LA MAID DEL CEOES

—¡Ey Becky!— saluda mi compañera de departamento con demasiada efusividad en el momento que cierro la puerta.—¡Ey Claire!— respondo con desgano, apenas soy capaz de devolverle el saludo mientras pesadamente dejo mi bolso sobre la pequeña mesa que funge como comedor.—¿Larga jornada?—No tienes idea, ¿por qué siempre tienen que tocarme las personas más desordenadas de la ciudad?— es como si esa fuese el karma que debo pagar por haber dejado mis juguetes tirados por todas partes cuando era una niña.—¿Por qué no dejas ese empleo y comienzas a buscar algo en tu especialidad? Estás a pocos meses de cumplir tu sueño, es hora que cambies de trabajo.—Es un lujo que no puedo darme, recuerda que tengo prestamos estudiantiles que pagar y es una carga que no puedo imponerle a mi madre, pero te prometo que maña

¿Por qué Diosito? ¿Acaso estoy purgando un pecado por algo que hice en mi vida pasada? De todos los lugares del mundo tuve que venir a parar justo en el departamento del idiota pomposo qué a pesar de ser así, está buenísimo. ¡No se vale! ¡la vida es sumamente injusta!—¡Calmate Becca! Respira profundo y cálmate— susurro audiblemente —tienes que mostrar profesionalismo y que eres capaz de sobrellevar esta situación, no puedes perder los estribos nuevamente. Además, no es como si fueses a trabajar aquí toda la vida, es hasta solo que encuentres un mejor empleo luego de tu graduación— trato de animarme para calmar mis nervios.—¡Rayos! ¿Alguna vez te han dicho que hablar sola es síntoma de demencia?— llevo mis manos a la boca para acallar el grito que amenaza con salir —definitivamente, eres muy extraña

Luego de entrar al establecimiento y ordenar nuestros helados tomamos asiento en una pequeña mesa, el lugar no está muy lleno y el ambiente es agradable, pero lo que me llama la atención es que Addelyne está demasiado callada, no es la usual niña parlanchina. No sé si alegrarme o asustarme.—¿Te sientes bien?— le pregunto un tanto preocupada, ella solamente asiente en silencio.—Oye Becca— dice después de varios minutos de terrible silencio, mientras saborea su barquilla. Cuando le comenté que su padre nos había dado permiso para realizar alguna actividad escogió ir a la heladería, por lo que religiosamente desde hace unas semanas, hemos estado viniendo aquí después de recogerla en el colegio.—Dime.—¿Tú tienes familia?— su pregunta me toma por sorpresa y me hace sonreír.—Por supues

¡Uy! ¡uuuuyyy! ¿pero quién se cree que es para hablarme así? “no voy a permitir que nadie, menos una sirvienta ponga en peligro mi relación” ¿quién en su sano juicio querría quitarle al idiota egocéntrico que tiene por novio? Debo reconocer que está mas bueno que el queso, pero es un arrogante. Por otra parte, si está así de insegura eso quiere decir que todo en esa relación no es color de rosas, sea como sea, es mejor que me cuide la espalda. Se nota que esa es una mujer de armas tomar.Unos toques en la puerta de mi habitación me sobresaltan, sacándome de mis cavilaciones.—Hola Becca— me saluda Addie.—¿Qué haces aquí pequeña?—Esta es mi casa— dice rodando los ojos.—Ja ja, muy graciosa, ¿por qué estás aquí y no estás en la esc

Ni en un millón de años esperé que este adinerado dios nórdico se dignara a poner un pie en mi casa. Inmediatamente mi mente comienza a trabajar a mil revoluciones por segundo ¿cuál será el propósito de su visita? Se supone que no deberíamos tener ningún tipo de comunicación desde que me “liberó” del contrato de trabajo ¿entonces? ¿por qué ha venido? ¿será que viene a exigirme el pago de las facturas médicas de Addie? No, no, no. Es demasiado rico para preocuparse por una cantidad tan ínfima de dinero. Además, ni siquiera me dejó verla antes de marcharme. —Señor Schwartz ¿qué hace aquí?— me cruzo de brazos denotando impaciencia, colocándome delante de la puerta, bloqueándole el paso. Tan solo recordar el día en que me despidió me exaspera y me pone de mal humor. —Señorita Stanley, ¿no nos va a dejar entrar? He oído que los Stanley son muy hospitalarios— ¡maldita sea! los dioses nórdicos tienen una voz sexy y magnética. —Becca, ¿qué estás haciendo? Addie asoma la cabeza por la puer