Sinopsis Annette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de conocerlo, enamorada perdidamente de su personalidad detallista y de su forma de tratarla y cuidarla. Nunca le importó la diferencia de diez años de edad, ni los comentarios de la familia de Antoine hacia ella. Hasta que descubrió la verdadera raíz de su interés: la compañía a punto de quebrar de su padre. Al saberse utilizada para llegar a su padre, confrontó a Antoine y este le aseguró haberla amado, no como ella hubiese deseado, sino como un medio para llegar a un fin. Llena de dolor e impotencia, sufriendo la traición del supuesto amor de su vida, Annette decidió irse para nunca volver, dejando a Antoine en su noche de bodas. Antoine Bourdeu, hijo mayor de la familia Bourdeu, una de las mas acaudalas de Francia, no creía en el amor, si en el compromiso y en la estabilidad que le daba en los negocios el estar casado. La bella Annette lo había seducido, y él había caído rendido a sus pies, enloquecido por sus ojos verde esmeralda y su mirada traviesa. Ella deseaba conocer el mundo y el, se prometió cumplirlo. Hasta que se dio cuenta de lo interesada y manipuladora que era su tierna Annette. Ella se largó justo después de la ceremonia, cuando el pretendía hacerla suya en cuerpo y alma. Desapareció de mapa, llevándose consigo algo más que su orgullo masculino. Al menos eso pensó, pues ahora, más cínico y más fuerte que nunca, Antoine volvería para recuperar lo que era de él. Nadie se negaba a Antoine Bourdeu.
Leer másCecile fue encontrada en su habitación recostada en la cama con el celular en la mano, un frasco de pastillas tirado en el piso, donde obviamente faltaban algunas. Era lógico pensar que había consumido estas a lo largo del mes. Sin embargo, también era lógico creer que las que faltaban pudieron bien haber sido tomadas con toda la intención de quitarse la vida.Cosa que logró.Lamentablemente logró.Ana miraba la escena sin dar crédito a lo que sus ojos veían.—Tony...— susurro agarrando a su esposo de la mano, el cual estaba inmóvil en la puerta de la habitación mirando el cuerpo inerte de su madre, la mujer que le dio a luz, la mujer que estuvo los 34 años de su vida a su lado, cuidando, protegiéndolo, dándole el amor que ella creía capaz de ofrecer. — Tony, por favor..— dijo ella llamándolo y tirando un poco de su brazo. -—...di que estás bien. Di algo. lo que sea.—No puedo...— murmuró él apretando su mano y entrelazandola con la de él.—
Las horas pasaron rápidamente sin que ninguno de los cuatro se percatara de lo relajado que estaba el ambiente. Las cosas mejoraron sutilmente y al pasar de los minutos, encontraron muchas cosas en común: fútbol, café, amor por el vino, viajes lejos de la ciudad.No sabía que podía sentirse tan bien rodeada de hombres.Rodeada de personas que hasta hace poco no conocía.Su esposo era uno que hasta hace un año, jamás creyó que podría confiar, ni llegar a querer.—No puedo creer que seas gay. — dijo Joseph mirando a su hermanastro con los ojos entornados.La conversación había salido ligera, como si de una pluma se tratara.¿La culpa?Marco.Una simple llamada del hombre con el que salía y la lengua se le había ido con un simple comentario.No, Michael, no estoy con otro.—Si, lo soy. ¿Tienes algún problema con eso? ¿Masculinidad frágil?—No — dijo Joseph bruscamente.—Me extrañ
Antonio se quedó mirando el hombre que tenía frente, traia puesta una camisa rojo vino, pantalones negros de vestir, estaba elegante, impecable. Su cabello oscuro peinado hacia atrás, su mirada acerada con los ojos azul oscuro, lo vio y de inmediato los ojos de él le recordaron a los de su madre.—Marco — digo entonces pronunciando el nombre de su hermanastro.Hermanastro. Esa palabra le resultaba grotesca, extraña, difícil de pronunciar.Qué bueno que sólo estaba en su cabeza.Antonio pronunció su nombre, con toda la mala intención que pudo.El desconocido, ese hombre que probablemente estaba detrás de las maniobras manipuladoras de su madre, llevaba una botella en la mano de un vino que ni siquiera se molestó en curiosear.—¿Me vas a invitar a entrar…. hermano? — esa manera de llamarlo le hizo apretar los puños de inmediato y querer lanzarse sobre su rostro y golpearlo hasta verlo sangrar, pero le había prometido a su esposa qu
