Nick cerró los ojos y espiró hondo.
—Ven, vamos a sentarnos —le dijo con suavidad—. Como dices, podemos pelearnos después, pero ahora hay cosas más importantes.
Valeria no dijo nada, solo se dirigió hacia uno de los asientos y rellenó aquel formulario que se sabía de memoria.
No habían pasado ni veinte minutos cuando un doctor entró al salón de espera y Valeria se levantó con rapidez para ir a su encuentro.
—¡Alan! —Valeria lo abrazó por un segundo y él sonrió con una expresión que a Nick le sentó como una patada en el estómago—. Alice…
—Cálmate. Ya la vi. Está bien. Va a estar bien —le aseguró el doctor.
Pasaba de los treinta años y se veía un hombre serio y educado, más atractivo de lo que le convenía para ser galeno.
—Hacía mucho que no le daba una fiebre de estas —dijo el doctor—. ¿Ha estado estresada? ¿Pudiste cambiarla de escuela?
Nick vio que Valeria miraba al suelo y se abrazaba.
—No… no he podido hacerlo, estoy trabajando en eso —murmuró como si le diera vergüenza.
—Es una pena que el gobierno no apoye casos como estos… quizás algún Seguro… —se aventuró el médico y Nick se acercó.
—¿Disculpe, qué quiere decir? —preguntó y Alan lo miró con cierta incomodidad.
—Lo siento, ¿usted quién es? —dijo cortante y Valeria se encargó de responderle.
—Emmm… Alan, él es el señor Bennet, es mi jefe. Me ayudó a traer a Alice.
—¿Tu jefe? —El médico extendió la mano y en el mismo momento en que Nick la estrechó, pudo sentir la rivalidad surgiendo—. Me alegro de que por fin haya alguien que te valore en el plano laboral —apuntó.
—¿Qué es lo que tiene Alice? —se interesó Nick y después de un breve gesto de asentimiento de parte de Valeria, el doctor se dirigió a él.
—Alice es una niña con un coeficiente intelectual muy alto, mucho más que un adulto. Sin embargo a veces este exceso de inteligencia hace a los niños muy vulnerables, les cuesta relacionarse con otras personas, y aceptar el mundo tal como es. En el caso de Alice, por ejemplo, solo tolera que la toque Valeria. Y cuando se estresa mucho le da fiebre, es psicosomático pero no deja de ser peligroso. Debería estar en una escuela especializada, pero… bueno, son muy costosas. —Miró a Valeria con nerviosismo, asegurándose de no haberla ofendido, pero la muchacha no miraba a ninguno de los dos—. Escucha, Val… Alice es una niña fuerte, solo trata de que se mantenga tranquila, estas cosas eventualmente pasarán —aseguró poniendo una mano en su hombro—. Y sobre todo, intenta no estresarte tú. Eres la única persona que Alice tiene, todo lo que te pase, se refleja automáticamente en ella. Tú te estresas, ella se estresa. ¿Entendido?
Nick apretó los puños dentro de los bolsillos de su pantalón. Valeria ni siquiera necesitaba echárselo en cara. Su estupidez y su enfrentamiento con Valeria había mandado a aquella niña al hospital.
—Val, Alice estará aquí todo el día pero es probable que en la noche ya puedas llevártela.
—Gracias Alan —murmuró ella con tristeza antes de que el doctor se retirara.
Nick se quedó allí parado, sin saber qué hacer ni qué decir hasta que ella habló.
—Gracias, señor Bennet, por toda su ayuda.
—Bueno… si no te molesta, preferiría quedarme hasta saber que está bien —dijo él y Valeria lo miró con incredulidad, pero solo asintió en respuesta.
No cruzaron ni una sola palabra después de eso. Solo se quedaron sentados, uno junto al otro, como si fueran dos extraños unidos por el destino en aquel salón de espera, durante horas.
—Voy por un par de cafés —dijo Nick de repente—. ¿Cómo te gusta?
Valeria lo miró como si fuera un extraterrestre.
—Da igual, mientras sea café. Gracias —respondió.
Nick buscó la cafetería, pidió un par de capuchinos cargados, y estaba a punto de regresar cuando la mención de aquel nombre lo hizo reaccionar.
—Doc, ya debería olvidarse de Valeria de una vez.
Nick no se movió de la barra, de espaldas a la enfermera y al médico.
—Sara ¿qué te he dicho de andar husmeando en mi vida amorosa? —replicó el médico condescendiente.
—Es que ella nunca lo ha mirado de esa forma. Además, usted es un médico brillante y ella… pobrecita pero esa niña es un equipaje muy grande.
