—Te vendría bien un poco más de práctica. —sugirió Taylor.
Charly se quedó inmóvil a medio parpadeo. Frunció el ceño. —¿Yo?
—Sí, el beso estuvo... regular —Taylor se encogió de hombros, haciendo un gesto con la mano de “más o menos”.
—¿Regular? —A Charly abrió la boca, ofendida—. ¡Pues tú tampoco estuviste mejor!
Taylor entrecerró los ojos. Y de repente, se recostó con una sonrisa malicia. Y en ese momento, Charly supo que estaba en problemas. Ya llevaba casi dos semanas viviendo con Taylor, y si algo había aprendido era que esa sonrisa suya significaba peligro.
—Muy bien —dijo Taylor con suavidad—, establezcamos límites.
Charly cruzó los brazos. —¿Límites?
—Sí, con respecto a los besos —respondió Taylor.
Charly asintió rápidamente.
—Buena idea. Los límites son importantes.
—Las reglas son importantes también—retomó Taylor—. Nos aclara las cosas a ambos sobre cuándo podemos besarnos, quién inicia y cómo.
Charly se movió incómoda, sintiendo cómo su cara empezaba a arder.
—Sí, claro. T