Punto de vista de Javier

Mientras que la mayoría de las mujeres habrían aceptado de buen grado la oferta de cenar con el director general adjunto, Gaby frunció el ceño, frunció las cejas, cambió rápidamente su expresión por la de la sonrisa y buscó una excusa para rechazar la invitación, y se marchó sin dar otra oportunidad de concertar otra reunión.

Sabía que seguía por aquí, ya que estábamos haciendo el catering para ella y su personal. Así que fui a mi suite a cambiarme. Iba vestido con pantalones de chándal y un chaleco. Llamé a la dirección del hotel y le pedí que enviara a alguien a mi habitación con una botella de vino y dos copas. Alguien llamó a mi puerta al cabo de cinco minutos y me entregó el vino.

Salí de mi cuarto y me dirigí a la habitación de Gabriela. Cuando llegué a su suite, la vi recostada en el sofá, charlando por teléfono. Es como si se hubiera olvidado de cerrar la puerta. Entré y cerré la puerta. No quería interrumpir su conversación telefónica. —Te quiero, ca