"Todo lo que prometo lo cumplo, y me he prometido a mí mismo tener a Anaís postrada a mis pies. Aquel día que me humilló selló su propio destino, lo que me llevó a separarla de la persona que ella ama para hacerla mía…"Vivir en una comunidad regida por muchas normas no es fácil para ninguna mujer, más si el hijo del líder pretende tomarla como esposa, un hombre dominante y con problemas en el pasado, aunque un oscuro secreto los unirá de por vida.
Leer másLlevaban tiempo sin estar a solas. Ángel apenas tenía cuatro meses y Anaís parecía que se desesperaba cada vez que lo dejaba con alguien.—Quiero jugar contigo, An.Tiempo atrás se habría escandalizado y ruborizado al escucharlo decir eso, pero Anaís solo buscaba un poco de intimidad con él.Dante todavía cojeaba un poco, pero eso no era un impedimento para lo que necesitaba.Anaís solo se quedó quieta, mirándolo.Paseo la fusta por uno de sus pechos, rozando todo a su alrededor con la intención de que ella enloqueciera.Apartó con delicadeza la melena de ella hacia un lado, y saboreó con sus labios el cuello de Anaís.Dante dejó caer la fusta al suelo. No iba a causar dolor en ella. No quería hacerla llorar, ni siquiera ansiaba volver a probar sus lágrimas saladas. Todo aquello quedó atrás.Detrás de ella, pegó todavía más su cuerpo al de ella. Le subió la camiseta, ella elevó sus brazos en el aire hasta que la prenda fue arrojada al
Vuelvo al único lugar de donde siempre quise escapar.Todos en mi comunidad sabían que Dante estaba vivo, que estaba al mando como líder después de la muerte de su padre, pero nunca lo delataron. Porque de eso se trata nuestra unión, de protegernos los unos a los otros.Dante hizo muchos cambios. Reglas absurdas que él nunca llegó a entender. Mejorando muchas cosas de las que nos rodean.Y lo que más me alegra es que al fin hay una biblioteca pública disponible para todos. Dante donó todos los libros que su padre poseía y guardaba bajo llave.Sujeto el libro que Max me regaló mientras clavo mis ojos en mi pequeño.Lo regalo a la biblioteca pública, y así muchas personas pondrán disfrutarlo y amarlo como una vez lo hice yo.Con esto me despido de Max. De mi único recuerdo. Y aunque no volví a saber nada de él, me hubiera gustado decirle algunas cosas, pero tal vez sea mejor así, sin más reproches ni dolor.Llevo el carrito de mi bebé con una
Me miro en el espejo y me veo hinchada, redonda y fea. Tan solo falta un mes. Pero reconozco que ya se me está haciendo muy largo.Max salió hace rato a trabajar, se ha convertido en mi única familia.Mi madre dejó claro que no quería volver a verme. Extraño a Olivia, llevo más de un año sin verla. Seguro que ha cambiado mucho en este tiempo.En toda la soledad en la que estoy asumida, una descabellada idea llega a mi cabeza. Pero tengo miedo. No quiero llegar a casa de mi suegra y ser rechazada.Me visto con lo más decente que tengo. Y me arreglo un poco. El taxi ya espera por mí. Decido no decirle a Max sobre lo que voy a hacer.Los nervios sumados a la ansiedad que siento me asfixian.El taxista debe estar contento por la carrera que le voy a pagar. Puedo asegurar que no ha hecho un recorrido tan caro en su vida.—Si necesito que vuelva a por mí, ¿podría volver a llamarlo?—Claro, pero ten en cuenta que al estar lejos, tardaría en v
Niego una y otra vez. Armani sigue sosteniendo la fotografía de Dante, trato de alcanzarla, la necesito, necesito esa foto para no olvidarme de su rostro.—¡Dámela!—Ni Bianca ni Hugo existen, no son personas reales, Anaís. Solo están en tu mente. Creaste a esas personas imaginarias, porque uno; necesitabas deshacerte de tu padre, y aunque sabías que Dante acabaría con él, tú necesitabas a alguien más, alguien más, para terminar con Dante. Dos; sabías que al matar a tu marido heredarías cada una de sus propiedades.—¿Qué?—Dante acabó con tu padre, y luego tú acabaste con tu marido.Armani me acusa.—No, yo no lo hice. No le maté, no maté a nadie. No sería capaz.—¿Dónde está su cuerpo, An?«Soy tu Amo, An.»—Quería a Dante a pesar de todo lo que me hacía. No estaba en sus cabales, yo tampoco lo estaba. Pero le quería.—Entonces háblame de Hugo. Dame una pista.—No sé nada, no sé nada de ese hombre.<
