Las glorias de la guerra son las penas del hombre, mi amigo adán. Lo lamentable de las batallas es que jamás nos damos cuenta de lo estúpidas que son hasta que perdemos casi todo en ellas.
Ese día, bajo la luz del atardecer, desperté recostado ya transformado en ángel. Quise sentarme, pero no podía sostener mi cabeza. Parecía que aún había sangre en ella. El flujo venía de uno de mis ojos. No, más bien de donde había estado uno de ellos… Cuando intenté verificar si todavía tenía el ojo izquierdo, simplemente me fue imposible: ya no tenía brazo derecho. Era el que me había arrancado Yerichie con su último ataque. Suspiré y me dolió el pecho, pero proseguí con la exploración. Esta vez fue mi mano izquierda la que buscó el ojo herido. No lo encontró; solo se topó con una cuenca vacía de la que aún manaba un hilillo de sangre.
Moví el cuello hacia ambos lados y al fin pude incorporarme. Dejé pasar algunos segundos y me puse en pie. Caminé con dificultad y miré a la ciudad de Jericó con el ojo que me quedaba. La muralla estaba hecha trizas, y su interior ardía en llamas. Un judío se me acercó y palmeó mi hombro diciendo:
—¡Bien hecho, ángel! Gracias a tu enorme poder y habilidad hemos logrado entrar a Jericó, ahora ¡A disfrutar del botín! Por cierto, también acabaste con el demonio que protegía a estos paganos. ¡Mira! Ahí está su inmundo cadáver.
No respondí, solo avancé hasta donde yacía muerto mi antiguo compañero y amigo. Había utilizado sus últimas energías para transformarse en ángel, así que pude ver su cuerpo destrozado bajo su apariencia real. A él también le faltaba una de sus manos; su piel angélica se mostraba desgarrada por completo, y su cuello… este sencillamente estaba deshecho, con la marca de mi hocico grabado a fuego y sangre…
¡Qué maldita desgracia! ¡No sabes lo que se siente al ver a uno de tus amigos muertos, mi querido adán! ¡Sientes que te arrancan las entrañas mientras se ríen de ti!
¡Yo lo maté!
¡Yo acabé con mi amado amigo Cherub!
Qué infame pena, hubiera preferido morir… deseé con todo mi corazón que aquel cadáver que yacía sobre la arena fuera yo y no él. Pero ya estaba hecho: era un asesino y no podía remediarlo. Las muertes de Hieraco y Yerichie las habían ocasionado mis propias manos…
Tomé el cuerpo inerte de mi amigo con el brazo que me quedaba y volé con dificultad. Me alejé de Jericó mientras la ciudad era quemada y saqueada. Dejé a los humanos con sus guerras absurdas y sus injustificados problemas.
Partí sin mirar atrás. Mi amigo debía ser sepultado cuanto antes.
Sí, mi amigo adán, estoy llorando. En verdad lo siento, pero no puedo contener mis lágrimas. Lloro porque este fue el aterrador comienzo de las peleas encarnizadas entre los ángeles de Dios, y al final fuimos solo los Cherub quienes pagamos el sangriento precio.De los diez Cherub que viajamos a Malkuth, solo restábamos seis con vida. Cuatro de los nuestros habían caído ya: Rael, Osiriah, Yerichie y Hieraco. Lo peor de la situación era que todos ellos habían muerto a manos de sus amigos, ya fuera directa o indirectamente.Tras la batalla de Jericó, mi vida en Malkuth se tornó aburrida y desesperante. Ya no era capaz de disfrutarla como antes. Vivía con el permanente temor de que mi arrogancia volviera a convertirme en la bestia inmunda que había asesinado a Yerichie. Por si fuera poco, los rumores sobre “ángeles” que visitaban a los adanes se propagaban por la
“… donde el río canta su nombre al moverse sus aguas…”En todo el tiempo vivido en Malkuth jamás había conocido ningún rio o lago capaz de hablar, mucho menos de cantar ¿Qué clase de acertijo era ese? Parecía algo más propio de Hieraco y no de Abraxas, pero debía resolverlo si quería salir con éxito de aquella encrucijada. Además, el tiempo seguía su inexorable paso y no podía darme el lujo de cavilar durante años como lo hice cuando intenté resolver el enigma de la Heracoesfinge. Desafortunadamente este asunto requería acción inmediata... detuve mi vuelo y descendí lentamente hacía lo que parecía ser una aldea de pescadores. Pensé que caminar como un adán despejaría mi mente y me ayudaría a repasar las posibles respuestas con calma.Avancé sin fijarme siquie
