Salí a la calle, espelucada, con las mismas ropas del día anterior, sabiendo que había cometido una locura, sin saber si quiera en qué lugar estaba. ¡Dios! Era uno de los barrios ricos de Seúl, no había más que ver las lujosas casas de esa parte de la ciudad.Eché a andar calle abajo, tenía el móvil apagado y poco dinero para el taxi, para colmo terminé echando el pato en mitad de la calle, y no era para menos, había bebido como una cerda la noche anterior.¡Dios! Me había tirado a un coreano la noche anterior, y sí, muy a mi pesar Olivia tenía razón, los coreanos habían cambiado en diez años, al menos ese con el que había pasado la noche no se parecía en lo absoluto al capullo con el que salí durante dos meses.Cerré los ojos, molesta con la situación, entrando
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