Sé que las cosas se están poniendo feas. Lo sé porque estoy en una sala de interrogatorio porque me consideran la sospechosa principal del asesinato de mi padre.El detective Armani toma asiento delante de mí.—Supongo que ya lo sabes.—No lo hice, mi padre disparó y luego yo tuve que salir corriendo.—Me refería a tu embarazo.Frío y calor al mismo tiempo. Me siento desorientada completamente y que mi corazón ha acelerado tanto que se va a salir de mi pecho.—¿Embarazo? ¿De qué me hablas?—¿La Dra. Sáez no te lo ha contado?—No... ¿me estás mintiendo?—No tengo por qué inventarme algo así, solo que irás a la cárcel y tendrás que dar a tu hijo en adopción.Niego a la vez que intento reprimir las lágrimas que pretenden delatar mi estado de ánimo.No siento nada, no puede ser verdad. Estoy segura de que solo lo hace para que yo confiese.Armani se incorpora, camina alrededor de la mesa hasta llegar a mi lado.<
Dos semanas después:La doctora Sáez me observa. Se sienta delante de mí y se dedica a analizarme. El caso es que no tengo nada que decirle, y ella tampoco me tiene nada que decir a mí.—¿Cómo te encuentras hoy?No me encuentro, es más después de ese día, y aunque hayan pasado dos semanas, sigo sin encontrarme.—Bien.La Dra. Saez vuelve a anotar algo en su libreta.—Si no me dices cómo te sientes no podré ayudarte.Dudo que ella pueda hacerlo. Me vuelvo a encoger en la pequeña cama y hago de mí cuerpo una bola pequeña.Dante sigue aquí, en mí, en mi memoria. Todavía puedo sentir su aliento chocando contra mi piel. Puedo ver su sonrisa llena de malas intenciones y su empeño por hacerme entender que él era mi Amo.—Anaís.—An, mi nombre es An.—¿Puedes contarme cómo empezó todo, An?—No quiero hablar de ello.La Dra. Sáez se da por vencida y al fin cierra su libreta. Esboza una sonrisa y se
—Anaís... Nunca quise hacerte dañoEl hombre suplicó una vez más, pero de algún modo solo estaba cabreando todavía más a su yerno.—No te permito que la mires, no te atrevas a hablarla con ella —exigió Dante.El hombre lloriqueó y negó una vez más apartando sus húmedos ojos de Anaís.—Veamos... Te voy a contar el plan: te llevaré al sótano, te ataré y luego estrenaré un bonito látigo que acabo de comprar.—Se parece tanto a su madre que no podía controlar mis deseos.—No quiero saber cómo tú asquerosa mente llegó a crearte ese deseo. Sinceramente, me repugnas —lo interrumpió Dante.—¿Qué puedo hacer para que detengas esto?Anaís se arrodilló delante de su marido. El dolor que le estaba creando esa situación era insoportable, ella no podría vivir en paz el resto de su vida si ellos mataban a su padre en su nombre.Con rapidez logró atrapar su cara entre sus manos y lo obligó a mirarla.—Solo estás haciendo que mis heridas pr
Anaís se sentía peor que nunca. Se movió de un lado a otro intentando encontrar la solución a ese enorme lío en el que Hugo la acababa de meter.Miró la puerta inquieta, esperando que Bianca apareciera con el desayuno o que Hugo se dignara a visitarla para intercambiar alguna palabra que la hiciera sentirse mejor.«Solo buscas ser amada, porque creer que tú también puedes hacerlo —la voz de Hugo se manifestaba cada segundo en su cabeza».—Buenos días.Bianca se hacía presente con una sonrisa y logró que Anaís volviera a la tierra.—Vas a desayunar abajo, ¿qué te parece?—¿Debería alegrarme por ello?—Pues sí, además te han traído una sorpresa.La miró con el ceño fruncido, esperando algo más sobre la sorpresa.Bianca seguían sin responder, su cabeza empezó a recopilar información, tratando de averiguar qué clase de sorpresa la esperaba.—¿Se trata de Dante?—Tal vez.Bianca tiró de la joven, sin que a es