FELIPEComprendo que Emilia tenga tanto miedo. Finalmente, con todas sus patologías, no ha querido salir de casa y sobre todo y más que por ella misma, es por Andrés que, si le tocara vivir algo como eso, cómo se lo explicaríamos, si ni siquiera soporta usar una mascarilla —Pienso.—Amor, me voy a bajar yo primero. Entraré a ver a Angélica y según cómo la encuentre, te vengo a buscar para que bajes con Andrés —advierto y ella asiente con una cara de miedo que me contrae el corazón.Bajo del auto, abro la reja y entro hasta la puerta, golpeo un par de veces, pero no escucho nada, por lo que con la llave de Emilia entro a la casa. Con temor a encontrar el peor panorama, camino por el pasillo hasta las habitaciones y la llamo—¿Angélica? —digo y no hay respuesta. Trago el nudo que tengo atascado en la garganta y vuelvo a llamar—. ¿Angélica? —Sin obtener respuesta.Me acerco al dormitorio de visitas, que es donde Angélica ha dormido desde que falleció Maximiliano, encuentro la puerta junta
Felipe me tiene entre sus brazos, abrazada y sin dejar de llorar, me sigo repitiendo en la cabeza una y otra vez que perdono a mamá por todo y que me perdone, si alguna vez le fallé.—Eres la mujer más valiente y fuerte que conozco, amor —Me susurra, mientras me contiene entre sus brazos.—Lo único que quiero, es que, si se va, se vaya livianita, sin culpas —Logro musitar. Felipe me suelta del abrazo, besa mi frente y se vuelve a sentar frente a mí y me toma las manos.—Yo también le quiero pedir perdón, por no haberla comprendido, sino hasta ahora —dice con la voz quebrada—. Y también quiero pedirle perdón por no haber sido lo que esperaba para Emilia, pero que sepa que la amo con mi alma y no la dejaré sola, que la cuidaré y protegeré hasta mis últimos días —dice y a pesar de la pena, le sonrío.Al día siguiente…Por la mañana temprano, llaman para reportar sobre el estado de mamá y esta vez contesté la llamada yo. Pidieron expresamente que me fuera a despedir de mamá, por lo que con
FELIPEEmilia lleva un par de meses con insomnio, pero no le digo mucho, porque entiendo que es su forma de pasar la pena y no la juzgo, jamás podría ponerme en su lugar, porque tengo hermanos y si bien por obviedades de la vida, en algún momento a mis papás les tocará partir, tendré a mis hermanos para no sentir ese vacío que describe ella.Me levanto al baño y miro la hora en el móvil cinco y cuarto de la mañana y Emilia no está en la cama, por lo que voy a la sala para ver cómo está. La encuentro en el sillón, abrazada a sus piernas, mirando a la nada.—¿Cómo estás, bonita? —pregunto, mientras la arropo con una manta y me siento a su lado.—Hay cosas que nunca voy a entender de mamá y a pesar que no nos llevábamos del todo bien… extraño las cosas cotidianas, ¿sabes? —dice sin mirarme, manteniendo la misma posición.—Es lo normal, amor y aunque su relación madre-hija no fuera la mejor, en el fondo siempre actuaste en modo de defensa, así como para protegerte a ti misma, o para no dañ