A Nick le hirvió la sangre solo de escuchar aquello. Ningún hijo era un equipaje grande para una madre, y por más que le desagradara Valeria, estaba seguro de que ella no pensaba así. Su preocupación y su cariño por Alice eran más que evidentes.
—Sara, no digas eso. La verdad es que Alice tiene suerte de tener a alguien como Valeria en su vida —dijo el médico y de repente a Nick le cayó todavía peor—. Además, ella no tiene la culpa de lo que le está pasando.
—La verdad es que ni suerte tiene —murmuró con pesar la enfermera—. No termina de pagar una deuda del hospital cuando ya está entrando en otra.
—Bueno… creo que voy a ayudarla con esta —reflexionó el médico.
—El agradecimiento no es amor, doc —le advirtió Sara.
—No, pero me conseguirá una cita y por algo se empieza, Sarita. Por algo se empieza.
Nick tomó su camino de regreso al salón mientras comenzaba a oscurecer y puso el capuchino en las manos de Valeria sin decir una palabra. Le molestaba que el médico la pretendiera, y le molestaba más que usara un favor para conseguir su atención. Bueno… eso no era algo que estuviera particularmente tentado a permitir, así que se alejó unos minutos y fue directamente a resolverlo.
Ya se había ocultado el sol por completo cuando Alan regresó a la sala de espera.
—Listo —dijo sentándose frente a Valeria—. Ya la fiebre desapareció. Aceptó comer algo y lo único que sí tendrá es mucho sueño. Y sus remilgos normales pero esos ya los conoces. Voy a darla de alta.
Valeria intentó sonreír un poco, más tranquila.
—Gracias Alan. Pasaré por la factura de pago y luego voy por ella —aseguró la muchacha.
—Sobre eso… no hace falta que la pagues. Yo me ocuparé esta vez —dijo tomando sus manos con gesto tranquilizador, pero Valeria palmeó sobre el dorso de una de ellas.
—Te agradezco mucho, Alan, pero no puedo aceptar eso —respondió la muchacha y Nick achicó los ojos del gusto. Cualquier otra en su posición habría aceptado sin dudarlo.
—Val, no es malo recibir ayuda de vez en cuando…
—No se preocupe, doc —intervino Nick haciendo que lo mirara—. Nuestra compañía tiene un seguro de cobertura amplia para todos los trabajadores, así que la factura corre por nuestra cuenta. Ya me encargué de eso.
Valeria lo miró, asombrada, pero Nick no quitó aquella sonrisa suficiente de su rostro, y si al doctor le había molestado su intromisión, se encargó de disimularlo bien.
Por fin una hora después salían del hospital y se subían de regreso al coche de Nick, que las llevó a casa. Valeria acomodó a Alice y suspiró antes de enfrentar aquellos tres pisos de escaleras porque pesaba bastante, hasta que oyó tras ella una voz extrañamente suavizada.
—Vamos, te empujo.
Sintió las manos de Nick en sus caderas y la respiración se le cortó, pero empezó a subir y no podía negar que ayudar, sí ayudaba bastante.
Finalmente entraron al minúsculo departamento.
—Si me das un momento, voy a acostar a Alice —dijo y Nick solo asintió.
—Valeria… hueles a hospital… —protestó la nena medio dormida—. Y yo también… ¡ffffiiiuuu! ¡fffiiiuuuu!
—Ya va, mi amor, ahora nos cambiamos… —le aseguró Valeria y se metió al cuarto con ella mientras Nick se quedaba solo en la sala, mirando alrededor.
El pequeño departamento no era horrible, pero definitivamente no emocionaba vivir en un sitio así. Tenían todo en uno: salita, comedor, cocina, y había una sola puerta que era por donde habían entrado Valeria así que debían tener un solo cuarto para las dos. Todo estaba muy ordenado y limpio, decorado con tonos pastel muy suaves, y tenían solamente lo imprescindible. Definitivamente era un contraste abrumador en comparación con su departamento de cuatrocientos metros cuadrados, lleno de cuanta porquería pudiera comprar y bueno… tenía dinero para mucha de esa.
—Lo siento, Alice es muy sensible con los olores, tuve que bañarnos y cambiarnos —se disculpó Valeria llegando junto a él—. ¿Me dejas prepararte un café? Creo que no hay mucho más que pueda hacer para agradecerte que nos hayas ayudado hoy…
Su voz era cansada, probablemente Nick debía largarse ya y dejarla descansar, pero no podía irse, porque lo que estaba viendo lo tenía embobado.
Valeria había salido con un pijama suave y enorme. El pantalón arrastraba sobre sus pies descalzos. No llevaba una gota de maquillaje y llevaba el cabello lavado y oloroso. Y todo aquello tenía para él un impacto más feroz que cualquier lencería.
