Por primera vez desde que cayó irremediablemente bajo el encanto de Taylor, Charly escuchó a su Ángel Guardián.
Y no, no le midió el pene.
Lo último que quería era que la descubriera comparando su longitud con una regla, esa escena habría sido verdaderamente desastrosa.
En cambio, Charly se hizo notar. Se recostó contra el pecho de Taylor, con los brazos cruzados sobre él mientras apoyaba su barbilla en las manos.
Taylor despertó inmediatamente con un murmullo, mientras la rodeaba con el brazo instintivamente. Con una sonrisa tenue, abrió los ojos lentamente. —¿Estoy en el cielo? ¿O se cayó un ángel del cielo y durmió conmigo?
Una risita escapó de los labios de Charly al decir. —Técnicamente, tú te metiste en mi cama.
—Tengo hambre. —Agregó ella, haciendo pucheros.
Taylor le pellizcó suavemente la mejilla, diciendo. —Siempre tienes hambre.
—Son las ocho de la mañana. —Añadió Charly.
—¿Qué? Joder. —Se levantó mientras se aseguraba de que Charly se incorporara con él cuidadosamente —. Le