—¡Dios mío! —gritó Charly en su mente cuando la puerta crujió al abrirse.
Podía casi escuchar música angelical de fondo, como si un coro estuviera celebrando su llegada. Un resplandor dorado y suave parecía emanar del cuarto de Taylor, prácticamente invitándola a entrar. Si se concentraba lo suficiente, podría ver pequeños querubines lanzando confeti.
Obviamente, nada de esto era real... pero así se sentía.
Demonio Interior: "¡No, Charly! No son querubines. ¡Soy yo!"
"No, son querubines", se respondió Charly mentalmente, o al menos eso se convenció a sí misma.
Tragó saliva, sintiendo nervios, pero tampoco podía dormir. Su corazón le decía que solo podría lograr el descanso que deseaba al lado de Taylor.
Después de cerrar la puerta, se deslizó en la cama de Taylor. Él parecía estar completamente inconsciente, acostado boca abajo.
Charly se quedó rígida, abrazando su peluche favorito. Le tomó unos minutos calmar su corazón, pero pronto sus ojos comenzaron a sentirse pesados. Los cerró po