La música suave comenzaba a llenar la sala. Un cuarteto de cuerdas tocaba una versión refinada de clásicos italianos, mientras los invitados se movían entre copas y conversaciones. Julie conversaba con Clarisse cerca de una mesa de aperitivos, mientras Sean hablaba con Hugo y Diane en el otro extremo del salón.
Catalina, desde la barra, observaba todo con precisión quirúrgica. Su mirada se detenía en Sean, luego en Julie, luego en Matías.
Y entonces lo decidió.
Se acercó a Matías con una copa en mano, sonriendo como si solo quisiera compartir una idea divertida.
—¿Has visto a Julie esta noche? —preguntó—. Está radiante. Y tú… bueno, tú sabes cómo hacer que una mujer se sienta especial. ¿Por qué no la invitas a bailar?
Matías la miró con una ceja levantada.
—¿Y eso por qué te interesa?
Catalina soltó una risa suave.
—Porque esta fiesta necesita movimiento. Y tú podrías ser el primer paso. Además… ¿quién se resistiría a ti?
Matías dudó. Pero la idea de bailar con Juli