KAELA:

Miré a mi Alfa con verdadera admiración, sintiendo el gran amor que le tenía crecer a pasos agigantados. La confianza en él ganaba terreno a las dudas que aún quedaban en lo más profundo de mi mente. Ahora comprendía los rumores y el miedo que le tenían todos en mi breve estancia en su palacio. Decían que era un Alfa cruel, sin emociones, que no dejaba que nadie le faltara el respeto. Su lobo, Kian, con solo rugir, cosa que hacía cada noche, lograba que todos corrieran a encerrarse en sus habitaciones.

La realidad ahora me golpeaba, y, muy a mi pesar, tenía que darle la razón. Los miembros del consejo de la antigua manada de mi padre sí me habían aceptado y hecho su Alfa por mi estirpe de alfa real. Pero, en verdad, parecía que pretendían dirigir ellos debido a mi inexperiencia y porque me consideraban indigna al haberme criado lejos de los lobos, entre