228. AL BORDE DE PERDERTE
NARRADORA
Las pupilas de Rousse temblaron al ver la caída de los dos cuerpos por el barranco.
¡No debió demorar tanto en atacar al hombre!
Se abalanzó estirando la mano para sostener a la chica, pero hasta el final ese guerrero fue un hijo de puta.
Se aferró a ella con su último aliento, hasta que sus brazos no pudieron sostenerla.
Rousse sabía que solo arriesgando lograría salvarla.
—¡Sal de mi cuerpo ahora, Meridiana! —le gritó a su hembra.
“¡No, no lo hagas, Rousse!” Ella sabía muy bien sus intenciones.
—¡Maldita sea, después te voy a dar unas buenas zurras!
Rousse rugió arrojándose al vacío, persiguiendo el cuerpo inerte de la hechicera.
“¡Rousse!” Meridiana se llevó las manos a la boca.
El viento pasaba silbando con violencia, las sombras lo tragaban, el fondo… no se veía.
El general logró capturar a la mujer y su mirada se posó en una rama que salía de la ladera.
No aguantaría su peso, pero le serviría de palanca.
Maniobrando en el aire, logró asegurar a la chica contra su pecho