Garras rojas:

Sofía despertó lentamente, abriendo los ojos y ocultando el rostro contra la almohada. Había dormido cómodamente en una cama por primera vez en mucho tiempo, pero a qué precio…El reloj de su mesita de noche la sobresaltó al anunciar que eran las ocho treinta, debía vestirse y bajar a desayunar a las nueve en punto junto con todos los presentes en la mansión o no comería nada hasta el almuerzo a las dos de la tarde.

La idea de bajar a desayunar y sentarse a la mesa con todos esos Ivanov le producía náuseas, esa gente había matado a miembros de su familia tanto como los Visconti habían reciprocado la ofensa. Ambas familias criminales eran tan orgullosas y prepotentes que no toleraban la competencia.

Recogiéndose el cabello en un moño y volviendo a llevar el vestido de anoche, se alistó a bajar, iba a mitad de las largas escaleras pensando en como lavar las prendas que estaba usando para devolvérselas a Milia, el único vestido con que contaba, e incluso la ropa interior, se lo había dado ella.

Iba tan entretenida en sus propios pensamientos, que no notó a la mujer que la esperaba al pie de las escaleras, por lo que pasó de largo, pero una feroz garra carmesí la hizo retroceder de un tirón.

—Si crees que has ganado estás muy equivocada, puta italiana, Alexis me ama y se aburrirá de ti en menos de un mes, te lo aseguro.

Sofía comprimió los labios, intentado evitar que se le escapara un chillido de dolor, Yelana mantenía sus largas unas clavadas en su antebrazo.

—Lo único que quiero de toda esta situación, es la herencia de mi madre, Alexis no me interesa, ni como hombre ni como nada. Si es tuyo seguirá siendo tuyo porque no tengo intención alguna de tener lo más mínimo con él. Después que haya pasado el año, con un poco de suerte no volveremos a vernos.

Yelana la liberó de un tirón y ella se miró el sangrante arañazo que tenía en su antebrazo.

—Si realmente crees eso eres más ingenua de lo que creía. De la mafya solo se sale muerto, y en tu caso, seré yo misma quién te pegue un tiro. 

***

—¿Cómo te hiciste ese arañazo, Sofía?- preguntó Alexis durante el desayuno, ocasionando que todos los presentes en el comedor y reunidos a la mesa se detuvieran, centrando sus miradas sobre ella.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano para no mirar directamente a Yelana, Sofía hizo una mueca, y se inventó rápidamente una mentira.

—Esta mañana había una gata en mi habitación, me gustan esos animales, así que intenté acariciarla, pero me atacó.

Alexis elevó una ceja, dirigiendo su mirada hacia Milia.

—¿Tu gata, hermana?

—Cleo es demasiado bien portada como para eso, nunca he oído que haya arañado a nadie, mi Don. Aunque mordió a Yelana una vez.- respondió Milia, untándole mantequilla a su tostada.

—¿Estas segura de que fue un animal quién te hirió, Sofía?- susurró Alexis amenazadoramente y ella tragó en seco, por la forma en que la miraba y por como insistía, creyó que tal vez él sabía lo que había sucedido, pero eso era imposible.

—Sí. Estoy segura de que era una gata. Una gata negra, con una cinta roja alrededor del cuello.- volvió a mentir. Realmente ella sí había visto al animal, pero anoche al llegar a su habitación y no esta mañana como aseguraba.

—Milia.

—¿Sí, hermano?

—Asegúrate de que un veterinario vea a tu mascota. Tal vez tenga rabia y tengamos que sacrificarla, como sea, espero que eso…- masculló, señalando al evidente y sangrante arañazo en el antebrazo de Sofía.-…no vuelva a repetirse.

—Sí, mi don.- respondió Milia sin prestar realmente mucha atención, sin embargo Sofía notó que Yelana enrojecía lentamente.

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Después del desayuno, Alexis anunció que saldría con su tío y sus primos a dar un recorrido por los clubes, Yelana se despidió anunciando que llegaba tarde a una cita con su peluquero, y Milia le informó a Sofia que saldrían de compras.

La tarde se le hizo larga e incómoda, parecía una constante procesión de boutiques sin sentido. De haber estado sola,habría aprovechado la oportunidad para visitar lugares de interés como el kremlin y la plaza roja, pero no.

Además, si por lo menos Milia se mostrara amigable y conversará con ella, sin embargo todo el rato estuvo lleno de silencios incómodos o críticas de lo horrible que le quedaba toda la ropa. Sofía no comprendía para qué Milia estaba haciendo que ella se probará primero ropa que estaba comprando para sí misma.

