Capítulo 2.

Harry caminaba feliz por la casa. Tenía en sus manos los resultados de una prueba de embarazo que se había hecho ese día.

Como todos saben, Harry  tenía prohibido salir de la casa, por órdenes estrictas de Liam. Eso era un poco traumante, pero ahora estaría más tiempo con Liam.

Tocó la puerta del despacho de Liam  y esperó a que este le diera la orden de entrar.

— Hey, hola —susurró, entrando, y cerrando la puerta detrás de él.

— ¿Qué quieres, Harry? —despegó su vista de los papeles

— Sólo quería saber si tenías tiempo —susurró, sentándose enfrente de él.

— ¿Querías? —subió una ceja.

— Quiero —corrigió.

— Dime —se recargó en su silla.

— Hoy fui a la clínica... —susurró, antes de que Liam  lo interrumpiera.

— ¿Saliste sin mi permiso? —preguntó incrédulo.

— Si, Liam, salí de la casa sin tu permiso —respondió, en otro susurró.

— Sabes perfectamente que no me gusta que salgas sin mi permiso —tensó la mandíbula.

— Déjame hablar...

— ¡Pues no lo haré! ¡Sabes bien que odio que salgas de casa sin mí! —gritó, enfurecido.

— ¡Salí por menos de una hora! —se levantó de su lugar.

— Pero eso no justifica que hayas ido sin vigilancia —su tono de voz bajo.

— Pero nadie sabe que estoy casado contigo —lo encaró.

— Pues resulta que soy tu esposo y tienes que obedecerme —le replicó, aún más serio.

— ¡Por el amor de Dios, Liam! ¡Soy tu maldito esposo, no tu esclavo! —gritó Harry, al fin explotando—. No salgo de esta casa desde que nos casamos. Me siento como un maldito prisionero, maldición —dijo lo último en un susurró triste.

— Tú sabías a lo que te metías cuando aceptaste ser mi esposo así que te aguantas —rodeó el escritorio.

— Te recuerdo que este anillo solo significa que soy tu esposo, no tu prisionero —le recordó, mostrándole el anillo.

— Pero también este anillo, significa que soy tu maldito esposo y que tienes que obedecerme sin quejarte —le agarró la mano acercándolo a él.

— Pero nunca te he desobedecido — bajó la mirada.

— Lo has hecho antes, Harry. Por eso siempre recibían un castigo —dijo en un tono duro, y Harry  negó intentado quitar su mano, pero Liam  la sostuvo con fuerza.

— Eso era antes, cuando me violabas por venganza. Cuando yo apenas era un niño —dijo,  del mismo tono que él.

— Y aun lo sigues siendo, aun me sigues desobedeciendo —soltó el brazo de Harry.

— Pareces el mismo Liam  que conocí en la escuela. El mismo Liam  que me violaba en cualquier lugar —se dio la vuelta para salir de allí.

Antes de que Harry  abriera la puerta Liam  pegó su cuerpo a él.

— Es mejor que no vuelvas a decir esas malditas palabras, porque me cabrean, así que sé un buen esposo y hazme algo de comer, luego ve y busca a Jedward. No me gusta que pase mucho Kayled —le dijo en el oído se forma de advertencia y abrió la puerta para que saliera cerrándola al momento de que el menor salió.

— Hay días en los que deseo nunca haberte conocido —y la primera lágrima cayó.

Y esa no será la última.

Harry  cruzó el patio que dividía su casa con la de los Tomlinson-Horan. Tocó el timbre y en menos de unos minutos la puerta fue abierta mostrando al pequeño rubio.

— Hey, Hola. Pasa — se hizo aún lado.

— Gracias — entró con la cabeza agachada.

— Los niños están en la habitación de Kayled, pero antes me vas a decir que tienes y el por amor de Dios no me mientas —dijo serio, y con voz grave empujando a su amigo a la sala para charlar con él.

— Todo y nada me pasa, Ni —dijo levantando la mirada.

— ¿Qué te pasa, Hazz? Desde hace unos días estás triste —tocó su mejilla dándole apoyo.

— Me siento mal, Liam  ya no me trata como antes. Desde que llegó de Colombia se está portando muy feo conmigo, no me habla como lo hacía antes, no me toca cuando estamos en la misma habitación. No pasa nada —enumeró con sus dedos.

Gideon suspiró antes de hablar.

— Oh, Harry. Sabes que él hace todo eso para protegerte —le recordó.