Así es, mi amigo adán, algo terrible se avecinaba, y sucedió mucho más pronto de lo que esperábamos. Miles de ideas revoloteaban en nuestra mente acerca de la recepción que tendríamos en Hatussas, pero nada nos había preparado para aquello que nos dio la bienvenida…¡Claro que fue atroz, mi amigo adán! ¿Qué tanto? Demasiado, ni siquiera en tus peores pesadillas has imaginado algo semejante. La ciudad entera estaba en llamas. Las casas de la gente del pueblo ardían salvajemente. Un espeso humo cubría por completo a la capital del imperio hitita.Ni un solo templo u hogar había sido respetado. Las hermosas construcciones de piedra se caían a pedazos. En la plaza central yacía una gigantesca estatua partida en dos. Era un león con alas.Es correcto, mi amigo adán, era un Cherub…Xordán mira
No, mi amigo adán, la pesadilla estaba aún muy lejos de acabar…No pude ver a Gabriel, así qué, confiado, descendí planeando hasta el suelo. Miré hacía todas direcciones y no detecté ni un solo vestigio de mi rival. Solté un suspiro de alivio y sin saber por qué, miré hacia el cielo. Un inusual brillo se dejó ver en el negro de la noche. Sentí miedo, quise huir, pero era demasiado tarde…Un insoportable dolor punzante recorrió mi pata delantera izquierda. Era Gabriel. Había clavado su espada justo en mi hombro izquierdo.Dejé escapar un aullido de dolor. Gabriel inclinó su cabeza y sonrió con malicia. Pero yo no podía permitir que me venciera tan fácilmente… Envuelto en cólera, descargué un furioso puñetazo sobre su brazo y estallé el aura usando mis últimos
¿Que si triunfamos? No, la victoria siempre fue poco más que imposible, mi amigo adán. Cuando los efectos de la cúpula cesaron, simplemente era incapaz de moverme. De hecho, era una suerte que pudiera observar algo de lo que acontecía a mí alrededor. Todos habían muerto, incluso Gabriel.Pero no me hacía ilusiones: sabía muy bien que el Altísimo no dejaría que las cosas terminaran así. Justo antes de que la vida me abandonara, el arcángel Miguel hizo su aparición. Apenas arribar, miró con detenimiento el campo de batalla. Sus ojos no pararon hasta toparse con Gabriel. Desdeñoso, avanzó hasta él. En el camino pisó el sable de Mithriah y una de las hojas de la guadaña de Hathieh. Para él, tan orgullosas armas no significaban nada; eran poco menos que basura a su mirada.Tan pronto alcanzó el cadáver de Gabriel, e
¿Te preguntas qué ocurrió después? Pues solo pasó lo que tenía que pasar: nos negamos a vivir una vida que no nos correspondía. La mitad de los ahora querubines y yo hablamos con Gabriel y le pedimos un último favor: deseábamos volar hasta el abismo para dar fin a nuestro sufrimiento.Un inusual llanto inundó la cara de nuestro antiguo líder, quien, sin chistar, accedió a ayudarnos. Volamos hasta el final del cielo y formamos una fila enorme. Gabriel cortó nuestras alas con su daga de mensajero, y uno a uno nos arrojamos hacia el abismo.Sí, así es mi amigo adán, nos suicidamos. Sin pena ni remordimiento nos quitamos la vida. Todos creíamos fielmente que una existencia así no valía la pena.
¿Qué si ahí acabó todo? ¡Por supuesto que no, mi estimado compañero humano! Dios no iba a dejar que todo terminara así. Es correcto, el Altísimo interfirió una vez más y un nuevo castigo cayó sobre nosotros.El Todopoderoso advirtió que, si deseábamos quitarnos la vida, sería él quien se encargaría de que lo hiciéramos durante toda la eternidad.Sí, eso que oyes es mi llanto… discúlpame, amigo adán, no deseaba que me oyeras llorar otra vez…Es solo que, simplemente no puedo soportarlo; mi vida es más triste cada día que pasa…No, no te preocupes, no hace que falta que seques mis lágrimas. Gu
La obra no está dividida en capítulos, sino en crónicas. Algunas son largas y otras muy cortas, porque la separación atiende a los recuerdos de Erael, el protagonista de la historia.Los nombres de los Cherub son enteramente ficticios —salvo el de Abraxas— y corresponden a la necesidad en particular de brindar un origen para los nombres de dioses, ciudades o criaturas del mundo antiguo (Rael=Ra, Yerichie=Jericó, Hieraco=Heracoesfinge).La fecha del Éxodo judío es muy inexacta, en el caso de esta micronovela se situó un poco después de la batalla de Kadesh para dar realce a la “cacería Cherub” que emprendió Gabriel.Aunque cuenta con referencias mitológicas e históricas de gran importancia, la historia de los Cherub es enteramente ficticia y en ningún caso busca herir ninguna sensibilidad religiosa.Para alivio de todos, los lemmings en realidad no se suicidan; es solo un mito que surgió hace algunas décadas debido a una película documental sobre dichos