Una mañana de primavera Renata despertó muy temprano, justo antes del amanecer como siempre; pues solía gustarle pararse frente a la ventana de su habitación cada mañana. Desde ahí podía ver con claridad el sol saliendo a través de las montañas en el horizonte, ya que entonces se produce una luz muy especial. A su parecer era el momento perfecto del día; estaba lleno de paz y tranquilidad, además de que solía gustarle despertarse temprano para de esa forma sentir que el día era mucho más largo. De esa forma podía hacer todas las cosas que necesitaba, ya que en ocasiones sus deberes eran tantos y tan extenuantes que era difícil completarlos.
Un rato después de haberse vestido y arreglado decidió bajar hacia el comedor de la planta baja, el cual permanecía vacío; su familia no había despertado aun o bajado al menos. Mientras descendía se encontró con una de las doncellas que las ayudaban. — ¿Dónde están mis padres? - le preguntó volteando a su alrededor. — Lo siento princesa Renata, nadie ha despertado aún. ¿Hay algo en lo que pueda ayudaros? - le ofreció haciendo una reverencia.Aquella joven no le dirigió la vista en ningún momento al hablarle, pues eso era visto como una clara falta de respeto hacia la realeza; más entonces Renata se le acercó de forma amigable. — No tienes porque hacer eso - le aseguro con voz dulce, mientras ponía una mano en el hombro de la chica, la cual continuaba haciendo una profunda reverencia. — Se que eres nueva aquí y entiendo tu actitud, pero ya todos los sirvientes saben que a mí no me hace falta ese tipo de demostraciones; de hecho, no me siento cómoda con ellas. Te pido que al menos no lo hagas estando yo sola, pues tampoco deseo generales problemas con mi familia - le aseguró hablándole con bondad y empatía hacia ella.Renata nunca se había sentido ni remotamente superior a los demás por la posición de la cual gozaba desde su nacimiento, misma que tenía gracias a sus padres y es que esta no le hacía mejor que el resto o al menos eso creía. — ¿Qué estáis preparando para desayunar? - le cuestionó hambrienta. — No lo sé princesa, no he ido a la cocina aun; pero si gusta puedo ir a ver - le ofreció la joven con cortesía.Renata entonces comenzó a caminar hasta la cocina con pasos lentos. — Descuida, mejor vamos allá las dos juntas - prefirió, dedicándole una sonrisa.Una vez llegaron a la cocina se paró justo en el umbral de la puerta viendo a todos a su alrededor con una gran sonrisa en los labios; pues a pesar de los grandes salones y aposentos llenos de lujos y comodidades que poseía el castillo, ese era su sitio predilecto de todo el castillo. — ¿En qué podemos ayudaros? - les cuestiono en voz alta a todas las cocineras que trabajaban sin cesar, moviéndose de un lado a otro por la cocina.En ese momento todas la voltearon a ver saludándola con alegría, tal como siempre que la veían; pues la querían mucho y su sola presencia siempre era fantástica para todas. — ¿Qué hace aquí niña Renata? - le preguntó Ana la cocinera al mando, además de su nana.Ella era una mujer mayor y tierna de cabello blanco, estatura baja y manos callosas, pero que eran capaces de reconfortar en los peores momentos. — No me reprendas nana, sólo quería ayudar un poco; sabes que odio estar quieta y sin hacer nada - le expresó acercándose a la mesa en la cual costaban algunas verduras para el desayudo.Desde pequeña solía escabullirse a la cocina siempre que podía; pues le encantaba poder ayudarles, sentirse útil y hasta lo más normal posible, pues ahí se sentía cómo una más. Estas así se lo asían sentir siempre y apreciaba que fuese de ese modo; además de que los aromas y sabores ahí siempre eran fabulosos. Tomo entre sus manos unas papas para comenzar a partirla con presteza, cuando de pronto fue interrumpida por la voz de su madre. Esta se acercaba por el pasillo con rapidez o al menos eso parecía por sus gritos. — ¿Dónde está Renata? - les cuestiono una vez atravesó el umbral de la puerta de la cocina pocos segundos después.Todo había ocurrido tan rápido que Renata no tuvo tiempo de salir de ahí o esconderse siquiera; aunque no habría servido de cualquier modo, pues su madre parecía tener