Gabriel

No he ido a enfrentar a mi madre.

Aunque cada fibra de mi cuerpo quiere ir y hacerle frente por lo que ha hecho, necesito ser inteligente, ella es calculadora, maquiavélica y sé que en el instante en que la enfrente va a mover su siguiente ficha.

Debo adelantarme, por eso estoy jugando mi papel, sigo en la casa con Emma, tragándome todo lo que quiero decir, pero ni por un segundo confío en la mujer que ahora camina por el penthouse con ese aire de serenidad calculada que siempre le ha rodeado.

Lleva una blusa de lino blanca y un pantalón beige, el cabello perfectamente peinado en una coleta baja, y una sonrisa ensayada en los labios. Pero yo ya no veo esa sonrisa como antes.

En el pasado pensaba que solo era una mujer mimada que aceptaba una relación por conveniencia por mantener su estatus, ahora ya no sé si es solo eso.

No después de todo lo que he descubierto.

Estoy sentado en el sofá con una copa de agua en la mano. No puedo dejar de mirar sus movimientos, de observar ca