Taylor esperaba con ansias su beso de un minuto. Se giró hacia Charly, listo para saltar, pero en lugar de meterse al agua, ¡se quedó paralizado!
Su corazón se aceleró.
¡Le costaba respirar!
Sintió cómo la mandíbula se le caía hasta el centro de la Tierra, y, finalmente, su miembro se endureció.
—Qué carajo —murmuró Taylor, con la garganta seca.
¡Sí! ¡Charly llevaba puesto ese maldito hilo dental! La bikini carísimo y diminuto que él le había dicho específicamente que no comprara... sin embargo, ahí estaba, luciendo como si fuera la dueña del lugar. Lo cual, para ser justos, en cierto modo lo era, ¡pero Taylor nunca la alentaría!
Taylor sabía que Charly era sexy, pero nunca pensó que debajo de sus blusas holgadas y camisetas habituales tuviera un cuerpazo así. Parecía una de esas modelos de marcas de trajes de baño sensuales, con una cintura diminuta, caderas curvilíneas, y piernas largas, blancas y bellamente esculpidas.
El chico malo que llevaba dentro gruñó al ver a Charly desliza