—¡Lo mato, es que yo lo mato...! ¡Y luego lo entierro debajo de la jaula! —exclamó Nahia con el corazón acelerado. Nahia salió de las sombras hacia la noche, y la luna llena brillaba lo suficiente como para iluminar el pequeño sendero que atravesaba el patio trasero de la casa de Aaron. Esa noche había acudido a una cita muy especial al que Aaron la había invitado y esperaba ceña y velas, ¡no hombres medio encuerados y una jaula de pelea clandestina! El lugar parecía envuelto en un extraño aire de excitación y expectación. En el centro del patio había luces, gradas, consolas de audio, una enorme pantalla y una jaula. Nahia pudo ver a unas cuantas personas arremolinadas alrededor, con los rostros iluminados por una excitación febril. A un lado habían levantado un bar y un puñado de hombres estaban reunidos en torno a él, hablando y riendo. Más atrás, cerca de la casa, un grupo de mujeres se afanaba en sus propios preparativos. La abuela Katerina estaba en el centro, con rostro severo
ExtraNATHAN Y MELISeis meses después.—¿Sabes qué, Miss Tropiezo? Creo que los hicimos muy bien —sonrió Nathan viendo desde la puerta cómo Sophia ayudaba a su hermana con el peinado y el maquillaje.—Claro que los hicimos bien —sonrió Meli—. Criamos a unos buenos hijos que han sabido conquistar el amor, los negocios y la felicidad.Se miraron por un segundo y Nathan apretó los labios.—Los tres están locos...—Ya séeeeeee, pero son buenos —se carcajeó Meli—. No me puedes negar que te has divertido en el camino, señor ogruto.Nathan la abrazó con fuerza y dejó un beso sobre su cabello.—Te amo. Me has dado los mejores hijos, los mejores momentos, la vida más feliz que un hombre podría soñar. Te adoro —dijo mientras la estrechaba con fuerza—. Ven, tengo un regalo para ti.La arrastró en medio de aquella turba de gente que había venido a la boda hasta llegar a su cabaña, y la encerró en su habitación. Puso delante de ella una hermosa caja de regalos y Meli sintió que le sudaban las man