5. Deuda saldada (1 parte)

Parpadeé un par de veces, pero el sonido estridente de una bocina logró sacarme del trance en que me encontraba.

—Puedo irme sola, gracias —respondí. Y por la oscuridad no logré ver por completo su expresión, la mitad de su rostro era iluminado por las luces de la ciudad y la otra era sombría. Me moví en mi sitio un poco dubitativa, mientras sus ojos azules brillantes me observaban.

—Solo es un favor de vecino a vecino —respondió. Miré a ambos lados de la acera y la oscuridad espeluznante y el sonido insistente de la bocina del conductor de atrás me orillaron a aceptar. Me acerqué, abrí la puerta y con la ayuda de su mano subí. Cerré y rápidamente, luego de otro bocinazo Kyan arrancó y a gran velocidad avanzó. Giré mi cabeza vislumbrando al conductor

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