La Obsesión del Rey Vikingo con su Omega
La Obsesión del Rey Vikingo con su Omega
Por: 192
La maldición Omega

PREFACIO-

—Déjame ir —dijo frenética, torciendo su brazo, tratando de zafarse de su brutal agarre.

Su proximidad hizo que su corazón latiera con fuerza en sus oídos mientras las lágrimas amenazaban con derramarse. La bestia de un hombre la giró bruscamente antes de agarrar su delicada garganta con su gran mano venosa mientras la tiraba hacia él. Su piel bronceada contrastaba con la de ella mientras su pulgar acariciaba la suave piel de su cuello de cisne.

Los dedos de sus pies apenas tocaban el suelo mientras miraba petrificada al hombre que se cernía sobre ella aparentemente trastornado. Su cálido aliento acarició su rostro y le produjo escalofríos en la espalda. Parecía poseído.

—¡Eres míA, jodidamente MIA! —emitió un gruñido bajo como un amimal cuando ella se estremeció.

Sus bordes verdes safiros eran pozos ardientes mientras la miraban con una ferocidad sin adulterar. Su barbilla se tambaleó y sus labios carnosos temblaron cuando ella sacudió la cabeza tratando de alejarse de él y su lucha se volvió frenética. Estaba tan asustada. Su mandíbula se apretó y su nariz se ensanchó de rabia.

—Así que no escucharás, eh, pequeña Omega —el gruñó en voz baja antes de dejarla ir.

 Ella se alejó tres pasos de él, agarrando sus manos sobre su pecho. Todo su cuerpo tembló salvajemente cuando lo vio cerrar la puerta antes de mirarla mientras se desabrochaba la camisa y su corazón se hundió en las profundidades del terror absoluto, sacudió la cabeza involuntariamente.

—Desnúdate, pequeña omega tigresa. Desnúdate para tu rey—el apretó con saña causando que el corazón de ella se le subiera a la boca.

Era tan alto como un maldito gigante con una constitución musculosa y su poderosa aura exigía una sumisión absoluta. Todo gritaba su señoria de rey con sangre real Vikingo.

El realmente la destrozaria, la partiria en dos.

—No puedes escapar esta noche —dijo con voz áspera, inclinándose hacia atrás solo para dejar que sus ojos la recorrieran de pies a cabeza con un brillo oscuro en sus ojos como si la estuviera evaluando.

—Dije, no lo quiero. No otra vez —dijo con frialdad con todo el coraje reunido e intentó caminar desde el otro lado, pero él instantáneamente se inclinó más cerca obligándola a dar un paso atrás para que sus cuerpos no se tocaran.

—Es tu deber complacerme pequeña Omega. ¿Qué clase de compañera serías si no complace a tu rey? —el se burló y ella lo miró fijamente. Sus ojos se encontraron en una mirada acalorada de oscura intensidad.

—No es No. Qué clase de rey serías si ni siquiera sabe el significado de sí o no —replicó ella con frialdad, y sus ojos se entrecerraron en advertencia, pero la forma en que su nombre salió de sus labios envió una oleada de sangre a su ingle.

Ahora, mientras la miraba temblando como una hoja, pero tratando de actuar fuerte y serena. A él le gusta. Sus largos mechones estaban mojados y la punta de su nariz estaba roja. Él deliberadamente dejó que su mirada cayera sobre su pecho.

—¡Mis ojos están aquí arriba! —ella agarró su barbilla y dirigió su mirada hacia arriba mientras sus ojos chocaban.

Estaba probando demasiado su suerte al agarrar su barbilla así. Ella esta de remate loca, no sabia de donde habia sacado tanta valentia con este mostruo.

—Si insistes —rechinó antes de levantarla sobre su hombro.

 Ella gritó y le dio un puñetazo en su enorme espalda. En dos largas zancadas, se paró frente a la piel y la dejó caer sobre ella. Inmediatamente se enderezó con su peso descansando sobre sus palmas. Ella lo miró asustada.

Él la miró, la bata se deslizó por su hombro derecho mostrando su piel cremosa.

Ella trató de escapar, pero él la agarró por la cintura y tiró de ella debajo de él.

—¡No! —ella trató de alejarlo, pero el era demasiado fuerte. Agarrando su mano izquierda, la golpeó contra la cama al lado de su cabeza y su otra mano agarró su hombro.

—¡Quítate de encima de mí animal salvaje! —ella chilló mirándolo y sus ojos se encontraron.

—Lenguaje, Atenea. Cuida tu maldito tono conmigo pequeña omega si no quieres que te desteroze —el le advirtió con frialdad, apretando su muñeca para enfatizar.

Se inclinó tan cerca que la punta de su nariz se tocaba.

—Si no quieres que te ate a mi piel y me salga con la mía, ¡te sugiero que mantengas la boca cerrada! —el gruñó en baja amenaza y ella cerró los ojos fuertemente aterrorizada de su juicio.

Sus ojos. Las pupilas se dilataron hasta que el ámbar quedó solo en los bordes. La mirada depredadora en su mirada congeló su corazón.

Su barbilla se tambaleó y ladeó la cabeza cuando él se inclinó y dejó caer un beso en su cuello a propósito y lamió su piel suave. Retirándose, vio que ella temblaba terriblemente debajo de él.

Tan jodidamente atractiva.

El corazon de Atenea se hundió en su abdomen.

La manada de Vikingos era la más temida de todo el reino de los lobos.

Eran Vikingos, enormes, bestiales, con lobos gigantes, sus guerreros eran poderosos, mejorados en todos los sentidos y brutales.

Por lo general, asaltan otras manadas y toman esclavos para ellos.

No había tribu, reino o humano que no hubieran oído de estas bestias brutales, despiadados y, lo más importante; criaturas hambrientas sin corazón.

Ella era una exclava más que habia sido traída a rastras de su manada.

No tenía a nadie en esta manada, era una simple exclava omega inutil.

Se quedo huérfana hace mucho tiempo y era de la tribu Omega más baja, vista como la más débil y la maldición.

Cambió a los tres años, lo que era extremadamente raro, y desde entonces, la habían etiquetado como m*****a.

Su antigua manda le dijieron que era fea y que no merecía nada hermoso o feliz y de alguna manera, lo creía.

Dijeron que traía mala suerte y que era responsable de la muerte de sus padres.

Nunca conocí a su madre, porque ella murió al darla a luz y su padre murió cuando ella tenía seis años mientras intentaba salvarla de unos pícaros.

Había creído en la manada luna azul porque si no estuviera m*****a, su vida no sería tan fea como esta.

Pero ahora el rey vikingo habia puestos sus ojos intimidantes en ella. A quien todos le temían, por ser cruel y sin corazón por la manera en atacar a las mandas de hombre lobo sin piedad alguna. 

Y parecia que no estaba dispuesto de dejarla ir tan facilemte ¿La rompera mas?  O la salvara-  

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