— Tienes razón, pero soy su esposo no su esclavo.

— En eso tienes razón, tienes que hacerle saber eso.

— No salgo de la casa, casi no me deja venir a visitarte, despidió a la empleada la semana pasada solo porque nos vio hablando —hizo un puchero.

— No vayas a llorar, por favor. Sabes que no soy bueno consolando —lo abrazo.

— Es que él se enoja con todo —dijo sollozando.

— No llores, sabes que él te quiere mucho y te ama bastante. Duró más de dos años buscándote, hasta que tú apareciste en su casa y en su habitación —besó su mejilla.

— Pero todo cambió, él ya no me trata como antes. Hoy le iba a decir que estaba embarazado — comenzó a decir, pero fue interrumpido por el rubio.

— ¡Felicidades por tu bebé! Taolath se pondrá como loco cuando lo sepa —dijo muy emocionado.

— Es mejor que no le digamos nada, mientras las cosas se calman —sugirió.

— En eso tienes razón si él se entera lo que te está pasando con Liam  es capaz de tomar el primer vuelo para cortarle las bolas —bromeó.

— En eso tienes, ya conocemos al negro, sabemos que él es muy impulsivo

— Papi —La voz del pequeño Jedward sonó como si estuviera conteniendo un sollozo.

— ¿Qué pasa, príncipe? —preguntó, en un susurro.

— Tus ojos están con agua y yo no hice nada malo, papi —el sollozo llegó.

— No. Mi amor, no es por ti que estoy así —besó su frente y luego secó sus lágrimas.

— Entonces, porque estas así.

— Porque vas a tener un hermanito —dijo, Feliz.

Jedward gritó emocionado por la noticia y luego hizo un puchero.

— ¿Dónde está? —preguntó, mirando hacia todos los lados.

— Él está aquí dentro —señaló su estómago.

— ¡¿Te lo comiste?! —gritó, histérico, y Gideon rió.

— Iré a la cocina con Kayled —se fue con su hijo en brazos.

— No, Príncipe —acarició su rostro—. Te acuerdas cuando vimos a los canguros. Es así mismo como tendré al bebé —dijo sonriendo.

— Oh... seré el mejor hermano mayor de todos —dijo eufórico.

— Si, serás el mejor hermano mayor de todos —concordó con él.

El teléfono de la casa sonó y Gideon entró con la cara pálida.

— Es Liam  —murmuró.

Liam...

Ven a la maldita casa ahora.

Ya voy...

Siempre me desobedeces...

Y con esas palabras colgó.

Harry  le dio un asentimiento a Gideon antes de salir de allí Jedward en brazos diciendo lo feliz que estaba de ser el hermano mayor.

Liam  lo estaba esperando en la puerta con los brazos cruzados y con la mandíbula apretada.

No habló cuando entró a la casa, ya conocía bastante bien la actitud de Liam.

— Te estaré esperando en la habitación —dijo Liam, pasando de largo.

Harry  suspiró, negando con la cabeza y entró a la habitación del pequeño.

— Nos vemos en un rato, si escuchas ruidos raros no salgas de la habitación, entra en el closet y no salgas de allí hasta que yo venga por ti — besó su frente, y Jedward asintió.

Harry  suspiró antes de salir de allí dentro.

Respiraba agitadamente tratando de tranquilizarse. Sabía que cuando se casó con Liam en cualquier momento este podría enloquecer. Sabía que hoy era el día.

— Ya estoy aquí —susurró, mirando a Liam  sentado en la cama frente a la puerta.

— Siéntate —señaló a su lado.

— Dime que me quieres decir —su voz aún seguía sonando como si no quisiera que alguien lo escuchara.

— Se puede saber ¿Por qué siempre me estás desobedeciendo? —preguntó serio.

— No te he desobedecido —Liam lo interrumpió.

— Claro que lo haces, sales sin mi permiso siempre —elevó la voz.

— ¡Ya no estamos en la escuela! ¡Soy tu esposo no tu maldito esclavo! —también elevó la voz.

— No me alces la voz —se levantó de la cama.

— Pero es la verdad.

— Si tan sólo fueras más como un esposo se casa todo sería diferente —dijo pasando sus manos por su rostro.

— Oh, Vamos, Liam. No soy el esposo perfecto, porque no comparto contigo esos días en los que me hacías vestirme de puta.

— ¡Ya cállate! —Y el primer golpe llegó.

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