Antonio se quedó mirando el hombre que tenía frente, traia puesta una camisa rojo vino, pantalones negros de vestir, estaba elegante, impecable. Su cabello oscuro peinado hacia atrás, su mirada acerada con los ojos azul oscuro, lo vio y de inmediato los ojos de él le recordaron a los de su madre.—Marco — digo entonces pronunciando el nombre de su hermanastro.Hermanastro. Esa palabra le resultaba grotesca, extraña, difícil de pronunciar.Qué bueno que sólo estaba en su cabeza.Antonio pronunció su nombre, con toda la mala intención que pudo.El desconocido, ese hombre que probablemente estaba detrás de las maniobras manipuladoras de su madre, llevaba una botella en la mano de un vino que ni siquiera se molestó en curiosear.—¿Me vas a invitar a entrar…. hermano? — esa manera de llamarlo le hizo apretar los puños de inmediato y querer lanzarse sobre su rostro y golpearlo hasta verlo sangrar, pero le había prometido a su esposa qu
—¿Qué haces aquí? ¿no estabas enamorando a tu esposo como si fueras una colegiala?—Mi esposo se ha puesto impertinente y ha tenido que marcharme lejos de él antes de que mi mano se estampe como un tatuaje en su mejilla.—¿Tan violenta está la cosa?— preguntó su cuñado sonriendo y pasándole una copa de vino— hidrátate cuñadita. Creo que lo necesitas más que yo.—Muy gracioso. — pero aún así Annette tomó la copa y le dio un largo trago permitiendo que el calor del vino bajara suavemente por su garganta. —No entiendo como ustedes los hombres pueden ser tan insoportables.—No me sorprende que un hombre como mi hermano esté dispuesto a cambiar tanto por ti —Ella hizo un chasquido con la lengua poco femenino—Se nota que eres toda una joyita.—Voy a descargar mi ira contigo y no te conviene. — le gruñó — estoy molesta con el. ¡Dios! no puedo creer que este contandote a ti esto. ¡precisamente a ti que tan mal me caes! — exclamo subiendo su mi
Annette se quedó de piedra al escuchar como su suegra pronunciaba el nombre de su más reciente y casi amigo: Marco.¿su hijo?Aquello no podía ser cierto.¿Acaso estaba Cecile tomando algún tipo de droga?Se rió ante su pensamiento absurdo. Obviamente aquello debía ser parte de una broma de muy mal gusto.Quizá se había equivocado de nombre, tal vez solo le hacía falta dormir y descansar un poco.. Así poder coordinar sus ideas mejor.Sin embargo si sueña no sonreía, no dudaba, su mirada era franca, sin duda.Era real.—Cecile.....debes estar equivocada... ¿Qué dijiste? —preguntó—¿Marco?—Sí, Marco. No te vengas a hacer la inteligente conmigo, sé de dónde tomar para aprovecharme de las situaciones, tu también.—¿Aprovecharme?—¿Así quieres jugar esto? ¿Así vas a querer llevar esta conversación? ¿Haciéndote la desentendida?—No sé de qué diablos hablas, Cecile. Lamento no comprender la estup
Se quedaron entretenidos en una pastelería cerca de la oficina que habían encontrado para tener una cita con un decorador de interiores. Marco había tenido la gran idea de quedarse cerca del lugar en caso de que no les diera el tiempo de llegar a la cita, así no tendrían que tomar el tráfico y llegar tarde.—Entonces... ¿él te engañó o no te engañó con esa periodista? — sin razón lógica Annette había comenzado a contarle su vida.Así como Marco también le había dado muchos detalles sobre el, por ejemplo: que no conoció a su padre más que por fotografías, que su madre lo había buscado recientemente diciéndole que se había arrepentido de enviarlo en adopción; Marco tenía 35 años, era muchísimo mayor que ella, incluso mayor que Antoine, pero el hombre no lo aparentaba, estaba en su mejor momento.Según él le había dicho, antes solía ser desgarbado, con la nariz más grande, pues su rostro era bastante delgado, ahora no, ahora cada músculo de su cuerpo estaba en el l
Antoine—¿Qué diablos es lo que quieres, Antoine?Su madre le cuestionó desde que tomó asiento frente a él en el restaurante La tour de diamant.El restaurante estaba a menos de veinte minutos de su empresa, y por ende, podía almorzar rápidamente con su madre y regresar pronto a terminar el trabajo atrasado.Desde que Joseph le dijo lo que su madre estaba haciendo con el dinero de su padre; acostándose con otro hombre durante años, por más de dos décadas. Ella no se lo había negado, en cambio, había obligado a su hermano a guardar un secreto que no le correspondía.Lo cual terminó por acabar con la poca cordura con la que Joseph había nacido.—¿A qué te refieres? — le pregunto con calma volviendo a sentarse.Podía estar todo lo molesto que quisiera, pero sus modales eran parte de sí.—Deja el juego,Antoine. Te crie..—No sigas con esa, madre.—¿Con que? ¿Ahora quieres decir que no lo hice? ¿Que no te di ese t