En un reino antiguo, poderoso y lejano, regia una mujer sabia y hermosa. Era tan vasta su belleza, que no existía un solo hombre que la despreciara. Era fácil pensar que la vanidad había consumido el corazón de aquella soberana, sin embargo, ella no era feliz. La reina envidiaba a las mujeres menos agraciadas. Hastiada de la atención, ya no se arreglaba, deambulaba por palacio como una pordiosera, llegando incluso a escabullirse a las cocinas para cubrirse de polvo y carbón, pero aquello no le bastaba para esconder su belleza. Empezó a usar una máscara que la hiciera lucir horrible, pero no resultó. Intentó escapar del palacio varias veces, pero sus súbditos la protegían incluso de sí misma. Se sentía desfallecer, agobiada de todo llegó a pensar en quitarse la vida, pero aquella idea desapareció con la visita de una viajera. Se trataba de una poderosa hechicera, quien, al ver a la reina en su sufrim
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