Siete meses después
El tiempo pasó inexorablemente, y las cosas aún no se encontraban en su lugar, por el contrario todo se había complicado más. Cuando Alessandra tenía seis meses de embarazo recorriendo las calles de la ciudad donde trabajaba, fue atropellada por un auto que aunque no le hizo daño en su cuerpo, golpeó su cabeza con el brocado de la calle, quedando sin sentido en el acto.
Fue trasladada al hospital de la ciudad donde pasó varios días inconsciente
Caminaba con premura, casi corriendo por el largo pasillo del colegio, tratando de huir de sus perseguidores, su corazón latía aceleradamente, sus piernas las sentía desfallecer, pero aunque su cuerpo estaba a punto de colapsar, su cerebro la obligaba a no darse por vencida porque si la atrapaban no tendrían compasión de ella. Siempre era así, desde que había ingresado a ese colegio los maltratos y humillaciones no cesaban, no tenía amigos, era una chiquilla solitaria, frágil que inspiraba los mayores sentimientos de odio en sus compañeros.Iba
El cortejo fúnebre recorría lentamente las calles romanas rumbo al cementerio, mientras Alessandra permanecía en el asiento trasero de uno de los autos, completamente sola, de ahora en adelante iba a ser así, solo la soledad sería su única compañía, jamás podría volver a tener a sus padres con ella, sus únicos compañeros, su única familia, sus únicos amigos, nunca más volvería a recibir un beso, un abrazo, una caricia, unas palabras de buenas noches o de buenos días «¡Nunca más Alessandra!» Siguieron los recuerdos llenando su mente, tal vez como una forma de escapar de esa realidad que la agobiaba. Ese día de hacía casi seis años. Luego de vestirse, se hizo un par de trenzas en sus cabellos, para aplacar el enredo en el que se le convertían al dejarlos sueltos, ni siquiera se miró al espejo para evitar pasar un mal rato, nunca le gustaba el reflejo que le devolvía.Se colocó unos zapatos negros de tacón bajo y descendió a la sala; Cuando sus padres la vieron, la abrazaron, sabían de las inseguridades de la jovencita, incluso hasta la habían llevado a terapia psicológica por un par de meses, pero luego dCAPÍTULO 2. UNA VISITA AGRIDULCE
Enseguida volvió al presente, se encontraba en el auto que la llevaría al cementerio, durante todo el trayecto al cementerio, los recuerdos del pasado no dejaron de atormentarla, ¡Qué inocente había sido siempre!, pensó. En ese instante el vehículo se detuvo en una de las calles laterales del cementerio, le abrieron la puerta y descendió, ataviada con un ancho vestido manga larga color negro, que le llegaba a los tobillos, zapatos bajos y como accesorios un sombrero negro cubriendo su rebelde cabello color fuego y un par de lentes. Comenzó a caminar lentamente hacia el lugar donde le darían cristiana sepultura a sus padres, no quería llorar porque se negaba a mostrar debilidad, pero se le hizo imposible, ella siempre había sido una chica frágil, sin agallas y tal vez nunca cambiaría.
Luego de unos minutos Alessa volvió en sí, se dio cuenta de que estaba sentada en el regazo de Stephano y no pudo evitar el rubor que cubrió sus mejillas, lo cual era bastante notorio debido a lo blanquecino de su piel, aun cuando estaba bañado de cientos de pequeñas pecas, se levantó de sus piernas como si un resorte la hubiese impulsado y no cayó al suelo por la reacción rápida del hombre quien la sostuvo por la cintura para después mirarla escrutadoramente.—¿Estás bien? —Preguntó sin deja
Alessandra se sonrió con burla hacia sí misma, en aquel momento jamás se hubiera imaginado que esa promesa que hizo, le costaría tantas horas y momentos de terror, pero por eso nunca dijo nada, pensó que no podía angustiar a sus padres, aunque muchas veces deseó no haber hecho esa promesa, que después la ató a una vida de tormento.Porque desde el mismo momento en que llegó al internado, aunque era un hermoso lugar en apariencia, ocultaba un gran infierno, que se desató sobre ella a su llegada, lo que vivió allí no se lo desearía ni al m&aacut
Alessa se sumergió tanto en sus recuerdos, que no se dio cuenta el momento que salió del cementerio, ni cuando se subió al auto, ni el trayecto para llegar a su casa, la acompañaban su padrino y Stephano quienes viajaban completamente en silencio, le abrieron la puerta y descendió.Cuando entró a la mansión, se dio cuenta de la cantidad de personas presentes, socios, trabajadores, amigos, conocidos de sus padres, con sus familiares y también los curiosos, se paró a un lado sin saber qué hacer, ¿cómo comportarse? ¿Qué decir? ¿Qué esperarían de ella? Un torrente de dudas se agit&oacut
Alessa sopesaba su decisión, hasta que su cobardía le ganó a su sentido común, no podía acusar a Adrimar, así fuese lo que más anhelaba en el mundo, así una parte de ella rogara por justicia, venganza, no sabía momentáneamente como definirlo, porque a veces en lo más profundo de su interior ansiaba poder devolverle a esa chica, todas y cada una de las humillaciones, golpes, maltratos que le propinó, pero el miedo de que nada pudiese hacerse y volviera a caer a su merced la ayudó a decidirse.—No, padrino nadie me ha maltratado—habló con atisbo de nerviosismo—Yo solo no quiero tener que irme de mi casa… Estoy acostumbrada aquí, no a lugares extraños.—Pero te