—¡Creí que no querías que nadie se enterara!Nahia se dio la vuelta para enfrentar a Aaron mientras los dos luchaban por camuflarse detrás de uno de los setos del jardín para que nadie los viera.—¡Y no quería! ¡Pero es que no le has dicho a nadie que estás de reposo! ¿Por qué no traes puesto el cabestrillo?—Bueno es que...—¡Es que nada! Luego una muerta de la preocupación y tú bien feliz.—¿Te preocuparías por mí?Nahia le dirigió una mirada asesina, pero apenas se dio la vuelta para marcharse cuando Aaron tiró de ella y sus labios se encontraron con un beso lleno de resistencia y de deseo, aunque Aaron sabía que solo se salvaba porque ella no tenía ningún sartén a mano.—¿De verdad creerán que uno no se da cuenta? —murmuró Nina muerta de risa.—¡Si es que se le ven los pies por debajo del seto! —exclamó Meli—. Bueno los de Nahia menos... ¿Se le trepó o qué?—¿¡Quién se le trepó a quién!? ¡Meli, la escopeta! —gruñó Nathan cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, pero antes de
Aaron se quedó mucho con aquella noticia, hasta que cayó sentado en una silla de la sala de espera del hospital.—¡Es adoptada! ¿¡Ustedes lo sabían!?—Sí, ¿por qué?—¡Porque no me lo dijeron! —exclamó él.—Creímos que lo sabías.Aaron miró a su madre anonadado.Julie era adoptada. No era que eso significara nada para él. Con que Nahia fuera feliz le bastaba, pero ahora entendía todo el asunto del divorcio y además sabía que no había habido otro hombre en su vida.—¿Entonces no hubo nadie más? —le preguntó a su madre con los ojos brillantes.—¡Te merecías que hubiera tenido diez...! —lo regañó Nina—. Pero no, no hubo nadie más.Aaron casi hizo un bailecito de la victoria, pero se contuvo. Entró de nuevo a quedarse con Kyle y tal como había prometido, apenas Nahia durmió a la bebé se fue al hospital a verlos.La familia se fue a descansar mientras ellos se quedaban cuidando al niño, pero Aaron no estaba preparado para un postoperatorio y a Nahia se le encogía el corazón al verlo sufrir.
—Te vas a tener que casar conmigo otra vez... —Aquellas palabras salieron como un murmullo de los labios de Aaron y Nahia lo miró con ojos muy abiertos mientras él intentaba sonreír—. No puedes ir cortándome trozos sin asumir las consecuencias, señorita.Nahia apretó los labios y trató de no sonreír.—No te cortaron otro trozo, te cortaron el otro brazo —intentó asustarlo ella.—¡Ah! Pues con más razón, ¿quién me le va a hacer ahora un cariñito a la...?—¡Aaron! —exclamó Nahia y él abrió los ojos, pero no se miró ninguno de los dos brazos, solo la miró a ella.—¿Estás bien?—Mejor que tú, eso es seguro —murmuró Nahia con angustia—. Nos diste un susto horrible.—Tú me diste un susto horrible —replicó él mientras su rostro se llenaba de preocupación—. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? Creo que te agarré muy fuerte cuando te saqué del auto...Nahia negó mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.—¡Robocop, tú eres el que acaba de salir de un quirófano! ¿Cómo se te ocurrió hacer eso? ¡Cas
—¡Lo mato, es que yo lo mato...! ¡Y luego lo entierro debajo de la jaula! —exclamó Nahia con el corazón acelerado. Nahia salió de las sombras hacia la noche, y la luna llena brillaba lo suficiente como para iluminar el pequeño sendero que atravesaba el patio trasero de la casa de Aaron. Esa noche había acudido a una cita muy especial al que Aaron la había invitado y esperaba ceña y velas, ¡no hombres medio encuerados y una jaula de pelea clandestina! El lugar parecía envuelto en un extraño aire de excitación y expectación. En el centro del patio había luces, gradas, consolas de audio, una enorme pantalla y una jaula. Nahia pudo ver a unas cuantas personas arremolinadas alrededor, con los rostros iluminados por una excitación febril. A un lado habían levantado un bar y un puñado de hombres estaban reunidos en torno a él, hablando y riendo. Más atrás, cerca de la casa, un grupo de mujeres se afanaba en sus propios preparativos. La abuela Katerina estaba en el centro, con rostro severo
ExtraNATHAN Y MELISeis meses después.—¿Sabes qué, Miss Tropiezo? Creo que los hicimos muy bien —sonrió Nathan viendo desde la puerta cómo Sophia ayudaba a su hermana con el peinado y el maquillaje.—Claro que los hicimos bien —sonrió Meli—. Criamos a unos buenos hijos que han sabido conquistar el amor, los negocios y la felicidad.Se miraron por un segundo y Nathan apretó los labios.—Los tres están locos...—Ya séeeeeee, pero son buenos —se carcajeó Meli—. No me puedes negar que te has divertido en el camino, señor ogruto.Nathan la abrazó con fuerza y dejó un beso sobre su cabello.—Te amo. Me has dado los mejores hijos, los mejores momentos, la vida más feliz que un hombre podría soñar. Te adoro —dijo mientras la estrechaba con fuerza—. Ven, tengo un regalo para ti.La arrastró en medio de aquella turba de gente que había venido a la boda hasta llegar a su cabaña, y la encerró en su habitación. Puso delante de ella una hermosa caja de regalos y Meli sintió que le sudaban las man