrete para mí.

—Javier... —Grité, el líquido brotó de mi sexo y me perdí por completo. ¿Qué fue eso? —pregunté jadeando. Él únicamente se rio.

Me miró, joder todo lo que mi sexo derramaba estaba en su boca y se lo tragó todo.

— ¡Tu primer orgasmo nena! A mí me gusta.

Querido Señor del cielo, ¿en qué me he metido? Este hombre es un problema. Me está llevando al infierno.

Luego puso su dedo en mi puerta. Grité. Usando sus manos, empujó dentro y fuera. Me estaba viniendo una vez más.

—Está sucediendo de nuevo, Javier.

—Sí nena córrete para mí, ahora estaba empezando a disfrutar. Mientras me corría de nuevo, grité su nombre.

Encendió la televisión mientras metía y sacaba los dedos, buscó páginas de sexo y me preguntó si podía tomarlo así. Cogí el control remoto y pulsé el botón de apagado. Le quité los bóxer. Tenía una experta, Chloe. Ella me decía continuamente cómo chupar a un tipo. Ella me enseñaba con un banano, pero no se lo diré. Lo besé mientras lo miraba fijamente. Quería asegurarme de que él sentía lo mismo que yo. Empecé con el capuchón, como Chloe me había indicado. Empecé con su capuchón. Lo chupé. Podía oírle gemir. Estaba extasiado. Eso significa que estoy en el camino correcto. Chloe me aconsejó que tratase de introducir su polla por completo, pero no hay manera de que lo introduzca todo. Javier era demasiado grande para que me la metiera toda. Le froté el pene, salpicándolo de saliva, y luego lo chupé. Metí y saqué la polla, acelerando el ritmo. Después, busqué sus pelotas. Le chupé los huevos. Esta vez le oí gemir con fuerza. Me tiró del pelo y empezó a metérmelo en la boca, luego metió su polla. Entonces me echó su esperma en la boca. Me tragué su semen de la misma manera que él, y parecía asombrado.

—Mi zorrita, estás llena de sorpresas. Acabas de hacer que me corra. —Sonrió y me levantó, y yo rodeé su cintura con mis piernas.

Javier era enorme y altísimo, y yo era como una niña para él. Me llevaba como si no fuera nada.

Me empujó de nuevo a la cama. Reclamó mis labios una vez más, presionando su lengua contra ellos, exigiendo la entrada, y yo le di acceso con gusto. Todo mi cuerpo se estremecía. Entonces vi que me sonreía, se acariciaba y se tocaba la entrepierna. Me preocupó saber por qué se acariciaba la ingle, pero se limitó a sonreír y a decir.

—Preparándome, cariño.

Succionó entre mis muslos una vez más, y luego buscó mi zona caliente con su lengua; apreté mis paredes, haciéndome una tijera.

Grité su nombre mientras él seguía empujándome con su lengua. Era difícil controlarme.

Solté: — ¡Javier!. —Grité su nombre. Entonces colocó su pene en mi entrada.

—Gabriela, esto va a doler, pero solamente por un tiempo. ¿Estás preparada? —Con un movimiento de cabeza, acepté.

Ahora, zorrita mía, quiero que mantengas el contacto visual conmigo y me mires con cada empujón que te dé. Nunca, nunca, nunca rompas el contacto visual conmigo. ¿Preparado? Preguntó una vez más, y yo asentí.

Se deslizó hacia adentro. Grité. Mis ojos se abrieron de par en par. Me quedé sorprendida y le miré. Esperó pacientemente a que me familiarizara con su pene. En lugar de empujar, enterró su cara en mi pecho durante más de dos minutos antes de chupar mi pezón. Me empapé al instante. Me agarró una de las piernas y se la colgó del hombro. Empezó a meter y sacar la polla suavemente. Cuando vi que se metía del todo, volví a gritar. Nuestros ojos estaban fijos en el otro. Empezó a empujarme con fuerza; sentí como si su eje golpeara mis pulmones. Me costaba respirar. Entonces aumentó el ritmo con más fuerza. Grité con todas mis fuerzas. No sabía qué hacer. Le agarré con fuerza y le oí gemir. Me hizo girar mientras me violaba, y mi culo quedó en alto. Él murmuraba,

—Joder —y gimiendo. Esperaba que me matara. Esta vez me folló con más fuerza. Yo sollozaba. Me subí encima de él y empecé a cabalgarlo. Él gemía sin parar. Me agarró de la cintura como para animarme. Me arrastró hacia abajo y puso mis dos piernas sobre sus hombros. Al entrar de golpe, su culo se flexionó. Arrastró mi cabeza hacia arriba. Me di cuenta de que se estaba corriendo. A medida que se iba haciendo más fuerte, me iba vaciando. Grité su nombre, que resonó en toda la habitación. Me disparó dentro, inundándome de esperma. Mientras inhalaba, le oí gritar,

—Joder —y me miró y besó la parte superior de mi cabeza. Todo mi cuerpo estaba empapado de sudor. Entonces me pidió que bajara para poder cambiar las sábanas. La cama se había convertido en un charco de sangre. Lo quitó todo y volvió a poner las sábanas.

Hablamos. Volvió a preguntarme a qué me dedicaba.

¿Se olvidó de repente de que me había hecho esa pregunta antes? ¿Mi coño le hizo olvidar todo? Ruego que no olvide mi nombre. Me reí y respondí una vez más.

Le informé de que aún era estudiante. Me miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.

A continuación, preguntó por mi edad. Le indiqué que tenía 21 años, y me respondió que tenía 31 años.

Me sentí incómodo, pero sabía que era mayor que yo. Le dije a qué universidad iba. Se puso encima de mí. Lo hicimos toda la noche, perdí la cuenta de las veces que follamos. Follamos hasta que no pude más. No sé cuándo me quedé dormida; podía oír los latidos de su corazón mientras estaba tumbada sobre su pecho. Me sentí muy bien al estar tan cerca de él. Me sentía tan tranquila, y ya estaba perdidamente enamorada de este chico.

Estaba tan segura de mis sentimientos por él que no lo cambiaría por nada.

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