Minerva de igual forma había comenzado a alistarse muy temprano; portaba un vestido color verde jade un tanto más revelador que el de su hermana, pero igual de digno para una reina. Había tratado de descansar tanto como le fue posible, ya que ese día necesitaría de todas sus fuerzas para lo que sucedería.
No se sentía nerviosa pues ganar o perder, pues esa no era una opción para ella; estaba segura de convertirse en reina y es que había hecho de todo para que ocurriese de ese modo. Aunque si se sentía de tal modo por conseguir realizar el hechizo de la manera correcta, ya que de no ser así en lugar de sacar de su camino a su hermana, acabaría destruyendo por si misma todas sus posibilidades para convertirse en gobernante.Era casi la hora de que todos los invitados llegarán, así que tan sólo terminó de alistarse deseando verse preciosa; para después salir de la recámara. No tenía tiempo que perder para encargarse de su hermana de una buena vez, en especial sin ser descubierta por nadie y es que el plazo se estaba acercando cada vez más. Al estar en el pasillo vio a su padre salir de la recámara de Renata, así que creyó ahora la iría ver a ella para desearle suerte como daba por hecho que lo hizo con su hermana; pero en su lugar vio como tomaba el camino opuesto, alejándose por el pasillo. Al ver eso una gran furia comenzó a surgir en ella, le molestaba el solo hecho de sentirse inferior a su hermana y no sólo era algo que imaginaba, sino que la acción de su padre así se lo decía. Comenzó entonces a caminar hacia la habitación de Renata, más segura que nunca de lo que era necesario hacer para garantizar la vida que soñaba.Renata se encontraba frente al espejo viendo el hermoso collar que colgaba de su cuello; cuando de pronto sintió una fuerte opresión en el pecho, tal como si se tratara de un mal presentimiento. Era como si supiera que algo malo iba a pasar dentro de poco, pero no lograba descifrarlo y aun así eso la tenía aún más intranquila que antes.
En ese justo instante la puerta de la habitación se abrió, causándole una tremenda impresión o más bien susto; sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero. Al darse la vuelta, vio que se trataba de Minerva. Si bien cuando la castigaron había estado molesta, pues la delato injustificadamente, ya que no hacía nada para perjudicarla. Después de esas semanas de aislada, la verdad le alegraba muchísimo el poder verla de nuevo.En ese momento esta se le acercó dándole un fuerte abrazo, pues estaba muy contenta de poder tenerla ahí; en cambio su presentimiento de que algo malo se avecinaba no desistía por más que lo intentaba. — ¿Qué os pasa hermanita? - le preguntó Minerva siendo tan hipócrita como le fue posible, pues la verdad es que le daba lo mismo Renata y no deseaba seguir fingiendo interés por ella más tiempo. Sinceramente no lo tenía, así que era hora de hacer lo que la había llevado hasta ahí. — Descuidad no pasa nada, tan solo me siento un poco nerviosa. — En ese caso andad y seguidme, que tengo algo que mostraros, algo que nuestra madre me enseñó hace unos días. Por desgracia estaba tan molesta contigo que no quiso que lo vierais - le dijo soltándola para luego acercarse hacia la puerta, cerciorarse que nadie las escuchara hablando. — Hoy es un día muy especial para ambas y quiero que veas esto. Creo que te hará olvidar tus nervios al menos un poco, a mi si que me ayudo - le aseguro como si en realidad deseara hacerle un favor, cuando lo único que deseaba era su destrucción.Renata confiando por completo en su hermana, tal como se suponía debía hacerlo le siguió fuera de la habitación. — Vamos – le insto tomando su mano para que la siguiera y Renata lo hizo, fiándose de que todo estaría bien con ella, que nunca le aria ningún mal; a su parecer eso era lo más alejado de la realidad.Minerva había planeado todo con mucho cuidado durante el tiempo en el que Renata estuvo encerrado en su habitación, lo cual le dio un gran margen de tiempo para sopesar todas las posibilidades y contratiempos que podrían suscitarse. Tuvo bastantes oportunidades para