Por la parte de Felipe, se había ido a vivir a su hotel en Miami. No sabía exactamente por qué había escogido ese lugar, ya que tenía hoteles en muchas otras ciudades de aquel país. Sin embargo, algo en su corazón le indicó que ese era el sitio indicado… por ahora. Más adelante vería a dónde ir.

Después de reflexionarlo por un tiempo, Felipe comprendió que la razón era porque: una vez, su esposa le había confesado que esa era su ciudad favorita para vivir. Y fue ese recuerdo el que lo había llevado hasta allí.

Desde su llegada a aquel hotel, se había convertido en un verdadero ogro. Ya habían pasado tres meses desde que se enteró de que su esposa estaba en coma, y desde entonces no había vuelto a saber nada más de ella. La incertidumbre lo consumía. Cualquiera que cometiera el más mínimo error en su trabajo recibía sus gritos o, peor aún, era despedido de inmediato.

El ambiente en el hotel se había vuelto tenso. Muchos ya eran víctimas del mal humor de su jefe, desde que Felipe había