Ciegamente Mío  {Libro #6 Y. F. E}
Ciegamente Mío {Libro #6 Y. F. E}
Por: Verónica Medina (Nashell1D)
Sinopsis.

Yeray pagó todos los pecados de sus padres al quedar completamente ciego desde su nacimiento. Era un omega que no había visto la luz del día en toda su vida, y que por azares del destino creyó conocer a su alma gemela. No obstante, no era la persona que se imaginó que era.

Era el hijo de dos de los causantes de su ceguera. Jace, ese maldito alfa que sólo busca humillar a los omegas por el simple hecho de que sus dos padres son alfas. La única forma en la que puede recuperar su visión, es siendo marcado por su alma gemela.

Yeray cree en el amor, piensa que lo puede encontrar en cualquier persona.

Jace creció en una familia de sólo alfas, siempre ha creído que los omegas sólo sirven para ser un desahogo.

El amor es jodidamente ciego si cae en las manos equivocadas.

Adelantos:

— Me tienes tentando — se tiró encima de él — Dormiré contigo hoy.

— Tengo mucho calor — se quejó — Quítate de encima.

— No puedo hacer eso, bebé — se sentó en sus piernas — Las cosas que me haces hacer.

— Lo que digas — logró quitarlo — En verdad tengo calor, no sé porque me estoy sintiendo así.

— Debe de ser por la temperatura del lugar, nada de qué preocuparse — lo cargó, y llevó hacia el baño — Debes de darte una ducha y luego veremos.

Yeray no estaba del todo convencido, pero de todas formas dejó que el alfa lo llevara al baño para ver si el calor podía alejarse de su cuerpo lo antes posible.

Jace sacó las prendas de las maletas en lo que el menor se preparaba, las colocó en las gavetas que estaban en las esquinas. Caminó hacia la puerta del balcón y sacó su teléfono para responderles a sus amigos y a sus padres de que había llegado.

— Así que ya estás con el omega — la voz de su mejor amigo se escuchó del otro lado de la línea — Si no cumples con tu parte del trato, estarás en serio problemas cuando regreses.

— Ya dije que lo haría, lo haré más interesante... lo voy a marcar, le quitaré lo virgen y marcaré...

— Vaya, eso sí que no me lo esperaba — dijo, ido — ¿Estás seguro de eso?

— Si, ya te dije que Yeray es demasiado dócil y se dejará — rió — Además, creo que hay un alfa que le está echando el ojo desde que llegamos y no quiero que nadie se me adelante.

— Tienes razón, si te aburres del omega, me lo dejas — colgó.

Jace se pasó una mano por el cabello, desordenándolo y se dio la vuelta encontrándose a Yeray saliendo del baño.

— Creo que esto no es el calor — el alfa tragó en seco al verlo desnudo — No era lo que esperaba en mi primer día aquí, pero somos almas gemelas.

— Es por el calor...

— ¿Es que no tienes olfato? — Su respiración comenzó a ser irregular — Me estoy quemando y me dices que es por la calor, si es por eso pero es que estoy en celo.

— No está bien que hagamos esto — dio pasos vacilantes hacia él — Estás en celo, y no creo que yo sea la persona indicada parea esto, en verdad lo digo.

— Quiero que me tomes, alfa estúpido, sin sentimientos — apretó los puños — Eres un insensible.

Jace torció los labios, si el omega pedía eso. No había otra cosa más que decir o hacer. Tomó al chico por los hombros, y lo tiró a la cama. Se quitó la ropa, quedando desnudo y subiéndose encima del cuerpo húmedo y desnudo del menor.

Nunca había estado con un omega en celo, a decir verdad, ni siquiera había tenido su celo antes, lo único que le quedaba era esperara a que cumpliera los dieciocho, y tener su celo como cualquier niño de su edad. El omega lo atrapó con sus piernas, ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, pero ya estaban sobre esa cama y listo para cumplir una de sus fantasías.

Entró de forma rápida en el menor, éste se quejó un momento por lo rápido que había sido todo, el lubricante que salía de su interior fue lo único que pudo lograr que no doliera tanto. Las uñas de Yeray se calvaron en su espalda y rápidas embestidas iniciaron.

La boca del omega se abrió por completo, gimiendo el nombre del alfa una y otra vez. El alfa miró de forma tentativa el cuello del omega y una ola de tristeza se instaló en su interior.

— Perdóname — y al final terminó por morderlo.

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