Al siguiente día regresé rápidamente a casa de Sabrina. Cuando iba a buscar las llaves en mis pantalones recordé que las había dejado en casa de Noel. Desde afuera escuché las carcajadas de alguien que conocía.

«Vaya tan temprano».

Toqué el timbre y Sabrina me abrió, entré a la casa lentamente, en un extremos vi a Lena, me miraba con su rostro en alto, luego desvió su mirada. Me acerqué a ella lentamente y tomé asiento un poco cerca de su cuerpo.

—Pensé que te habría tragado la tierra, ahora apareces como si nada. Dime, cuéntame de ti.

—Mi vida ha sido perfecta pero la tuya... —guardó silencio —. Ha sido un completo desastre. Te dije que no cometieras estupideces y mira lo bajó que haz caído.

—Casarse no es una estupidez —contradije, dejé mi móvil sobre la mesa.

Lena se rio.

—¿Ah no? ¿Y qué es?

Lena era una mujer vacía. Aunque habíamos sido amigas desde la infancia, habían cosas que ella no entendería jamás.

Respiré profundo