Caracas; Venezuela

Llegamos a mi amada patria, ese días descansamos en mi casa materna, ya que el viaje había sido largo y agotador. Mi abuelo cuando se enteró me protestó porque no le había dicho nada. Mi esposo y yo nos quedamos en el jardín, yo tenía mi cabeza encima de sus muslos con mi vista hasta el cielo. Visualizaba el cielo y las nubes, mientras mi esposo me acariciaba el pelo. Una chispa se encendió entre nosotros en ese momento. 

Mi esposo colocó su mano derecha sobre mi parte íntima, aún conservaba mi ropa. Luego la apartó y la entró sobre mi ropa interior estimulando mi botón rosado. Lo estimulaba mientras yo jadeaba. Cuando vio de que ya yo había alcanzando el orgasmo sacó su mano, y la pasó sobre mis senos. 

—Oye déjate de estimulaciones tan temprano —relajé con él un poco. 

Podía ver su rostro cargado de lujuria y deseo. Aunque él lo negara, era muy morboso. Me acordé el día en que nos encontró a mí y a Lena en el almacén. A