Matrimonio por conveniencia:

Dos meses después:

El viaje por Latinoamérica que debió durar un par de semanas se extendió a un par de meses. De México pasaron a Colombia y de ahí a Brasil, haciendo un recorrido bastante extenso y entregando los pedidos que tenían atrasados.

A recibirlos al helipuerto de la mansión solo acudió Milia, quién abrazó y besó a sus hermanos con gran efusividad y júbilo.

—¿Dónde está Yelana?- preguntó Ella.- ¿No regresó con ustedes?

Alexis la ignoró, siguiendo de largo, cargando su propio maletín y encaminándose hacia la mansión.

—Nos separamos en México hace un mes.- comentó Eván en respuesta a la pregunta de su hermana.- ¿No se ha comunicado contigo?

Sofía tomaba notas en lo que la clase transcurría, después de mucho batallar para que le permitieran utilizar la Internet, Milia casi infarta cuando pidió que le permitieran comprarse un celular y una laptop. La rusa se había negado rotundamente, y entonces ella había exigido que le permitieran utilizar la computadora del despacho del Don, a lo que Milia accedió a comprarle una laptop y permitirle conexión al WiFi de la mansión en horarios restringidos.

Para combatir el absoluto aburrimiento que se había apoderado de ella, Sofía había decidido intentar terminar su bachillerato. Encontró varios sitios en internet que le permitían hacer exactamente eso y había comenzado el curso con gran entusiasmo. Si todo salía bien, en cinco meses recibiría su diploma. Además, decidió comenzar un curso de idioma ruso. Le molestaba que a pesar de llevar casi tres años en el país había mucho que aún no comprendía, incluso Alexis le hablaba en inglés la mayoría de las veces.

Mordió la goma del lápiz en frustración. Se había acostumbrado demasiado fácilmente a su nueva rutina, si no fuese por la constante vigilancia de los guardaespaldas creería que era completamente libre. Ella bufó.

Sabía que en cualquier momento su “esposo” regresaría, acabando con la ridícula burbuja de aparente tranquilidad que la rodeaba y volviendo a poner todo patas arriba.

—Señora, el Don ha regresado y demanda verla.

Sofía miró a Petra, la cocinera, ella y Ludmila ( la sumisa de Eván) eran las únicas que se dirigían a ella con respeto.

Dejando a un lado sus notas y su lápiz, puso en pausa sus clases en línea, bajándose de la cama.

—¿Dónde está?

—La espera en su despacho.

Alexis leía los diarios del último mes. Milia había hecho un espléndido trabajo archivándolos todos para que él los leyera a su regreso.

Tocaron a su puerta y sin siquiera levantar la vista de una noticia muy jugosa, ordenó que entraran. Se oyó el sonido de la puerta al abrirse y el de pasos acercándose.

—¿Pidió verme, señor?

—Así es.- respondió él sin levantar la vista de los periódicos.- ¿te has portado bien, baranina?

Ella tragó en seco, notando que él leía con interés las noticias en las que el nombre de ella formaban parte de los titulares.

—Hice todo lo posible.- susurró ella.- de alguna manera un periodistas descubrió quién soy y al instante los paparazzi comenzaron a seguirme.

—Intentaste matricular para clases diurnas. ¿Qué sucedió?

—Un ejército de paparazzi apareció en el instituto. Aprendí la lección, las clases las estoy tomando en línea.

Ese comentario causó que Alexis levantara la mirada de las noticias y la centrara en ella. Lo que encontró lo hizo fruncir el ceño.

¿Cuándo le habían crecido ese par de tetas a la italiana?

—¿Clases en línea? ¿Por qué? ¿No crees que con los cien millones de euros que heredarás dentro de unos meses será más que suficiente? ¿Para qué necesitas clases en línea?

—¿Me lo preguntas tú, que heredaste un imperio criminal de las manos de tu padre?

Él elevó las cejas.

Ella se mordió la lengua, sabía que no le convenía hacer enojar al mafioso de m****a.

—Lo que quiero decir, es que a pesar de que eres asquerosamente rico, tuviste a bien estudiar administración de empresas y comercio internacional. Tu hermano no ha tenido que trabajar un día de su vida para tener dinero y sin embargo estudió en un instituto militar hasta hace poco y Milia…

—No eres tan tonta como creí, Sofia. ¿Nos has estado investigando?- masculló él, mirándola fijamente como si estuviera viéndola por primera vez.