Fuera de la tienda montaban guardia cinco hombres armados y a dónde quiera iban las seguían dos autos.

Regresaban a las seis de la tarde a la mansión, con el maletero lleno de compras y con Milia de un humor peor del de esta mañana. La limosina se detuvo, pero Milia no bajó, en vez de eso se sentó justo frente a ella y la contempló con desdén.

—Te voy a tres consejos, si quieres sobrevivir entre nosotros tú decides si los tomas o los dejas.

—Numero uno: Deja de comportarte como una sumisa, ya no lo eres, y según creo nunca lo fuiste ya que no veo el collar alrededor de tu cuello. Ese comportamiento no te ganará nada y entre nosotros o eres fuerte y respetado o eres comida para los lobos.

—Numero dos: No intentes escapar. Llegarán momentos en que estarás sola y te entrará la tentación por intentarlo, no te lo recomiendo. Mi hermano ha ordenado a los guardias dispararte si lo haces y en el remoto caso en que lograses escapar, no habrá lugar en este mundo dónde puedas mantenerte oculta.

—Y número tres: No te enamores de mi hermano.

Sofía frunció el ceño.

—No lo parece, pero Alexis es un experto manipulador, si quiere conseguir algo de ti te enredará en mentiras que parecen las verdaderas más grandes del universo y luego se burlará de ti en tu propia cara, créeme, lo he visto hacerlo miles de veces.

—¿Por qué estás ayudándome?- preguntó Sofía.

—No lo hago. Justo ahora gozas de cierta inmunidad pero en cuanto pase el año mi hermano te matará y te enterrará en el bosque que rodea la fortaleza. Si no lo hace antes.

Ella tragó en seco.

—No intentes manipularlo, no lo lograrás y no intentes hacer que se enamore de ti, sería tan inútil como intentar bajar la luna del cielo. El Don no se enamora y el día que lo haga le disparará en la frente a esa desdichada mujer. El amor es una debilidad en la mafia, recuérdalo.

La cena esa noche fue mucho más pacífica, ya que a la mesa solo se encontraban el Don, sus hermanos y Sofía.

A pesar de que todo se veía extremadamente delicioso, lo poco que comía le sabía a Sofía como arena. No llevaba siquiera cuarenta y ocho horas de casada y ya la habían amenazado de muerte dos veces.

Los Ivanov conversaban entre sí de asuntos de negocios y el nombre Quintanilla se repetía constantemente.

—¿La cena no es de tu agrado, querida?- le preguntó Alexis de pronto, sacándola de su ensimismamiento.- puedo ordenar que Petra te prepare algo más.

Sofía miró de reojo a la cocinera cincuenta quién sonreía aguardando las órdenes de su patrón.

—Todo está delicioso sin embargo me encuentro cansada, tuvimos un día ajetreado Milia y yo, no tenía idea que ir de compras fuera tan extenuante.

—Ya veo.- comentó Alexis, bebiendo de su copa de vino tinto. – si quieres puedes retirarte a descansar.

Ella no se hizo de rogar, pidió que la disculparan y se marchó a su habitación.

—Como les decía, adelantaré mi viaje a América. Los mexicanos están inquietos, el cartel de Guadalajara  está haciendo negocios con los Visconti y los de Tijuana  se están impacientando por el envío de armamento que acordamos.

—Las cajas están listas y subidas al Jet, Alex, Esta tarde hice la última supervisión del cargamento en persona, todo está en orden.

—Perfecto. Lo único que lamento es no poder realizar las pruebas aquí, en la fortaleza. Mañana salimos para México entonces, Eván.

—De acuerdo.

—¿Quiere esto decir que vas a dejarme aquí, de niñera?

Alexis bufó exasperado, pasando su mano por su rostro.

—Milia.

—No confías en ella, ¿no es así? Por eso la dejarás aquí en la mansión, por eso me enviaste a darle un paseo en lo que Eván se encargaba del cargamento. A pesar de que juras que es inocente y no sabe de nada, no quieres que esté al tanto de nuestros asuntos.

—Sí. Tienes razón hermanita. No confío en la italiana pero no porque crea que ella podría delatarnos, sino porque he visto lo torpe que es con respecto a nuestro mundo, a nuestras normas. Puede que se haya criado entre mafiosos, pero sin dudas no tiene la mentalidad adecuada para salir adelante entre nosotros.

—¿Y eso te preocupa?

—Por supuesto que no. Ya aprenderá que quién nada entre tiburones debe hacerse piraña o morir de una mordida. De eso me encargaré con el tiempo, por ahora hay que dejarle acostumbrarse a su nueva realidad.

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