Noche de bodas:

Veinte y cuatro horas antes:

Retrocediendo sobre sus pasos, Sofía regresó a la cama, sentándose al borde de la misma y retorciendo nerviosamente sus manos en su regazo, manteniendo su vista alejada del espectro del infierno que había entrado a su habitación.

Alexis se acomodó sobre el viejo butacón, que quedaba justo al pie de la cama, cruzó un musculoso pie sobre el otro y prendiendo uno de sus puros, contempló el perfil de la desaliñada niña que tenía frente a sí. Era hora de llevar a cabo una negociación vital para sus planes.

***

Actualidad:

—Mírame.- gruñó él, volviendo a tirar de su cabellera, forzándola a girar su rostro en su dirección.

—Te miro, ¿ahora qué?

—Deberías sonreír. Mírate, de prisionera en la celda más inmunda del foso a esposa del Don de la mafia rusa, tu suerte ha dado un giro de trescientos sesenta grados, ¿no crees, italiana?

Alexis la contempló comprimir sus labios, su rostro pareció desencajarse en una mueca de asco.

—Si hubiese sido realmente suertuda, hubiese muerto en el foso.

—¿Qué has dicho?

Ella miró al cielo y liberó un suspiro de frustración.

—Tonterías que no vienen al caso.

—Muy cierto. Esto es lo único sensato que he oído salir de tu boca en horas, ahora come.- ordenó él, colocándole nuevamente el cuchillo frente a los labios.

Esta vez la muchacha extrajo el pedazo de carne rodeándolo con los labios e incluso tuvo el atrevimiento de lamer el cuchillo.

Él soltó una carcajada en lo que ella masticaba lentamente, mirándolo como si él estuviera completamente demente.

—Este matrimonio será interesante.- comentó él en voz baja.- muy interesante.

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Veinte y cuatro horas antes:

—He venido a informarte que esta tarde tendrá lugar una ceremonia muy importante a la cual no puedes faltar.

—¿Ceremonia? ¿Qué ceremonia?- preguntó ella.

—Pues, una boda, por supuesto.

El silencio reinó por unos minutos dentro de la habitación.

—Lo has descubierto, entonces.- había susurrado ella.

—Así es.

—Si lo sabes, si lo has sabido todo este tiempo, ¿por qué vas a obligarme a casarme justo ahora? ¿Por qué has esperado dos años para esto?

—Fácil. No tenía ni idea hasta que lo descubrí todo muy recientemente, pagué una fortuna para conocer las estipulaciones en el último testamento de tu padre.

Esto sí provocó una respuesta en ella, la muchacha giró su rostro mirándolo de frente.

—Así es. Tu padre, el Padrone de la mafia italiana, falleció hace exactamente seis meses.

El rostro de la joven se mantuvo inexpresivo, no pestañeó, ni siquiera hizo un gesto.

—Veo que, o no te sorprende o simplemente no te importa. Debes saber que murió de un ataque al corazón.

—Ambas. Ese hombre dejó de ser mi padre el día que me comprometió con Ichiro Yamamoto.

Alexis hizo una mueca.

—Sí, ese mismo. El líder de la Yakuza. Padre quería una alianza con los japoneses y el señor Ichiro es ampliamente conocido por sus prácticas pederastas.

—¿Que edad tenías cuando tu padre…?

—Quince años.- respondió ella volviendo a mirar en dirección a la pared que tenía en frente.

—Cuando te secuestré en el convento tenías dieciséis y hace unas semanas cumpliste dieciocho, ¿no es así?

Ella no respondió, simplemente se limitó a asentir.

—Bien. Ya eres mayor de edad, así que no habrá impedimento alguno para la realización del casamiento.

Ella pasó una mano por delante de su rostro, llevando una hebra de su cabello por detrás de su oreja, nerviosamente.

—¿Qué ha dicho tu hermano al respecto?¿Está de acuerdo, le desagrada la idea o es solo un títere que manejas a tu antojo?

—¿Conoces a Eván? Estoy sorprendido. Según la matrona llevabas una semana en el foso y mi hermano llegó aquí apenas un día antes que yo.

—Nunca lo he visto, pero sé que existe.

—Bueno, realmente lo que opine Eván no importa.

Ella lo volvió a mirar, esta vez con expresión de desconcierto.

—¿Cómo que no importa? Si vas a forzarlo a casarse conmigo su opinión importa y mucho.

Alexis liberó una carcajada que de seguro se escuchó en Moscú.

—Estàs equivocada, baranina. No vas a casarte con mi hermano, sino conmigo.

El rostro pálido de la enferma, enrojeció en fracciones de segundos, el cuerpo débil pareció inflamarse de una fuerza sobre humana y en un abrir y cerrar de ojos, Alexis la tuvo encima, intentado arañarle la cara.

