Ella no lo sabía aún, pero esa tarde, sería totalmente diferente a las demás, su monótona rutina estaba a una llamada de cambiar, un milagro estaba punto de azotarle en la cara.El día era lluvioso y frio, tanto que sentía que le descalabraba los huesos con su rudeza. Lydia Adams, caminaba despreocupada con una sombrilla en mano, el agua chocaba contra el capo de esta, sus tacones chapoteaban en el suelo húmedo, estaba absorta al mundo que le rodeaba, otra habilidad suya era, perderse en sus pensamientos. De pronto, escuchó el tintineo de su celular, ese endemoniado aparato. Temía con todo su ser que fuera su jefe pidiéndole un asunto de último minuto, o su madre quejándose de algún detalle con respecto a la fantástica boda de su hermanita que estaba muy próxima a concre
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