un sexto sentido cuando se trataba de algo que se le escondía. Estaba completamente desesperada ante su cercanía, pues la última vez que la descubrió ahí, además de reprenderla también castigo a todas quienes trabajaban en la cocina y eso era lo que verdaderamente le preocupaba. Estaba consciente de que lo que sucediera sería solamente su culpa y la de nadie más. En ese momento la reina Marcia llego hasta la entrada a la cocina con todo el porte y firmeza que solían caracterizarla. Poseía una cabellera rojiza magnifica y ojos verdes que parecían ser capaces de descubrir hasta el más hondo de los secretos. Al ver a su alrededor no encontró a Renata por ningún sitio, aun cuando estaba segura de que lo aria y por eso mismo dirigió su vista hacia las cocineras para hacerles una pregunta. — ¿Dónde está Renata?Al escucharla todas la vieron extrañadas por sus palabras, pues Renata estaba ahí a sólo un par de pasos adelante suyo y no entendían qué era lo que sucedía que no la veía. Renata en cambio las veía de reojo y se llevaba una mano hacia los labios, pidiéndoles encarecidamente con una seña que no dijeran nada, pues era lo mejor por el bien de todos. Por fortuna estas lo entendieron y cumplieron sus indicaciones expresamente. — No lo sabemos su majestad, pero si gusta podemos buscarla - propuso Ana armándose de valor, aunque no puedo evitar que su voz fuese un tanto temblorosa.Temía profundamente que descubriera la mentira y dañara a todas incluyendo a Renata, solo por tratar de engañarla. Esta se encontraba igualmente alterada porque la reina Marcia descubriera su treta; por fortuna para todas solo se dio la vuelta, saliendo de ahí en silencio para seguir buscándola. Para entonces estaba igual o incluso más molesta de cómo estaba a su llegada y eso era peligroso para todos a su alcance. Renata vio aquello con una gran sonrisa; causando un suspiro de alivio en todas las presentes, quienes veían seguro su castigo. — Ha estado realmente cerca - les dijo feliz por salir bien libradas de tan difícil situación.Cuando eso pasó Ana se le acercó algo alterada por lo que acababa de ocurrir. No se podía creer que fuese verdad lo que paso, ya que aun sentían el peligro latente sobre ellas. — ¿Qué ha pasado niña? ¿Qué fue lo que hicisteis? - le preguntó sorprendida por todo lo que acababa de acontecer.Renata entonces movió sus manos por sobre su pecho, tal como si se quitara una especie de velo invisible, el cual la envolvía por completo. Lo hizo para luego arrojarlo al viento, ante lo cual todas ahí vieron como un cierto toque de color regresaba a ella; fue así aun cuando no habían notado que lo perdió hasta ese momento. — “Desapareced” - pronunció a la vez que tomaba una manzana de la mesa para pasar una mano con delicadeza sobre está.Lo hizo mientras cerraba los ojos y respiraba con lentitud, haciéndola desaparecer ante sus ojos. — He estudiado este hechizo desde hace un par de meses y nunca había sido capaz de lograrlo con algo más grande que está manzana, pero hoy decidí arriesgarme - les contó con emoción, mientras pasaba de nuevo la mano por la manzana, haciéndola visible de nueva cuenta. — Y como ustedes pudieron haberse dado cuenta conseguí desaparecer por completo - les dijo visiblemente emocionada por eso, pues nunca había sido la más talentosa en lo que a la magia se refería.Si bien solía aprender todo cuanto le enseñaban con rapidez y podía llevarlo a cabo de igual forma, siempre lo hacía en una escala pequeña, la cual le resultaba difícil de superar a excepción de ese día claro está. — Sin embargo; el hechizo que use esta mañana es una pequeña variación de este, el cual solo me hizo desaparecer ante los ojos de mi madre, para quien iba dirigida la ilusión - les contó muy emocionada por no haber sido descubierta por la reina al realizar aquel sorprendente y nuevo hechizo, en especial siendo esta tan poderosa.Por desgracia no se dio cuenta de que su hermana se encontraba justo en el pasillo y logro escuchar todo lo que estaba diciendo, lo cual no le complació en absoluto. Su vida se había visto volcada a estudiar todo lo que pudiera para contralar su magia, eso para algún día poder convertirse