—¡Eres un animal, un bruto, una bestia! ¡¿Estas demente?!

—Cálmate, m*****a sea.- ladró él, intentando quitarse de encima a aquella loca.

—Que me calme. ¡¿Que me calme?! ¡Tienes casi cuarenta años, podrías ser sino mi padre al menos mi tío!

—¿Y eso qué importa?- interrogó él, empujándola hasta hacerla caer en la cama.- estabas comprometida con un hombre de ochenta años, uno de treinta y ocho es un niño en comparación.

—¡Por encima de mi cadáver!

—Sabes muy bien que no. Muerta no me sirves. Además, el matrimonio será solo de nombre, no tengo ninguna intención de embarrarme de tu m****a, tocándote, italiana del demonio.- masculló, limpiando la sangre que brotaba de su mentón donde la loca lo había arañado. Sin embargo no pudo evitar sonreír, hacía tiempo que no veía su propia su sangre, que una niñata le hiciera sangrar era la cosa más risible del mundo.

—Como ves, no tienes opción. Debes casarte antes de cumplir los diecinueve años o la herencia que te dejó tu madre pasará directamente a tu hermano, Vitorio.

Sofía se mordió el labio con fuerza para evitar que le temblara, no podía mostrar la menor vulnerabilidad ante esa bestia que se hacía pasar por un ser humano.

—Hay algo que no comprendo. Si conocías los requisitos en el testamento de tu padre, ¿por qué decidiste irte a encerrar a un convento en vez de casarte con Yamamoto?

—Porque estaba harta de todos ellos. Harta de la mafia y de tanto derramamiento de sangre por mera ambición. Sólo quería ser libre, estar en paz, yo…

Alexis la miró, con una expresión de burla indiscutible en su rostro, como quien mira a una persona que habla estupideces.

—De la mafia solo se sale con la muerte, italiana. Deberías saberlo.

***

Actualidad:

Había anochecido y los soldados ya estaban cayéndose desmayados producto de la borrachera.

De los rincones y en los sitios oscuro provenían risitas y murmullos causados por las sumisas que habiendo seleccionado algún amante para la noche, se divertían haciendo ”eso”. A la puerta de la carpa, un par de soldados se disputaban las atenciones de una rubia altísima y atlética.

Sofía miró a su captor de reojo, el maldito engendro la había mantenido sentada sobre sus piernas toda la tarde sin chistar. Estaba convencida de que aquello no era más que una demostración de posesión, al mantenerla en esa posición dejaba claro a quién pertenecía ella ahora.

Para evitar mirarle y ponerse a pensar en las mil formas en que le gustaría verlo morir, dirigió su mirada hacia su izquierda, concentrando su atención en un muchacho que no podía ser otro que Eván, el hermano menor del Don.

El parecido era indiscutible, la cabellera blanca, los ojos de hielo, la piel extremadamente pálida, proclamaba que el joven era un Ivanov. Sin embargo, mientras el terrible demonio la forzaba a mirarle, la morena que se arrodillaba entre las piernas del muchacho lo hacía con gusto, en lo que el tirano infernal la había obligado a comer de su mano, la sumisa era quien alimentaba al joven y mientras el Don mantenía una expresión maligna en su rostro, su hermano sonreía y besaba…

Un fuerte tirón en sus cabellos le hizo dar un respingo, mordiéndose el labio inferior para que no se le saltarán las lágrimas.

—Ni siquiera lo pienses.- siseó el demonio en su oído.

—No sé a qué te refieres.

—Cuidadito con fantasear con mi hermano, italiana. Eres una mujer casada ahora, conmigo. Me perteneces y por lo tanto me debes respeto.

Ella miró al techo de la carpa, rogando por paciencia.

—¡No estoy fantaseando con nadie!- bramó ella entre dientes.

—Ten mucho cuidado. Si descubro que te estás pasando de amistosa con mi hermanito, me las pagarás, te lo juro.

Sofía lo miró, directamente a sus hielos gélidos, con expresión seria y decidida.

—Yo también te hago una promesa, esposo. En el momento en que menos lo esperes, cuando no lo imagines, te haré pagar la muerte de todas esas mujeres en Palermo, quizás no te prenda fuego estando vivo, pero juro que tu sangre manchará mis manos, como mínimo enterraré un cuchillo en tu podrido corazón, ¡mafioso di merda!

Se sostuvieron la mirada mutuamente durante varios minutos, y Alexis sonrió.

—Hombres mucho más grandes y mucho más peligrosos que tú lo han intentado, baranina , y hace rato están a tres metros bajo tierra.

Un disparo sonó, su eco recorriendo y retumbando por todo el lugar. Sofía fue la primera en desviar su mirada, dirigiéndola hacia la entrada de la carpa, observando que uno de los guardias caía de rodillas, sosteniendo su ensangrentado pecho entre sus manos, liberando un grueso y espeso buche de sangre y cayendo muerto sobre su rostro en un charco de su propia sangre.

