CAP 5 NO SE PUDO SALVAR

La gente gritó y estaban asombrados por el accidente, el hombre del auto salió mirando desde su puerta a mi esposa en el suelo incrédulo.

Yo me quedé estático, no podía moverme, mi corazón agitado retumbaba en todo mi pecho, solo estaba a metros de ella y no pude detenerla… No pude salvarla…

Llegué hasta ella caminando muy despacio, un hombre la atendía y pedía una ambulancia a gritos, había sangre… en su cabeza su ropa estaba rasgada y lo peor, había sangre en su entrepierna.

Yo me acerqué, apretaba fuerte la caja con mis manos, el hombre me miró preguntando. “¿La conoce?”.

Yo asentí. “Es mi esposa”.

El hombre gritó. “¡Llame a una ambulancia rápido!”.

Él se alejó de mi esposa pidiéndole a la gente alejarse y dar espacio, yo me incliné tocando su rostro, ella estaba inconsciente, su bello rostro tenía raspaduras menores.

Los paramédicos me alejaron y la atendieron, yo di mi nombre y subimos a la ambulancia, observé por la ventana por unos momentos mirando la caja de Delia en la calle tirada, la nota había volado con el viento y los zapatos estaban regados en el suelo, camino al hospital los paramédicos la canalizaban y revisaban sus heridas.

Yo solo susurré mirando a Delia fijamente. “Está embarazada”.

Ellos me miraron de una forma que nunca voy a olvidar. Sus rostros mostraban angustia y decepción.

Al llegar al hospital la trasladaron a urgencias dejándome en el pasillo con una asistente a la que le di todos los datos necesarios, me acerque a una silla sentándome, no sé cuánto tiempo estuve ahí hasta que tocaron mi hombro.

Levante mi rostro y observé a mi suegro con una mirada de preocupación. “¿Dónde está mi hija?”.

Yo me levanté explicando lo que pasó en la calle, pero omitiendo lo de la oficina.

El hombre se sentó pensativo. “¿Por qué ella hizo esto?”.

Yo negué y mis lágrimas salieron, el hombre me miró asombrado.

Yo solo pude pronunciar. “Perdón…  Ella me vio… con Paula…”

Fausto, el que siempre admire y quería como un padre para mí, me mostró su decepción. “¿Cómo pudiste hacerle eso a Delia? Ella te ama”.

Yo negaba, todavía no comprendía lo que pasaba, como un error había cambiado todo tan drásticamente.

El doctor salió. “Familiares de Delia Carvajal”.

El señor Fausto giro diciendo. “Soy su padre ¿Cómo está?”.

El doctor nos explicó. “Ella estará bien, solo tiene una pierna rota, algunos golpes leves, pero él bebe… no se pudo salvar”.

Yo me quedé en shock escuchando las últimas palabras del doctor.

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Edgar volvió en sí, se acercó a la mesa y tomó un trago rápidamente el líquido quemaba su garganta, pero el dolor en su pecho era más duro, perdió a su hijo y a su esposa ese día, nunca volvieron hacer la pareja que tanto se amaba y era feliz, Delia había perdido todo brillo y alegría en sus ojos.

Decidió recostarse y descansar, la siguiente mañana sería muy pesada. Más tarde, Paula entró en la habitación, sigilosa caminó hasta la cama, llevaba solo una bata blanca que se quitó, se metió entre las sábanas y se acercó despacio a Edgar, tomando varias fotografías, él dormía sin sentir a la mujer, solo llevaba su pantalón de pijama y estaba desnudo del torso, sonrió al ver las diferentes fotos de Edgar y ella juntos en la cama y se vistió saliendo de la misma forma en que entró.

En la puerta se encontró de frente con Ramón, era el otro asistente de Edgar, la miró de forma despreciativa.

Paula sonrió victoriosa. “Edgar está muy cansado, deberías hablar con él mañana”.

Ella se alejó y entró en su recamara y envió las fotos a Delia con una gran sonrisa siniestra, ella tenía que lograr que se divorciaran, quería a Edgar para ella junto con todo el dinero que el viejo Fausto, no entendía porque después de lo que pasó Delia volvió con él, aunque perdió a su bebe y mandando todas las fotos y evidencias, Delia seguía de pie siendo la esposa perfecta y se negaba a dejarlo.

Pero tarde o temprano los lograría separar y ella sería la futura y única señora Ornelas. Dejaría de ser una insignificante secretaria y sería poderosa como siempre debió ser…

Delia despertó al día siguiente con pocos ánimos, siempre que Edgar se iba de viaje era lo mismo, por las mañanas siempre tenía mensajes de Paula mostrando el gran amor que tenían la pareja, ella tomó su teléfono y observó las imágenes de ese día.

Paula desnuda en la cama de Edgar, él dormía, había una frase que decía. Agradeciendo a mi amor con una gran noche de pasión por su hermoso regalo, Delia observó como Paula tocaba una gargantilla muy fina en su cuello, pero ahora verlas no le traían dolor como antes, era solo decepción, fastidio, era un sentimiento que ya no dolía.

Recordó la foto que envió el día anterior donde estaban juntos en una joyería, ella solo dejó el teléfono en la mesa como si nada hubiera pasado.

Delia se levantó y se duchó, se puso un vestido rosa pálido y salió de la habitación con su bolso, Martha el ama de llaves ya la esperaba al final de las escaleras. “Señora, el desayuno está listo”.

Delia miro a la mujer mientras bajaba, Martha era la nana de Edgar desde pequeño, él la amaba como una madre y ella quería verlo feliz a costa de todo y de todos, en algún momento Delia pensó que podría ser una mujer en la que podría confiar, pero estaba muy equivocada.

Martha haría lo que fuera por Edgar, vigilaba y acechaba a Delia en todo momento, era la informante de cada cosa que Delia hacía, con quien hablaba, quien la visitaba, no tenía nada de privacidad en la casa.

Hasta el chofer la ayudaba a vigilar con quien, y a donde salía, en esa casa no había nadie quien ayudará a Delia, estaba sola desde que su padre murió y la única que podía ayudarla ahora era Gaby.

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