—Dios mi amor para exigirte eso no hacen falta los juegos, hazme tuya y hazme saber quién manda— muerdo sus pectorales con algo de fuerza —te deseo ahora— mi hombre da un gruñido que me estremece de pie a cabeza, mi bajo vientre sufre un espasmo y se humedece de inmediato, me acuesta en la cama y abriéndome de piernas hunde su cara entre ellas, no está teniendo tacto y eso me gusta, esto promete. Su hábil lengua pasea por cada rincón de mi sexo, desde los pliegues de los labios menores hasta el clítoris, mi cuerpo tiembla de una manera brusca, la sensación es tal que mi cuerpo se calienta de manera rápida, mi corazón bombea sangre de manera explosiva, mi hombre me hace saber que tan deseoso está, me devora, me saborea, me succiona y pasa con delicadeza sus dientes atrapando mi botoncito de placer, mi respiración se agita de manera caótica, está intensidad casi es
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