—¿Quién carajo eres tú? Será mejor que te vayas, esto es algo privado — el hombre lo miró un segundo y luego volvió a mirar a la pelirroja. —Mi novia y yo estamos resolviendo algo. —¿Estas bien? — No entendía su preocupación, era obvio que ella podía controlarlo, con el carácter que tenía, seguro que podía apañárselas sola. Pero no quería dejarla. —Estoy bien —le respondió ella después de pensarlo unos segundo. Pero él no se movió de su lado. —Vete, Hermes — ella no lo miró en ningún momento, sus enormes ojos azules nunca fueron al encuentro de los suyos, pero tampoco se deshizo de su abrazo, no se despegó de su lado. —Terminamos. Tu y yo, ya terminamos. Lo aceptas, no entiendes, y te vas. Eso es todo. —No quiero que terminemos, mi princesa. No puedes… — el hombre le lanzó una mirada llena de ira, miró el brazo que lo conectaba con la pelirroja, y de haber podido asesinarlo con los ojos, seguro que Leo estaría siendo apuñal
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