El Don achinó sus ojos, la reacción de esta chiquilla al ver a un ser humano morir no era la misma que había visto dos años atrás. En aquella ocasión, Sofía había estado histérica, hecha un manojos de nervios y llorando incesantemente durante días. Esta muchacha ahora sobre sus rodillas ni siquiera reaccionaba, por el contrario, su expresión era la de una persona acostumbrada a ver gente morir. Curioso, muy curioso.

—Bueno, ya hemos tenido el derramamiento de sangre tan tradicional de estos eventos. Es sabido que nunca se ha casado un Ivanov sin que alguien caiga muerto.- comentó él y todos sus hombres rieron a carcajadas.

Ella observó que la rubia a la entrada se comía a besos con el guardia que había asesinado al otro.

Él se la quitó de encima despacio, manteniéndola a su lado, sujetándola por la cintura con un férreo brazo.

—Ya es tarde y mañana tenemos mucho por hacer. Es hora de irnos a dormir o a hacer algo más…- le dio una fuerte nalgada a Sofía y ella chilló.-... productivo.

Los guardias rieron aún más fuertemente y Alexis elevó su mano, en la que sostenía un trago de vodka.

—¡Zdorov'ye! ( ¡Salud!)

***

Cuando despertó, reposaba sobre la cama.

Rápidamente se cercioró de que sus ropas estuvieran en su sitio y de que…

—Por Dios, no me insultes creyendo que yo te haría el favor.

La chica giró su cuello en busca de la burlona y cruel voz, encontrándose de frente con el rostro del Don, quién se hallaba bañado e impecablemente vestido, mirándola como quien mira a una cucaracha.

—La experiencia me ha servido de mucho, créeme. Cuando lleguemos a Moscú tendrás tu propio cuarto, no tengo ningún deseo de repetir el desastre de anoche.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué amanecí en tu cama? ¿ Qué…?

—Ya detente. Anoche no sucedió absolutamente nada entre nosotros. Te subí a mi cama porque tus berridos y ladridos no me dejaban dormir, sin embargo después fue peor, estuviste pateándome y dándome codazos toda la noche.

Sofía enrojeció furiosamente.

—Bueno, ya nada de eso importa. Báñate. En una hora sale nuestro Jet.- informó él, levantándose de su silla y saliendo de la habitación.

Una vez bañada y habiéndose lavado la cabeza, se miró frente al espejo, cerrando los ojos unos minutos y tomando una decisión. De situaciones peores había sabido salir ilesa, con cuidado y mucha determinación, podría salir también de esta.

Un año.

Sólo debía sobrevivir un año y sería una mujer extremadamente rica y capaz de tomar su propio rumbo.

Sobrevivir.

A partir de ese día, sobrevivir sería su único objetivo.

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Durante la madrugada se había desatado una ventisca, causando que la temperatura en la fortaleza descendiera drásticamente. La cama y las mullidas colchas se mantenían calientes y agradables gracias a un sistema de calefacción especial instalado en los colchones.

Sin duda era una noche infernal para los esclavos forzados a dormir en celdas desprovistas de cualquier comodidad, para los traidores en el foso, quienes seguramente morirían congelados y para la italiana imbécil, que en vez de acostarse en la cama, a su lado como le correspondía, había tomado una almohada y una colcha y se había tirado en el suelo al pie de la misma.

El constante castañeteo de dientes acompañados de esos gemiditos y gruñiditos de incomodidad, habían mantenido despierto a Alexis por dos infernales horas. Muy pronto sería de día y tendrían que regresar a Moscú, sin embargo, el Don no había podido pegar ojo. Cuando la endemoniada italiana comenzó a bufar, Alexis no lo soportó más.

Levantándose, se dirigió hasta dónde estaba la causa de su tormento, notando que contra todo pronóstico la chica estaba dormida, la levantó en sus brazos y la acomodó en su cama, de manera tal que quedase frente a él.

Procedió a taparla y en minutos su acompañante se tranquilizó, exhalando pequeños gemiditos de placer y moviéndose inconscientemente más cerca de él. Como si el calor del colchón no le bastase, y necesitase también calor corporal, contacto físico.

Al final, la chiquilla terminó enredada alrededor suyo como si fuera hiedra venenosa, si conciliar el sueño había sido difícil para Alexis, hasta ese momento; a partir de ahí resultó imposible.

La italiana se revolvía, dando vueltas y enredándose en el edredón, quitándoselo. Se pegaba a él de frente, estrujando sus inexistentes tetas contra su pecho, o por el contrario empinando su huesudo culo contra su miembro.Maldijo entre dientes, girándose sobre su costado y dándole la espalda. Intentando cerrar los ojos y descansar al menos las dos restantes horas.

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