en la reina. No había nada más importante para ella y hasta esa mañana estaba completamente convencida de que sería la vencedora; pero después de lo que acababa de escuchar esa certeza sinceramente se había esfumado y no podía permitirlo por su propio bien. Si no lograba convertirse en reina gracias a sus capacidades, entonces lo haría utilizando cualquier medio a su disposición, estaba dispuesta a todo con tal de lograrlo.Un rato después tanto ella como Renata y sus padres estaban en el comedor desayunando en completo silencio, concentrándose en terminar sus alimentos. Minerva en cambio no podía soportar más quedarse callada, tenía que decirle ella misma a su madre de lo que se había enterado y esperaba con ansias ver su reacción ante eso. La reina era muy estricta con ambas; les exigía perfección no sólo en su actuar, sino también en su pensar y hablar. Por ende sabía que lo que le contaría le desagradaría enormemente. —Madre tengo algo importante que deciros - pronuncio con cautela, pues deseaba causarle problemas a Renata, pero si no tenía cuidado en el cómo le hablaba a su madre entonces sería ella quien resultará más afectada. — ¿Qué es lo que queréis Minerva? Sabéis que no me gusta que se hable en la mesa - le respondió su madre como era de esperar.Sin embargo, Minerva sabía que era lo que debía hacer para garantizar sus planes, así que se armó del suficiente valor y continúo habl
Por supuesto Minerva la obedeció, yendo hacia la puerta de la casa muy feliz; pues su plan había resultado tal y como lo quería. Una vez estuvo en la puerta vio parado en medio del jardín a Carlos; su espalda ancha y hombros fuertes los cuales reconocería donde fuera, además de su cabello rubio dorado y tez morena tan distintivas. Entonces se le acercó con lentitud y cuando estuvo a un par de metro de él comenzó a hablar. — Buenos días, Carlos - le saludó con una gran sonrisa en el rostro, inclinando un poco su rostro en un gesto de cortesía.Este se dio la vuelta para verla sin demora alguna, enfocando con sus ojos negros profundos en su rostro. — Buenos días, princesa Minerva - le respondió haciendo una reverencia ante ella. — Por favor acompañadme a dar una vuelta por el jardín mientras os doy un recado de mi hermana, es importante - le aseguro indicándole el jardín de la casa, el cual era amplio y hermoso con una vegetación que estaba reverdeciendo en esa época d
Un par de días después a media tarde, una de las empleadas de la cocina se acercó al cuarto de Renata llevándole la comida cómo era de costumbre. En cambio, al acercarse a ella para darle la bandeja con la comida se quejó por el simple contacto de sus manos al rozarse. Renata entonces la ayudó a dejarla sobre la mesa con cuidado, para luego acercándose de nuevo a ella viendo sus manos, las cuales estaban tremendamente lastimadas. — ¿Qué os paso? - le preguntó asustada, casi no podía ni tocarla por temor a hacerle más daño; pero aun así lo hizo con lágrimas en los ojos, las cuales corrían por todo su rostro sin parar. — Su madre estaba muy molesta por lo sucedido y nos ha castigado severamente le- confeso, consciente de que no serviría de nada el ocultárselo y es que era lo suficientemente inteligente como para descubrirlo por sí misma.Renata entonces la sentó en una silla frente a su escritorio, alejándose un momento.Mientras eso ocurría Minerva caminaba por él pasill
Esa mañana la reina Marcia andaba por todo el castillo seccionándose de que todo estuviera en orden, pues no deseaba errores en la celebración. Esta era una ocasión de lo más importante no solo del reino, sino también de su vida. Sin que pudiera evitarlo le hacía recordar con claridad su ritual hacia cerca 23 años, donde fue capaz de vencer a sus dos hermanas menores. Fue muy difícil para ella que las dos se quedaran sin prácticamente nada de magia y la oportunidad de reinar; aunque ambas tuvieron la fortuna de encontrar hombres buenos, los cuales las querían y se casaron con ellas. Lo hicieron para después irse a vivir lejos de ahí; donde tenían sus propias vidas en paz con su familia y siendo muy dichosas a pesar de todo. Aquel hecho sin duda le hacía sentir mejor y menos culpable por haber resultado vencedora, lo cual esperaba que ocurriera con sus propias hijas y no que se vieran distanciadas por ese suceso.Minerva y Renata desde temprano comenzaron a alistarse, pues ese sería un