Era condenadamente hermosa así, al natural. Era horriblemente deseable así, y Nick se encontró girándose contra la barra de la cocina para que no se notara la erección que le estaba provocando solo el verla preparar café. ¡Por Dios, solo era un maldito café!
Cerró los dedos en torno a la taza y ella hizo lo mismo del otro lado de la diminuta barra. Nick suspiró subiendo los ojos hasta ella y se dio cuenta de que lo estaba mirando fijamente.
—Lo siento… por la bofetada y eso —murmuró, aunque los dos sabían que era solo por protocolo, porque si le hubiera podido dar dos se las hubiera dado.
—Yo lo siento por estresarte… siento que provoqué todo esto —contestó Nick.
Valeria no respondió, era extraño verlo así, parecía un hombre completamente diferente. Distinguió de nuevo todos los pequeños detalles que había visto el día que se habían conocido, todas aquellas cosas por las que se había sentido tan atraída antes de saber que era un odioso.
—Será mejor que me vaya —dijo Nick de repente y Valeria asintió.
—Te pongo el café en un recipiente para llevar —dijo ella y acercó una pequeña escalerita para alcanzar la estantería superior de la cocina.
Nick vio el desastre antes de que ocurriera: ese pantalón demasiado largo metido entre el escalón y su pie… Apenas si tuvo tiempo de dar la vuelta a la barrita y alcanzarla mientras se iba de bruces contra lo que tenía delante y eso, por suerte, era él.
Cayeron con un golpe seco y Valeria ahogó un grito cuando su frente chocó contra la de Nick.
—¡Ay! —y eso era nada en comparación a cuánto podía haberse lastimado si no hubiera caído sobre él.
—¿Estás bien? —preguntó Nick haciendo fuerza para sentarse con ella encima y de repente fue como si los dos dejaran de respirar.
Estaban demasiado cerca, eso era un hecho. Los brazos de Nick se cerraban alrededor de su cintura y, sentada a horcajadas sobre él, podía sentir absolutamente todo lo que le estaba provocando. Porque sí, aquello que se apretaba y crecía contra su intimidad se lo estaba provocando ella. Ni siquiera podía moverse… aquel olor de Nick era absurdamente atrapante y no entendía por qué, pero estaba tan nerviosa… y él la miraba como… como…
Y entonces ya no hubo espacio. La boca de Nick se encontró con la suya en un beso urgente y desesperado, como si fueran dos viejos amantes que de repente se encontraran. Valeria intentó resistirse, pero en el momento en que los brazos de Nick se abrieron, liberándola, se dio cuenta de que no quería ir a ningún lugar.
Se quedó allí, sobre su boca, con miedo de moverse hasta que un roce suave y tentativo de Nick la hizo cerrar los ojos. Sintió sus labios explorarla con una extraña suavidad y ahogó un gemido cuando su lengua alcanzó la suya en un juego pequeño y perfecto.
Y como todo lo perfecto… no podía durar.
Nick cerró los ojos Era absolutamente deliciosa. Nick podía sentir el calor subiendo por su cuerpo, cosquilleando en las puntas de sus dedos cuando la tocaba. Era pequeña contra él. Su cuerpo desprendía un olor exquisito y su sexo se sentía caliente incluso por encima de la tela. Metió la lengua en su boca y la escuchó reprimir un gemido, pero era evidente que disfrutaba aquel beso. No llevaba brasier bajo el pijama y Nick podía sentir todos los instintos despertar en él de una sola vez cuando se apretaba contra su cuerpo.—Val… —murmuró.Besarla, tenerla… se sentía como si fuera el momento correcto, el sitio correcto, la mujer correct… ¡pero no lo era! Ella no era la mujer correcta… no para él. Nick paró aquel beso antes de que las cosas se salieran de control. La levantó, poniéndose de pie mientras
Valeria se sentó en su oficina, de cara a su pequeño ventanal, por donde podía ver el cielo. A la izquierda, sobre una de las extensiones de su escritorio, estaba una foto de su madre, su hermanita y ella. Se veían felices las tres… muy felices. Habían sido tiempos más felices.No podía decir que todo había cambiado desde la muerte de su madre, porque nunca habían tenido mucho dinero, pero al menos antes Alice no se enfermaba tanto.Suspiró mirando al cielo.—¿Está mal ser fuerte, má? —preguntó en un murmullo—. ¿Está mal querer sentirme poderosa aunque no lo sea? Ya me pisotean bastante ¿te imaginas si encima fuera una mujer sumisa?Negó con decisión mirando la foto.—No, má. Tú me enseñaste a ser una guerrera. No me voy a quedar callada, no voy a bajar la cabeza, y
