Valeria jamás había estado en un desfile para distribuidores, pero era evidente que se consideraba un evento muy importante, porque veinticuatro horas antes pusieron un enorme reloj marcador en medio de la sala de descanso del Estudio de Diseño y comenzó el verdadero revuelo.
Las modelos iban de un lado a otro, las chicas de Corte y Costura ajustaban todos y los diseñadores hacían arreglos de último momento. Valeria y Oli se miraban emocionadas porque las dos habían sido citadas para participar.
Solo se hablaba de Andrew Davies y de los contratos millonarios que siempre representaba su visita. Era uno de los distribuidores más codiciados por cualquier estudio de diseño porque sus tiendas departamentales estaban en más de cincuenta países.
—¿Estás lista para esto? —preguntó Oli ajustándole a Valeria la hermosa blusa de mangas a
Richard golpeó el pecho de Elliot mirando el corsé.—¡Eso es lo que quiero! —exclamó ante el asombro general.—¿El qué? ¿A la chica o al corsé? —preguntó Elliot pensando en voz alta.—¿Se puede a los dos? —Richard levantó una ceja mirando a Valeria pero era evidente que estaba haciendo una broma así que los que entendieron se rieron y los que no se rieron también, por no desentonar.El único que no tenía ni media sonrisa era Nick.—¿Lo puedo mirar de cerca? —pidió Richard y Valeria asintió poniéndose de pie y acercándose a él.Richard la hizo darse la vuelta varias veces frente a él.—¿Este modelo es tuyo? —preguntó embobado.—Así es.—¡Es fantásti
Andrew miró a sus hijos, que se veían bastante entusiasmados.—Nick, Layla, si no les importa, me gustaría poder hablar con mis hijos un momento —les pidió amablemente a sus anfitriones y estos se retiraron enseguida.Andrew se sentó frente a Richard y Elliot, sus muchachos aunque ya tenían casi treinta años, y levantó las manos.—¿Qué les pareció? —preguntó.—Deberíamos robársela a los Bennet —dijo Elliot.—¿Para qué? No tenemos un estudio de diseño, somos distribuidores —lo reconvino su hermano.—Bueno, podríamos tener un Estudio propio, todos empiezan con algo y esa chica… es una excelente diseñadora —replicó Elliot.—Eso sí, deberíamos preguntarle si tiene algo más, solo esa colección no es suf
Poniendo de lado el incidente del señor Davies, que se había ido de su oficina un poco nervioso, Valeria sentía que el resto había salido perfecto. Layla estaba encantada, y las había invitado a ella y a Oli a tomar algo después para hablar sobre un cambio de Oli hacia el departamento de Corte y Costura.Valeria estaba lista para irse cuando una chica del departamento de economía puso sobre su escritorio doce carpetas de colores.—¿La señorita Williams? —preguntó.—Sí, soy yo.—Nuestro CEO le envía esto. Son las especificaciones de los materiales que usó en su colección y necesita que establezca un presupuesto para mañana.Valeria miró aquella montaña de carpetas. Le tomaría un par de horas llegar a un presupuesto aceptable, pero podía lograrlo, terminaría rayando la hora de salida.
Podría haber puesto mil excusas para lo que estaba haciendo, pero la realidad era que aquella mujer lo desesperaba, lo enloquecía, quería darle diez nalgadas por el simple hecho de respirar, no se dijera ya por andar quitándose la ropa frente a otros.Enredó los dedos en su cabello y la obligó a echar atrás la cabeza pegándose a él. Invadió su boca con desesperación, como si besarla fuera el peor de los castigos y aun así no pudiera evitarlo. Jugó con la lengua de Valeria, la sintió ansiosa y tan desesperada como él.Sus manos se aferraron a sus caderas mientras los brazos de Valeria rodeaban su cuello, sus besos fueron bajando por la suave línea de la mandíbula, por su garganta. La escuchó gemir de placer y sonrió internamente, porque justo aquel sonido era el que quería arrancarle. Cerró las manos sobre sus nalgas, como ga
Valeria dejó a Alice en su pupitre en la escuela y besó su cabeza antes de irse, ganándose una sonrisa de su parte. Se acomodó el cabello y salió a tomar un taxi, tal y como lo había previsto. Por suerte iba con tiempo.El señor Davies le había indicado un restaurante en el que se verían a las nueve de la mañana, y Valeria tenía tiempo de sobra para llegar. Ya en el taxi se fijó en que su ropa fuera discreta y elegante, nada de corsés de colección. El propósito de las piezas estaba cumplido y era importante que el señor Davies la viera como a una diseñadora, no quería malos entendidos.A las nueve en punto entró al restaurante y le anunciaron que el señor Davies ya la estaba esperando. El magnate la saludó con cortesía y la conversación corrió sobre ruedas a partir de ahí.Andrew modificó
Nick se aguantó las ganas de golpear a Andrew Davies en pleno rostro, pero acababan de firmar los contratos más importantes de la compañía en varios años, así que se detuvo.—No estoy muy seguro de que dejaré ir a Valeria —respondió Nick.—Bueno, eso no depende enteramente de ti, veremos lo que pasa en estos meses —sonrió Andrew antes de despedirse.Lo vio dirigirse a la oficina de Valeria y darle un abrazo tentativo y muy breve, que a él le encendió hasta las raíces del cabello.No había acabado de irse cuando ya Nick estaba irrumpiendo en el cubículo de Valeria como un león recién salido de la jaula, sin importarle que hubiera gente mirando.—¿Qué era eso de que no ibas de fácil con el primero que te pasara por delante? —siseó Nick golpeando su mesa con las palmas, haci&eac
Nick miró alrededor. El departamento no tenía ni una mota de polvo, y se aseguró de que la señora que acostumbraba a limpiar usara productos sin olor.Se dio un baño antes de salir y no se echó nada de perfume. Sacó ese día la camioneta, que estaba bien limpia y se dirigió hacia el departamento de Valeria después de avisarle por mensaje que ya iba por ellas.No tenía idea de por qué estaba tan nervioso, pero subió los tres pisos saltando de dos en dos los escalones, y cuando la puerta se abrió, tuvo que tragar en seco para no decir una estupidez. Valeria llevaba un vestido de tirantes, largo hasta el suelo y tan suave que parecía que saldría volando con la primera brisa. El cabello suelto y una diadema muy delgadita para sostenerlo.—Hola —dijo por fin—. Ya llegué.—Hola. —Valeria sonrió brevemente y l
Todas las estupideces, la forma en que había prejuzgado a Valeria, la forma en que había usado a Alice y al padre de Alice para molestarla… ¡Cristo, casi era mejor abrir un hueco en la tierra y lanzarse dentro antes que enfrentar a Valeria sabiendo la verdad! —¿A ti te gusta mi hermana? —preguntó Alice a quemarropa. —¿Eh? ¿Qué…? —¿Que si te gusta mi hermana? —Alice ya estaba dudando de su inteligencia cuando Nick pareció despabilarse. —Sí… —reconoció—. Me gusta tu hermana, pero creo que no me he portado muy bien con ella. —Eso lo sé. Ha llorado más desde que fue a trabajar a tu empresa que en el último año entero —le soltó Alice. «¡Vaya, sin filtro!» pensó Nick, pero se le hizo un nudo en el estómago solo de pensarlo. —Lamento eso, no era mi intención hacerla llorar —murmuró Nick. —Eso también lo sé. Tú eres como yo —aseguró la niña volviendo a comer su helado. —¿Ah, sí? ¿Cómo es eso? —Un atrofiado emoci