Un buen día mientras revisaba el castillo entero, escudriñando cada esquina y rincón de este descubrió una puerta oculta tras un mural. Al abrirla y adentrarse en ella se dio cuenta que daba hacia el sótano, lugar que ni siquiera sabía que existía; por lo cual pasó varios días explorándolo y es que se trataba de un tipo de laberinto con muchas entradas a bodegas antiguas, las cuales a su vez daban acceso a nuevos corredores. Anduvo por este hasta que encontró el cuarto más alejado y oculto de todos, el de más difícil acceso; con eso se dio cuenta que ese era el lugar indicado para esconderla el tiempo necesario y ahí es justamente a donde la llevaba en esos momentos.Minerva guio a su hermana hasta el final del corredor norte, mismo que no tenía salida y es que terminaba en una pared con un mural de la primera reina de su familia. Ambas la habían visto desde que tenían uso de razón y no sólo ellas, sino su madre y la madre de ella. Este había permanecido en ese lugar durante generacion
Al escucharla Minerva vio la nota con detenimiento para luego dedicarle una gran sonrisa. — Estáis en lo cierto, pero ese es un detalle menor - reconoció mientras tomaba la mano de Renata, haciendo un pequeño corte en uno de sus dedos para obtener un poco de sangre; lo hizo poniéndola sobre el papel para pasar su mano sobre este. — “Cambiad” - pronunció transformando la letra por completo, pues ahora esta imitaba a la perfección la de Renata; era tonto así que ni ella misma podía asegurar que no se trataba de la propia. — Es perfecta, os dije que tenía todo preparado y no mentía al respecto – se jacto volviendo a mostrársela, tal como si le restregará en la cara su gran talento con la magia, pero sobre todo su anticipación.En cuando lo hizo comenzó a alejarse un poco de Renata. — Hicisteis muy mal en subestimarme y esa será sin duda vuestra perdición - le dijo con una sonrisa en el rostro. — Te equivocas; por más planes anticipados que hayáis hecho, no resu
Él la acompaño con caballerosidad el resto del camino. Carlos entonces tomo la mano de Minerva con delicadeza, comenzando a avanzar de igual forma mientras dirigía su total atención hacia ella; lo hizo viéndola sonreír cínicamente, es más parecía victoriosa por su hazaña. — ¿Qué habéis hecho?, ¿dónde se encuentra Renata? - le cuestionó confuso y hasta un tanto preocupado por lo que estaba sucediendo. — Descuidad, que sigue con vida si eso es lo que os preocupa - le respondió tomando su brazo y comenzando a bajar a su lado las escaleras.Una vez pisaron el último escalón atrajeron la atención de todo el mundo ahí presente; sobre todo cuando los reyes pidieron la atención de la concurrencia en el castillo, lo cual hicieron provocando un sonido con sus copas. — Esta tarde os hemos pedido a vosotros que se reunieran aquí para ver el ritual que se llevara a cabo entre las princesas Renata y Minerva; pero temo informaros que eso no sucederá. Nuestra hija menor ha decidido de
Los días comenzaron a transcurrir con todos los preparativos para la coronación, los cuales iban viento en popa. Todos en el reino trataban de hacerse a la idea de lo ocurrido, pero sobre todo de cómo serían las cosas en adelante. Minerva había intentado mencionar a sus padres la idea de casarse con Carlos como estaba planeado que lo hiciera su hermana, argumentando de esa forma ser capaz de unir ambas familias cómo lo querían. Para su desgracia no había podido plantearles la idea abiertamente, ya que se suponía debía seguir muy consternada por la partida de Renata, tal como el resto. Aunque a ella eso no le interesaba en absoluto, debía fingir y esperar a ser coronada para entonces poder deshacerse de una vez por todas de su hermana, pero sobre todo de su recuerdo. El día de la coronación llegó, el castillo se encontraba reluciente y exquisitamente adornado con miles de flores. Todos los invitados vestían sus mejores galas para la ocasión que se celebraría. Ese día era especial para