buscar el lugar adecuado en el cual la ocultaría cuando realizara su plan; ya que nadie debía encontrarla antes de que pudiera cumplir con sus propósitos, pues de hacerlo podrían obligarla a ayudarla y entonces todo se echaría a perder.Un buen día mientras revisaba el castillo entero, escudriñando cada esquina y rincón de este descubrió una puerta oculta tras un mural. Al abrirla y adentrarse en ella se dio cuenta que daba hacia el sótano, lugar que ni siquiera sabía que existía; por lo cual pasó varios días explorándolo y es que se trataba de un tipo de laberinto con muchas entradas a bodegas antiguas, las cuales a su vez daban acceso a nuevos corredores. Anduvo por este hasta que encontró el cuarto más alejado y oculto de todos, el de más difícil acceso; con eso se dio cuenta que ese era el lugar indicado para esconderla el tiempo necesario y ahí es justamente a donde la llevaba en esos momentos.Minerva guio a su hermana hasta el final del corredor norte, mismo que no tenía salida y es que terminaba en una pared con un mural de la primera reina de su familia. Ambas la habían visto desde que tenían uso de razón y no sólo ellas, sino su madre y la madre de ella. Este había permanecido en ese lugar durante generacion
Al escucharla Minerva vio la nota con detenimiento para luego dedicarle una gran sonrisa. — Estáis en lo cierto, pero ese es un detalle menor - reconoció mientras tomaba la mano de Renata, haciendo un pequeño corte en uno de sus dedos para obtener un poco de sangre; lo hizo poniéndola sobre el papel para pasar su mano sobre este. — “Cambiad” - pronunció transformando la letra por completo, pues ahora esta imitaba a la perfección la de Renata; era tonto así que ni ella misma podía asegurar que no se trataba de la propia. — Es perfecta, os dije que tenía todo preparado y no mentía al respecto – se jacto volviendo a mostrársela, tal como si le restregará en la cara su gran talento con la magia, pero sobre todo su anticipación.En cuando lo hizo comenzó a alejarse un poco de Renata. — Hicisteis muy mal en subestimarme y esa será sin duda vuestra perdición - le dijo con una sonrisa en el rostro. — Te equivocas; por más planes anticipados que hayáis hecho, no resu
Él la acompaño con caballerosidad el resto del camino. Carlos entonces tomo la mano de Minerva con delicadeza, comenzando a avanzar de igual forma mientras dirigía su total atención hacia ella; lo hizo viéndola sonreír cínicamente, es más parecía victoriosa por su hazaña. — ¿Qué habéis hecho?, ¿dónde se encuentra Renata? - le cuestionó confuso y hasta un tanto preocupado por lo que estaba sucediendo. — Descuidad, que sigue con vida si eso es lo que os preocupa - le respondió tomando su brazo y comenzando a bajar a su lado las escaleras.Una vez pisaron el último escalón atrajeron la atención de todo el mundo ahí presente; sobre todo cuando los reyes pidieron la atención de la concurrencia en el castillo, lo cual hicieron provocando un sonido con sus copas. — Esta tarde os hemos pedido a vosotros que se reunieran aquí para ver el ritual que se llevara a cabo entre las princesas Renata y Minerva; pero temo informaros que eso no sucederá. Nuestra hija menor ha decidido de
Los días comenzaron a transcurrir con todos los preparativos para la coronación, los cuales iban viento en popa. Todos en el reino trataban de hacerse a la idea de lo ocurrido, pero sobre todo de cómo serían las cosas en adelante. Minerva había intentado mencionar a sus padres la idea de casarse con Carlos como estaba planeado que lo hiciera su hermana, argumentando de esa forma ser capaz de unir ambas familias cómo lo querían. Para su desgracia no había podido plantearles la idea abiertamente, ya que se suponía debía seguir muy consternada por la partida de Renata, tal como el resto. Aunque a ella eso no le interesaba en absoluto, debía fingir y esperar a ser coronada para entonces poder deshacerse de una vez por todas de su hermana, pero sobre todo de su recuerdo. El día de la coronación llegó, el castillo se encontraba reluciente y exquisitamente adornado con miles de flores. Todos los invitados vestían sus mejores galas para la ocasión que se celebraría. Ese día era especial para
