Capítulo 32 —No voy a disculparme
Narrador:
El resto del trayecto fue un castigo en sí mismo. Cleo no volvió a hablar. Miraba por la ventana como si afuera hubiera respuestas, pero solo veía polvo, árboles borrosos y el reflejo de su propio rostro descompuesto. Las manos le temblaban sobre el bolso, y por dentro el cuerpo seguía ardiendo con una mezcla imposible de tragar: rabia, deseo, humillación. Él no volvió a decir una palabra. Manejaba con una sola mano en el volante, la mirada fija en la carretera, el rostro sereno, como si no acabara de desarmarla con la lengua, con la voz, con esa maldita frase que aún le daba vueltas en la cabeza.
—La besé con el sabor a ti en la boca.
El coche se desvió finalmente hacia la terminal. La estación era pequeña, más bien rural, con pocos autobuses, un par de puestos de comida, y un banco de cemento bajo la sombra de un árbol. Había silencio. Apenas el canto de algunos pájaros y el sonido distante de un motor viejo. Nerón estacionó sin apuro. Detu