—Solo encontré información disponible para cualquiera con acceso a Internet. Mi punto es…que no importa la cantidad de dinero que uno posea, si no se invierte sabiamente en algún momento la fortuna se acabará.

—Siéntate, querida, y cuéntame. ¿En qué te gustaría invertir tu herencia cuando la recibas?

—Prefiero mantenerme en pie, gracias. Esto será breve. Por el momento solo aspiro a obtener mi título de bachiller, no he pensado a fondo más allá.

—Pero debes tener una idea en general.

Sofía se mordió el labio.

—He pensado, en algo relacionado con la industria de la moda.

***

—¿Hice mal, en permitirle el acceso a la WiFi?

—¿Has monitoreado sus actividades?

—Por supuesto. No ha tenido contacto con nadie vía correo electrónico, nadie sospechoso, por ahora.

—¿Qué ha reportado el equipo de vigilancia?

—Las veces que ha salido lo hizo a un salón de belleza , habrás notado que se cortó el cabello, las demás ocasiones fueron el fiasco en el instituto y a una iglesia católica cercana. Le gusta confesarse una vez por semana. Va allí todos los domingos.

Alexis comprimió los labios.

—¿Confesarse?- intervino Eván.- ¿qué pecados esconderá la italiana que debe confesarse con tal frecuencia?

Eso mismo se preguntaba Alexis.

—¿Has investigado la iglesia, podría ser una tapadera de los Visconti?

—Al principio creí también que lo era, pero no. La institución religiosa está limpia.

El Don bebió su trago de vodka, rellenando su vaso rápidamente.

—¿ Cómo fueron los negocios en Latinoamérica?- preguntó Milia.

—Eván te informará. Voy a salir.- masculló el Don. – no me esperen para cenar, estaré en los clubes.

Sofía observaba a través de la ventana como su “esposo” se montaba en su limosina y se largaba, seguido de cerca por su escolta.

Cuando él había tenido el descaro de preguntarle si se había portado bien, ella había estado a punto de responderle repitiéndole la pregunta. Por lo poco que conocía de él, seguramente no.

Al viaje del que acababa de regresar lo habían acompañado su hermano y la Koroleva, ella misma había estado presente en el helipuerto para despedirlos, parada como una imbécil al lado de Milia, contemplando como Alexis abordaba la nave pasando un brazo por la cintura de la rubia y esbelta rusa y susurrándole sabrá Dios qué al oído.

El hombre era un cínico.

Demandaba obediencia y fidelidad de ella mientras retozaba con su amante por toda Latinoamérica.

Ella no estaba celosa, por supuesto que no. El hombre le inducía pavor más que cualquier otra cosa, sin embargo, uno esperaría que al menos hubiera honor entre ladrones, y si el Don demandaba que ella se portara bien, pues que él hiciera lo mismo.

—Que no te sorprenda verlos juntos y, bueno…ya viste. – había comentado Milia, viéndola fruncir el ceño.- hermano y ella se conocen desde que eran muy jóvenes, han sido amantes intermitentemente durante años. Él la respeta, y la quiere a su manera, la nombró su Koroleva, ¿sabes lo que eso representa?

Sofía había negado.

—Significa que ella es su segunda al mando, cuando él no está las órdenes de ella se cumplen, y si, por algún motivo mi hermano muere, ella tomará el mando hasta que la familia elija al nuevo Don.

Habían comenzado a caminar de regreso a la mansión, y Milia continúo explicándole.

—Se podría decir, que ella es su mujer en todos los sentidos, el Korolev o segundo al mando es la persona en quien el Don más confía. Siempre creí que mi hermano se casaría con ella y no…-Milia se detuvo bruscamente, sin embargo Sofía comprendió todo a la perfección.

Y ahora él se ha subido a su coche y se ha ido en busca de su rusa otra vez. No hace ni tres horas que llega, no llevan ni tres horas separados y ya ha salido a verla. Bueno, en fin...

¿ Qué más se podría esperar de un matrimonio por conveniencia?

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