Valeria jamás había estado en un desfile para distribuidores, pero era evidente que se consideraba un evento muy importante, porque veinticuatro horas antes pusieron un enorme reloj marcador en medio de la sala de descanso del Estudio de Diseño y comenzó el verdadero revuelo.Las modelos iban de un lado a otro, las chicas de Corte y Costura ajustaban todos y los diseñadores hacían arreglos de último momento. Valeria y Oli se miraban emocionadas porque las dos habían sido citadas para participar.Solo se hablaba de Andrew Davies y de los contratos millonarios que siempre representaba su visita. Era uno de los distribuidores más codiciados por cualquier estudio de diseño porque sus tiendas departamentales estaban en más de cincuenta países.—¿Estás lista para esto? —preguntó Oli ajustándole a Valeria la hermosa blusa de mangas a
Richard golpeó el pecho de Elliot mirando el corsé.—¡Eso es lo que quiero! —exclamó ante el asombro general.—¿El qué? ¿A la chica o al corsé? —preguntó Elliot pensando en voz alta.—¿Se puede a los dos? —Richard levantó una ceja mirando a Valeria pero era evidente que estaba haciendo una broma así que los que entendieron se rieron y los que no se rieron también, por no desentonar.El único que no tenía ni media sonrisa era Nick.—¿Lo puedo mirar de cerca? —pidió Richard y Valeria asintió poniéndose de pie y acercándose a él.Richard la hizo darse la vuelta varias veces frente a él.—¿Este modelo es tuyo? —preguntó embobado.—Así es.—¡Es fantásti
Andrew miró a sus hijos, que se veían bastante entusiasmados.—Nick, Layla, si no les importa, me gustaría poder hablar con mis hijos un momento —les pidió amablemente a sus anfitriones y estos se retiraron enseguida.Andrew se sentó frente a Richard y Elliot, sus muchachos aunque ya tenían casi treinta años, y levantó las manos.—¿Qué les pareció? —preguntó.—Deberíamos robársela a los Bennet —dijo Elliot.—¿Para qué? No tenemos un estudio de diseño, somos distribuidores —lo reconvino su hermano.—Bueno, podríamos tener un Estudio propio, todos empiezan con algo y esa chica… es una excelente diseñadora —replicó Elliot.—Eso sí, deberíamos preguntarle si tiene algo más, solo esa colección no es suf
Poniendo de lado el incidente del señor Davies, que se había ido de su oficina un poco nervioso, Valeria sentía que el resto había salido perfecto. Layla estaba encantada, y las había invitado a ella y a Oli a tomar algo después para hablar sobre un cambio de Oli hacia el departamento de Corte y Costura.Valeria estaba lista para irse cuando una chica del departamento de economía puso sobre su escritorio doce carpetas de colores.—¿La señorita Williams? —preguntó.—Sí, soy yo.—Nuestro CEO le envía esto. Son las especificaciones de los materiales que usó en su colección y necesita que establezca un presupuesto para mañana.Valeria miró aquella montaña de carpetas. Le tomaría un par de horas llegar a un presupuesto aceptable, pero podía lograrlo, terminaría rayando la hora de salida.
Podría haber puesto mil excusas para lo que estaba haciendo, pero la realidad era que aquella mujer lo desesperaba, lo enloquecía, quería darle diez nalgadas por el simple hecho de respirar, no se dijera ya por andar quitándose la ropa frente a otros.Enredó los dedos en su cabello y la obligó a echar atrás la cabeza pegándose a él. Invadió su boca con desesperación, como si besarla fuera el peor de los castigos y aun así no pudiera evitarlo. Jugó con la lengua de Valeria, la sintió ansiosa y tan desesperada como él.Sus manos se aferraron a sus caderas mientras los brazos de Valeria rodeaban su cuello, sus besos fueron bajando por la suave línea de la mandíbula, por su garganta. La escuchó gemir de placer y sonrió internamente, porque justo aquel sonido era el que quería arrancarle. Cerró las manos sobre sus nalgas, como ga
Valeria dejó a Alice en su pupitre en la escuela y besó su cabeza antes de irse, ganándose una sonrisa de su parte. Se acomodó el cabello y salió a tomar un taxi, tal y como lo había previsto. Por suerte iba con tiempo.El señor Davies le había indicado un restaurante en el que se verían a las nueve de la mañana, y Valeria tenía tiempo de sobra para llegar. Ya en el taxi se fijó en que su ropa fuera discreta y elegante, nada de corsés de colección. El propósito de las piezas estaba cumplido y era importante que el señor Davies la viera como a una diseñadora, no quería malos entendidos.A las nueve en punto entró al restaurante y le anunciaron que el señor Davies ya la estaba esperando. El magnate la saludó con cortesía y la conversación corrió sobre ruedas a partir de ahí.Andrew modificó