Había oído hablar muchas veces de ese amor incondicional y único que sienten las madres por sus hijos y deseaba que eso le ayudara a Marcia a saber que estaba ahí, al menos como un presentimiento en el fondo de su corazón; lo cual por desgracia no ocurrió en absoluto. — Alguien por favor escuchadme, no pueden cometer un error como éste - volvió a implorarles, dirigiéndose a todos a su alrededor mientras apuntaba hacia Minerva, quien parecía feliz.No sabía qué más hacer, pues nadie la veía o escuchaba sus gritos desesperados. En ese punto era tanto su desespero que no soportó más la situación, cayendo al piso para llorar amargamente. — Brindadle un aplauso a su nueva gobernante, la reina Minerva Elizabeth Castelán - pidió Marcia en voz alta, haciendo que todo se unieran en un gran aplauso de celebración para la nueva reina.Después de unos momentos se guardó silencio y todos los presentes comenzaron a inclinarse reverenciándola. Cuando Renata vio aquello no pudo evitar ll
Una vez comenzó a tomar las medidas para buscar el material que necesitaría, se sorprendió al darse cuenta de que algo invisible le evitaba el paso. Sin embargo, no sólo fue ese hecho, sino que cada vez que ponía una nueva piedra para cubrir el hueco está simplemente se movía, caía hacia el interior, explotaba o se desvanecía ante sí. Era como si lo que protegiera el lugar evitara que la puerta fuese obstruida y Minerva se dio cuenta de eso.Al final termino optando por dejarlo por la paz, ya que de cualquier forma estaría bien y es que nadie sabía de la existencia de ese lugar; era solo que deseaba borrar todo rastro suyo.Entonces dio media vuelta, viendo aquel hombre, solo para darse cuenta de que si quería que siguiera siendo así debía deshacerse de él. Por lo cual sin pensarlo ni un segundo lo asesinó, atando los cabos sueltos que pudieran existir y es que no pensaba correr ningún tipo de riesgo. Esa misma tarde uno de los guardias se acercó a Minerva mientras tomaba tranquilamen
Renata y Ana pasaron la siguiente semana caminando con lentitud, pero sin desistir rumbo a su destino. Mientras la luz el sol iluminaba su camino andaban, en tanto que por las noches descansaban al lado de una cálida y acogedora fogata, la cual las cuidaba. Si bien el camino fue realmente largo y pesado, para su fortuna no se vieron en ningún otro peligro y es que muy poca gente pasaba por ahí en esa época del año; lo cual fue una fortuna para ambas. Fue así hasta que luego de varios días de camino al fin entraron al pueblo, el cual sería donde vivían los gobernantes de ese reino; lo hicieron yendo enseguida hacia la parte trasera del castillo, justo por dónde solían entrar los empleados. Una vez ahí Ana se paró ante Renata para hablarle. — Esperadme aquí y no llaméis la atención. Iré a buscar a mi amiga, quiero asegurarme de que aún tiene el trabajo del cual me habló en sus cartas y algo para ti - le dijo entrando al castillo y es que deseaba con todas sus fuerzas que fuera de
El reino al cual habían llegado era regido por un joven rey, el cual había quedado viudo poco tiempo después de contraer matrimonio. Ahora tenía que cría a su pequeña hija él solo; además de tener la responsabilidad de gobernar un reino, por fortuna no estaba solo y es que tenía a su lado a sus padres que siempre lo apoyaban de forma incondicional, sobre todo en el cuidado de su pequeña nieta. Esta era una jovencita creativa y curiosa, la cual era querida por todos en el castillo por la luz y alegría que siempre la acompañaban a donde sea que fuese.El rey Marcos Marshall tenía cerca de 30 años, pero parecía un poco mayor; era de ese modo por la tristeza que siempre solía reflejaba su expresión. No obstante, eso no dejaba de hacerle lucir apuesto. Poseía unos grandes ojos cafés con pestañas lacias, tez clara y nariz recta; además de poseer una boca grande de labios delgados enmarcada por una barba. Era alto y atlético con cabello castaño rizado; sin duda se trataba de un hombre guapísi